Revista Cultura y Ocio
Mi experiencia de editar con viveLibro. Por Manuel Enríquez
Publicado el 20 julio 2017 por Vivelibro @infoviveLibro
Mi experiencia de editar con viveLibroManuel EnríquezAutor de viveLibro
Creo que llevo el suficiente tiempo y el suficiente número de libros como para saber dónde me muevo. Hoy, Nacho, mi responsable en la editorial, me ha entregado el último encargo que le hice. Una novela negra, 260 páginas que presente junto a una colección de cuentos, el sábado 15 de julio en Cenicientos, un bonito pueblo madrileño próximo al valle del Tiétar.
Hasta el momento, no he tenido ningún problema con la editorial. Ellos han cumplido bien, en plazos, precio y calidad y, repito, hasta el momento ninguna queja. Aquellos que os decidáis a dar un vistazo a mi curriculum literario, veréis que he pasado por todas las experiencias. Autoedición, edición con gran editorial y modo tradicional, coedición con viveLibro, edición tradicional con viveLibro y autoedición en dos ocasiones más con la misma empresa. He llegado a la conclusión de que esta última opción, es la que más rentable me sale. Con las ventas cubro gastos e incluso saco algún dinero, para ser sinceros, ni mucho menos el que por mis méritos literarios me merezco. ¡Calla, abuela y déjame seguir escribiendo!
El gabinete publicitario, corre a cargo de Chema y Raquel, y me han enviado a entrevistas de tele y radio cada vez que he tenido un nuevo parto. Bueno, es cierto, no se trata de Antena 3 ni de Telecinco en horario prime time pero es que, para los autores desconocidos, o te casas con Belén Esteban, o te preña Kiko Rivera o esas cosas están fuera de nuestro alcance. Tenemos que saber quiénes somos, dónde nos movemos y qué posibilidades tenemos de triunfar con nuestros escritos. Pero es que eso, querido lector, también me ha pasado cuando he editado con una empresa de primera, primerísima línea.
En cuanto a la distribución, ¡con la iglesia hemos topado! Ese es el gran caballo de batalla de todo el proceso. Pero, a fuerza de ser sincero, no creo que la culpa sea de la editorial. Os puedo jurar que, al menos conmigo, ellos siempre han sido sinceros en este tema. Las librerías no están muy por la labor de poner en sus escaparates a autores desconocidos y, menos todavía, si venimos de la mano de esta variante del mundo editorial. La cosa tiene su lógica. De los muchos libros que he podido leer publicados en autoedición, pocos son dignos de tener en cuenta. No quiero crearme enemigos entre mis compañeros y por eso no voy a dar nombres de autores buenos, ni tampoco malos, pero es que el Word ha hecho mucho daño a la literatura. Cualquier tuerceletras, con dedos, ordenador y sin una pizca de creatividad ni de técnica literaria, puede decidirse a escribir la vida de su abuela en un precioso libro de 852 páginas a la canal. Y el lector que ha comprado ese libraco se acuerda de los muertos del autor, de la editorial, de la librería que le vendió el mamotreto y de la madre que parió a Billy Gates por permitir que cenutrios indocumentados puedan editar su abominable parto.
Pero la gente de vivelibro tiene la mala costumbre de comer todos los meses, pagar luz, alquileres y colegio de los nenes. Ya me imagino la cara de Nacho cuando el autor nefando le entrega un pendrive con un segundo libro para editar. Y el esfuerzo que tendrá que hacer para poner una sonrisa y en un acto de cinismo decir: “Lo he leído y es todavía mejor que el anterior”; ¿cuántos ejemplares quieres? ¿1000, 2000? No sé. Igual también será la cara que ponga cuando yo le entregue mi próximo manuscrito. Si Dios quiere, será para finales de año.
Creo que llevo el suficiente tiempo y el suficiente número de libros como para saber dónde me muevo. Hoy, Nacho, mi responsable en la editorial, me ha entregado el último encargo que le hice. Una novela negra, 260 páginas que presente junto a una colección de cuentos, el sábado 15 de julio en Cenicientos, un bonito pueblo madrileño próximo al valle del Tiétar.
Hasta el momento, no he tenido ningún problema con la editorial. Ellos han cumplido bien, en plazos, precio y calidad y, repito, hasta el momento ninguna queja. Aquellos que os decidáis a dar un vistazo a mi curriculum literario, veréis que he pasado por todas las experiencias. Autoedición, edición con gran editorial y modo tradicional, coedición con viveLibro, edición tradicional con viveLibro y autoedición en dos ocasiones más con la misma empresa. He llegado a la conclusión de que esta última opción, es la que más rentable me sale. Con las ventas cubro gastos e incluso saco algún dinero, para ser sinceros, ni mucho menos el que por mis méritos literarios me merezco. ¡Calla, abuela y déjame seguir escribiendo!
El gabinete publicitario, corre a cargo de Chema y Raquel, y me han enviado a entrevistas de tele y radio cada vez que he tenido un nuevo parto. Bueno, es cierto, no se trata de Antena 3 ni de Telecinco en horario prime time pero es que, para los autores desconocidos, o te casas con Belén Esteban, o te preña Kiko Rivera o esas cosas están fuera de nuestro alcance. Tenemos que saber quiénes somos, dónde nos movemos y qué posibilidades tenemos de triunfar con nuestros escritos. Pero es que eso, querido lector, también me ha pasado cuando he editado con una empresa de primera, primerísima línea.
En cuanto a la distribución, ¡con la iglesia hemos topado! Ese es el gran caballo de batalla de todo el proceso. Pero, a fuerza de ser sincero, no creo que la culpa sea de la editorial. Os puedo jurar que, al menos conmigo, ellos siempre han sido sinceros en este tema. Las librerías no están muy por la labor de poner en sus escaparates a autores desconocidos y, menos todavía, si venimos de la mano de esta variante del mundo editorial. La cosa tiene su lógica. De los muchos libros que he podido leer publicados en autoedición, pocos son dignos de tener en cuenta. No quiero crearme enemigos entre mis compañeros y por eso no voy a dar nombres de autores buenos, ni tampoco malos, pero es que el Word ha hecho mucho daño a la literatura. Cualquier tuerceletras, con dedos, ordenador y sin una pizca de creatividad ni de técnica literaria, puede decidirse a escribir la vida de su abuela en un precioso libro de 852 páginas a la canal. Y el lector que ha comprado ese libraco se acuerda de los muertos del autor, de la editorial, de la librería que le vendió el mamotreto y de la madre que parió a Billy Gates por permitir que cenutrios indocumentados puedan editar su abominable parto.
Pero la gente de vivelibro tiene la mala costumbre de comer todos los meses, pagar luz, alquileres y colegio de los nenes. Ya me imagino la cara de Nacho cuando el autor nefando le entrega un pendrive con un segundo libro para editar. Y el esfuerzo que tendrá que hacer para poner una sonrisa y en un acto de cinismo decir: “Lo he leído y es todavía mejor que el anterior”; ¿cuántos ejemplares quieres? ¿1000, 2000? No sé. Igual también será la cara que ponga cuando yo le entregue mi próximo manuscrito. Si Dios quiere, será para finales de año.
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