Revista Viajes

Mi experiencia en la universal ciudad de Auroville (India)

Por Marbel

Hace ya casi seis meses que volví de la famosa ciudad universal de Auroville, en el sur de India. Por falta de tiempo, he ido posponiendo la redacción de este post, pero ya de hoy no pasa. Me hubiera gustado haberlo escrito con la memoria más fresca y las sensaciones que traía conmigo de aquella estancia. De todos modos, estoy seguro que mientras escribo el post vendrán a mi recuerdos y detalles de este lugar tan interesante y especial, aunque no falto de controversias también. Fui allí al terminar el año 2015, concretamente mi avión salía de Madrid el 29 de diciembre y llegaba a Chennai el día 30. Recibí el nuevo año allí y pasé tres intensas semanas que trataré de resumir a continuación. No entraré en muchos detalles de lo que allí viví pero sí os quiero dar información de este lugar y algunas opiniones.

Mi experiencia en la universal ciudad de Auroville (India)

Auroville es una ciudad internacional situada en el distrito de Villipuram, en Tamil Nadu, a 150 km de Chennai, en el sur de India. En estos momentos cuenta con una población de unas 2400 personas, de 49 países distintos, aunque un tercio de ellas son de India. Auroville se creó con la finalidad de ser un centro donde seres humanos de todas partes y clase social pudieran vivir en armonía. Da especial importancia a la sostenibilidad y la transformación de conciencia. Es un lugar único en el mundo, y haya logrado o no su objetivo, considero que merece la pena visitarlo y experimentarlo.

Auroville era un sueño que estuve aguardando durante mucho tiempo, uno más de mi larga lista de sitios que visitar en el mundo. Me planteé visitarlo en mi primer viaje a India, pero al final no lo hice por la distancia y la falta de tiempo. Este viaje surgió de una forma muy inesperada. No fue ocurrencia mía sino de dos amigas, o más bien de una de ellas. Mi amiga Chiang, taiwanesa afincada en España, tuvo la idea de ir a visitar a otra amiga taiwanesa que desde hacía meses vivía en Auroville con su marido español. Me lo comentó a mi y a otra amiga cuando ella se había comprado el billete de avión y nos animó a acompañarla. Mi primera reacción fue que imposible, que no era el momento, ni por dinero ni por tiempo ni por mi situación de vida en general, pero mi otra amiga me animaba. Se me ocurrió mirar vuelos y para mi sorpresa encontré uno muy barato el 29 de diciembre (unos 400 euros!) así que se lo dije a mi amiga y nos lanzamos a la piscina sin pensarlo mucho.

Poco después empecé a buscar alojamiento, algo que no se podía dejar mucho pues íbamos en plena temporada alta y ya se estaba llenando todo. Reservamos en el Joy Community Guesthouse, uno de los alojamientos más baratos de Auroville, tipo albergue juvenil. Mis amigas se quedarían allí durante toda su estancia pero yo sólo una semana pues encontré una opción mejor después. Preguntando por opciones de voluntariado, me encontré con que el International House, también llamado US Pavilion, daba opción a un descuento si hacía unas horas de voluntariado en algún proyecto de Auroville. Yo me quedaba una semana más una vez mis amigas se marcharan, así que decidí alojarme en International House las dos semanas restantes (aunque eso significara estar separada de mis amigas durante una semana). En International House tenía la posibilidad de pagar 250 rupias la noche por una pequeña habitación individual a cambio de mi voluntariado. Sé que muchos diréis que no es tan barato para ser India, pero sí lo es para Auroville. No penséis que Auroville va a ser tan barato como el resto de India, es una burbuja aparte y muchos precios están a nivel europeo.

Un mes después ya estaba tramitando el visado, reservando el taxi de Chennai a Auroville y otros preparativos. No terminaba de creerme que fuera a ir allí pues estaba a tope con mis cosas en Totnes, mucho trabajo con mi empresa, mis clases de español y planificando cambios en mi vida pronto, y algunos temas de salud, así que no tenía la mente mucho en aquel viaje. Después fui a España a pasar la Navidad, y unos días después, me vi embarcando en un vuelo que me llevaría a Chennai. Creo que hasta ese día no me hacía realmente a la idea de que iba a cumplir mi sueño de conocer Auroville, y que además iba a volver a mi querida India, por segunda vez.

