Cuando llegué a la Feria del libro de Valencia, me quedé anonadado. Lo que en un principio había comenzado como una modesta aventura en busca de lectores para mi novela me había llevado a una de las ferias más importantes del país, y a una de las ciudades más hermosas en las que he estado. Lo único que me preocupaba era la posibilidad de no estar a la altura, pero mis tribulaciones no tardaron en disiparse y dar paso a una sensación de gozo que me hizo recordar los motivos por los que, un buen día, decidí dedicarme a contar historias.
Las librerías "La Traca" y "La Moixeranga" hicieron de maestros de ceremonias, y se encargaron de darme la cobertura necesaria para que los dos días que estuve en aquella ciudad fueran inolvidables. Libreros de los que ya apenas quedan, amantes de los libros, conocedores del producto que venden e ilusionados ante la posibilidad de tener algunos autores firmando en su stand.
La Montblanc echaba humo, y los libreros se mostraban más entusiasmados que yo cada vez que dedicaba un ejemplar. En conclusión, una feria increible, un recibimiento formidable y una ciudad que me acogió con los brazos abiertos.
Me han invitado a volver el año que viene, y no tengo dudas de que lo haré. Lo único que no sé es si habrá una nueva novela para entonces...