Revista Diario
Creo recordar que entré en el segundo año de Maternelle. Venía de estar casi todo el día en la guardería, de conocer a los niños y a las maestras, a entrar a una clase enorme, llena de gente desconocida, y todos hablando en francés.
Apenas son vagos recuerdos, pero hay escenas que se me han quedado grabadas, como ir de la mano de mi madre por uno de los recreos lleno de árboles, para dejarme en la clase. O entrar al comedor y no salir hasta que sonaba la campana para volver a las clases. Escuchar una cinta de música que me había comprado mi madre en la clase. Y las burlas de algunos niños hacia mi impermeable blanco con paraguas rojos.
Recuerdo las moreras en torno al campo de fútbol, el cambio de patio, las clases y los profesores, el cambio de clase cuando teníamos clase de informática, y el asombro de mis profesores por mi comprensión lectora. Recuerdo el cambio de ubicación del colegio. Ser chef de classe. Ayudar en la récrée con los pequeños. Preparar bailes, y diversas actuaciones para las fiestas. Las subastas de reyes. Los exámenes en el liceo. Los exámenes en Barcelona. El Brevet y el Bac.
Sali bien enseñada. Con nociones más avanzadas en las asignaturas de ciencias que mis compañeros de la enseñanza española. Con mayor conocimiento de la vida. Y sabiendo bien a qué quería dedicarme.
El colegio al que fui era público para los que eramos franceses, y privado para los españoles que entraban nuevos. Está en la red de la Misión Laica Francesa. Mis padres pagaban una cantidad al mes muy elevada. Pero era dinero bien invertido. La educación es un derecho. Da igual público o privado, mientras los enseñantes estén bien preparados, y reciclados.
Los profesores nos prepararon para diversas pruebas académicas, pero también para el día a día. Pasamos el Brevet des Collèges, una prueba escrita y oral del idioma francés, historia/geografía y matemáticas, que pasamos todos los alumnos franceses y que controla la formación adquirida al final de la escolaridad seguida en el colegio. Para su atribución son tomados en consideración no sólo las notas obtenidas al examen de la patente y al oral de historia de las artes, las notas de control continuo, la nota de vida escolar, sino que también el control de la base común de conocimientos y de competencias.
Pero también me enseñaron que, cuando hay una mala racha, ellos no sólo son maestros y profesores, sino que se preocupan por el alumno y sus circunstancias. Lo apoyan y lo orientan. En ocasiones son como segundas madres, y acaso ¿no somos las madres, las primeras maestras de nuestros hijos?
Yo quiero que mis hijas tengan bonitos recuerdos de su infancia en la escuela, pasarán una gran parte de su vida estudiando, aprendiendo y compartiendo. Y me gustaría que igual que yo recuerdo a mis profesores con cariño, ellas lo hicieran con los suyos.