Nuestro vuelo era con la compañía Saudi Arabian Airlines y hacía escala en el aeropuerto de Jeddah, en Arabia Saudí. Fue curioso estar allí aunque sólo fuera unas horas, era realmente otro mundo, y nosotras unas de las pocas europeas. Nuestro segundo vuelo iba lleno de musulmanes, los hombres todos vestidos de blanco, y parecía que iban de peregrinación con sus familias. Me preguntaba para que iban a India, o tal vez vivían en India y habían ido de peregrinación a Arabia Saudí. Ya estaba lejos de mi zona de confort y ya sentía la emoción de estar lejos y en tierras extrañas. Esta vez iba acompañada de mi amiga lo cual restaba algo de miedo al asunto pero todo seguía siendo igual de emocionante.

Cuando llegamos a Chennai cometimos el error de salir del aeopuerto y luego ya no nos dejaron entrar. Quedaban casi tres horas para que viniera nuestro taxi, lo reservé así por si hubiera retraso y así no nos cobraban la espera. Pero no hubo retraso y ahora estábamos fuera y sin sitio para sentarnos. Un indio que estaba en la puerta y que parecía que trabajaba en el aeopuerto, nos ofreció su móvil para llamar a la compañía de taxis de Auroville por si podían venir a recogernos antes. Por suerte era posible y vinieron a buscarnos en media hora. El señor nos acompañó hasta el lugar donde aparcó el taxi, y pensé que era muy majo por ayudarnos tanto. Claro que luego al subir al taxi él extendió su mano esperando dinero, y entonces entendí. Muy típico en India, siento decirlo. En parte también lo entiendo. Para ellos todos los europeos somos dinero andante, y no saben la situación particular de cada uno. Ni tampoco se les ocurre imaginar que un europeo con poco dinero se le ocurra viajar, pues viajar para ellos es sinónimo de lujo.

En las tres horas que duró el viaje de taxi, estuve tratando de vencer el sueño para no perderme el espectáculo que se desplegaba ante mis ojos. Todos esos pueblos o intentos de población a ambos lados de la carretera, sus habitantes y los pedazos de su historia que podía contemplar a mi paso, toda esa vida tan bulliciosa y palpitante, entre basura y caos, miseria y desorden, colores y sonrisas. Los ruidos de las motos y sus pitidos, la música a todo volumen y a veces estridente, y otros muchos sonidos, me ayudaban a mantenerme despierta. Mi amiga Susana, más dormilona que yo, no pudo resistirlo y se quedó dormida casi todo el camino. Pero yo no me quería perder todo aquello, aunque fuera desde dentro de un cómodo taxi como una espectadora. No pude evitar acordarme de mi primer viaje a India, y estar aquí otra vez cuando no esperaba para nada hacer este viaje este año, me hacía sentir profundamente agradecida con la vida por esta oportunidad.

Por fin llegamos al Joy, nuestro alojamiento en Auroville, en mi caso para una semana. Los dueños y algunos de sus trabajadores son italianos, los demás son indios (en concreto los de mantenimiento, limpieza, etc). Nos dieron la bienvenida y nos llevaron al dormitorio donde íbamos a estar. Era un dormitorio con varios compartimentos pero una única puerta. En nuestro compartimento éramos tres personas, y allí se alojaba nuestra amiga taiwanesa Chiang, que llegó unos diez antes. Dos horas más tarde Chiang apareció y nos recibió con mucha alegría. Para mi era doblemente emocionante porque no la había visto desde el verano, la última vez que estuve en España. Susana la había visto hacía unas pocas semanas. Ese día nos lo tomamos de relax, estábamos demasiado cansadas como para ir a algún lado.

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Al día siguiente me desperté como a las 5 de la mañana con una música a todo volumen que al principio me pareció una discoteca hindú. Pero, ¿a esas horas? ¿y un jueves? Era demasiado, parecida que teníamos la fiesta ahí mismo en la habitación. Al poco tiempo los pájaros empezaron a cantar como locos, así que con semejante concierto, no pude dormir más. Susana se despertó también pero volvió a dormirse, suerte que tiene ella de tener un sueño tan profundo. Yo me levanté a observar donde estaba y empaparme de todas aquellas nuevas sensaciones tan nuevas y distintas de lo habitual. También el clima era distinto, no fue fácil pasar del invierno inglés y español a temperaturas como de verano (y suerte que no vinimos a partir de marzo en que fácilmente hay 50ºC). Esto de encontrarse de repente en un nuevo escenario con nuevos personajes y nuevas historias, es una de las cosas que más me fascina de viajar, y me gusta tener un tiempo a solas para procesarlo.

Cuando vi a la señora que limpiaba le pregunté por la música y me dijo que era para llamar a la gente a rezar al templo. Al parecer durante un mes iban a hacerlo porque era una época de rezos y con la música alta se aseguraban de que la gente se despertaba. Por desgracia yo también lo tuve que sufrir, ni los tapones de los oídos ayudaban. Más tarde estaba desayunando con Chiang y Susana. Chiang nos aconsejó que alquiláramos una moto porque las distancias eran grandes y con la bici tardaríamos un montón. Pero Susana y yo no nos sentíamos con mucha seguridad para alquilar una moto, yo de hecho nunca había conducido una. Aún así llamamos al sitio de alquiler de motos y nos dijeron que todas estaban alquiladas, es lo que tiene venir en temporada alta. Al final alquilamos una bici por un precio muy económico en un sitio que estaba en el Centro de Visitantes. De paso aprovechamos para ver la exposición sobre Auroville y así ir introduciéndonos en este lugar antes de empezar a recorrerlo. Si queréis información básica sobre Auroville, os recomiendo esta página: Auroville en resumen.

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Luego fuimos al “view point” del Matrimandir, el templo o centro espiritual de Auroville alrededor del cuál se ha construído la ciudad. Para llegar allí se camina a través de los jardines del Matrimandir. Había muchos indios turistas en familia haciéndose fotos. Este es el único sitio desde el que se pueden hacer fotos pues cuando se entra al parque donde está el Matrimandir para ir a verlo por dentro y meditar, está prohibido hacer fotos. Todo empezó con el Matrimandir, que fue la visión de una mujer francesa a la que llaman La Madre, quién fue discípula del yogui y gurú Sri Aurobindo. Este proyecto se presentó al gobierno indio que lo aprobó y también fue respaldado por la UNESCO. La Madre quería crear una ciudad internacional utópica dedicada a la unión humana.

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En el Centro de Visitantes hay que pedir la primera cita para hacer una visita guíada y meditación en el Matrimandir. Las siguientes veces ya puedes pedir la cita directamente en una taquilla que hay en la entrada del Matrimandir. La primera vez es la que más impresiona. Después de darte la charla en el parque, te llevan al Matrimandir y bajas por unas escaleras hasta una fuente. Allí haces la primera meditación, todos sentados alrededor. Luego entras dentro y vas subiendo rampas hasta llegar a la cámara principal. Todo es blanco e inmaculado y muchos voluntarios estás a cada pocos metros cuidando del lugar y de los visitantos. Parece como si entraras en una nave espacial. La cámara principal es enorme y tiene muchos cojines y colchonetas para meditar. En el centro hay una bola de cristal y en ella se refleja la luz del sol que entra por un agujero que está el techo justo arriba. Todos nos sentamos alrededor para meditar durante una media hora, en silencio absoluto. Te dicen que si vas a toser o estornudar, que salgas fuera. Es una sensación impresionante estar ahí dentro, resulta fácil entrar en estado de meditación.

También hay unas cámaras más pequeñas, cada una de un color y con un nombre (paz, humildad, verdad…), donde también se puede meditar. A estas no se puede entrar el primer día pero sí en posteriores visitas. A la salida casi todo el mundo medita un rato con el bayano que está afuera, árbol considerado sagrado por los aurovilianos. La gente también lo abraza o se apoya sobre él. Es un árbol muy especial, con muchas ramas que crecen hacia el suelo y echan raíces, parece como si tuviera muchos troncos. Durante mi estancia en Auroville, al menos fui unas diez veces a meditar al Matrimandir.

Aparte del Matrimandir, son muchas los sitios y actividades que Auroville ofrece. Hay muchos centros de yoga, danza y actividades, y fuimos a algunas clases en varios de ellos. También pude ir a un par de conciertos de música clásica india gratuitos y algunas fiestas alternativas. Hay una revista de Auroville que publica eventos y actividades cada semana, ahí es donde pudimos encontrar todo esto. Además al ser temporada alta y con fechas navideñas y de año nuevo, había mucho más de lo habitual.

Como Auroville tenía tanto que ofrecer, no tuvimos muchos interés en irnos de viaje lejos. Sólo fuimos a Pondicherry, famosa ciudad ex-colonia francesa, a 10 km de Auroville. Está junto al mar así que merece la pena recorrer su paseo marítimo y ver los monumentos de los franceses. Eso sí, no se os ocurra caminar desde la estación de autobuses hasta allí, os vais a desesperar. Nosotras lo hicimos y fue una odisea hasta que llegamos, y encima pasando por calles llenas de tráfico y suciedad, con mucho ruido y agobio. A la vuelta cogimos un tuk-tuk, y no es muy caro. Para ir a Pondicherry cogimos un autobús público del pueblo de Kottakarai, a unos 2 km de Auroville. Hay algunos autobuses que salen de Auroville pero son pocos y más caros, aunque lo bueno es que te dejan en el centro. Eso sí, no tiene la musiquilla de bollywood a todo volumen que te ponen en el autobús local, toda una experiencia (además de viajar con la gente local). Nosotras nos echamos unos bailes allí que provocó más de una sonrisa.

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Comimos en un restaurante que nos recomendaros que se llama Surguru. Fuimos allí porque decían que la comida era buena e iban muchos europeos, así que supuse que sería segura. En mi caso no lo fue, me puse malísima de la tripa esa misma noche, con vómitos y diarreas, y cuando volví a España me encontraron un parásito que no sé si me lo cogí allí. En fin, lo mismo para vosotros la experiencia en este restaurante es genial, no quiero tampoco decir nada malo. Quizás fueron las dosas del sitio del Centro de Visitantes que comí el día anterior, quién sabe.

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Por la tarde visitamos el ashram de Sri Aurobindo, al cual está prohibido hacer fotos, pero al menos sí pude hacer esta de la entrada.

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Y luego el famoso templo de Ganesha, el dios elefante, con elefante incluido que te bendice con la trompa si le das algo de comida. A mi me daba pena el pobre animal que estuviera así todos los días de su vida, atado a una cadena en aquel recinto pequeño y haciendo el movimiento con la trompa una y otra vez. Eso sí, le tenían muy decoradito, con cosas pintadas por todo su cuerpo.

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El pueblo de Kuilapalayam es el pueblo más cercano con tiendas, casa de cambio de moneda, locutorio, médico, etc al que puedes ir desde Auroville. Allí fui varias veces, una de ellas conduciendo una vespino con mi amiga Susana detrás. Una chica del albergue me la dejó porque tenía que hacer unas gestiones y en bici se tardaba mucho. Uff, lo conseguí pero lo pasé un poco mal, sobre todo al llegar a la carretera. Y llevar a alguien de pasajero no ayudaba, sola supongo que habría sido más fácil. Después de ese día no lo volví a intentar pero si hice auto-stop varias veces y siempre encuentraba alguna moto que me llevaba o traía. Intentaba que fueran aurovilianos, de los indios no me fiaba mucho, también por algunas historias malas que oí. Pero una vez nos llevó a Susana y a mi un indio que se portó genial y no nos quiso cobrar nada de dinero.

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Y en el mismo pueblo descubrimos un día un restaurante vegetariano, sano y orgánico que me encantó. No podíamos parar de pedir una cosa tras otra.

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También visitamos la mejor playa cerca de Auroville, según las recomendaciones. No me preguntéis cómo se llamaba el pueblo que estaba cerca porque no me acuerdo, pero sé que había un restaurante italiano llamado Tanto y todo el mundo nos decía que preguntáramos por él. Para llegar allí fue un poco complicado por no tener moto. Tuvimos que coger dos autobuses y luego preguntar y andar un poco hasta encontrar la playa. Otra playa que también puede merecer la pena ver es la del Quiet healing centre. Allí fui otro día aunque fue una corta visita, y esta vez me llevaron en moto.

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De todos los sitios y proyectos que visite en Auroville, uno de los que más me gustó fue la granja de permacultura Solitude. Todos los sábados por la mañana el dueño de la granja, un inglés que lleva ya 20 años en India, da un tour guiado. Fuimos al tour y la verdad que me encantó todo lo que explicó y sus ideas tan revolucionarias en torno a la tierra y la comida local y orgánica. Además me gustó que trabaja con las comunidades locales.

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Tienen un restaurante vegano también en el que utilizan fundamentalmente plantas que cultivan ellos. Allí comimos ese día, una comida deliciosa y sanísima. Era un thali vegetariano del que os pongo una foto.

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Otro lugar que me encantó fue Sadhana Forest. Todo los viernes sale un autobús gratuito de solar kitchen (el comedor oficial de Auroville) a esta comunidad. Está en la periferia de Auroville, demasiado lejos para ir en bici, pero además lo mejor es ir con esta excursión porque un guía te lo enseña todo con detalladas explicaciones. Yo me había planteado hacía años ir allí de voluntaria; al final nunca lo hice pero al menos lo pude visitar. Su filosofía se basa en plantar árboles y restaurar el ecosistema. Viven de la forma más sostenible posible, cuidando de cada detalle para que el impacto sea el menor posible, y son veganos. Es uno de los pocos sitios donde puedo decir el estilo de vida de la gente es totalmente coherente con sus ideas. Eso sí, no es para todo el mundo pues es muy rústico y en condiciones muy básicas.

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Al final del tour nos llevaron a una especie de salón de actos muy grande y allí nos pusieron un documental sobre Sadhana Forest. Después nos pusieron una película muy larga sobre una cueva con pinturas rupestres en Francia. Todos los viernes hacían tardes de cine y ponían otro autobús desde Auroville para eso. Había muchísima gente, casi todos jóvenes, y muchos voluntarios. Nos dieron de cenar gratis también, una comida que estaba buenísima y sanísima.

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Son muchos sitios los que visité en aquellas tres semanas y no puedo hablaros de todos porque no acabaría. Hay más de cien comunidades y los residentes eligen una de las comunidades para vivir. También hay pabellones de distintos países representando a sus habitantes que viven allí. Me encantó el pabellón tibetano al que fui el día de nochevieja en una celebración que hicieron de velas, mantras y meditación, aunque no hice fotos. Y por supuesto el pabellón indio, del que pongo un par de fotos debajo, la segunda es del auditorio. Por cierto, fui a un concierto de música clásica india en ese auditorio y quedé impresionada por lo grande que era.

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Ah, ya me olvidaba del ayuntamiento de Auroville. Allí tuve que ir algunas veces para poner dinero en la “aurocard” (tarjeta que se utiliza para pagar cosas en Auroville) y utilizar internet. También hay una cafetería-restaurante donde hacen unas tortillas francesas muy ricas y unos crepes de harina de mijo estupendos (y sin gluten!).

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Las dos últimas semanas estuve en el albergue de International House, del que pongo una foto.

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Esos días estuve de voluntaria de lunes a viernes en la granja orgánica de Buddha Gardens. Sólo eran tres horas, de 6 a 9 de la mañana, y daban el desayuno al terminar el trabajo. Aprovechaban esas horas para trabajar porque no hacía tanto calor. La verdad que no me importaba tener que madrugar porque de todos modos la música a todo volumen del templo me despertaba como a las 5 de la mañana todos los días. Y al terminar el trabajo tan temprano tenía todo el día para hacer cosas. Allí iban muchos voluntarios de distintos países, algunos se alojaban allí mismo y otros en otros lugares de Auroville. Me encantó conocer tanta gente de todas partes y trabajar con ellos. Eso sí, a menudo me producían envidia porque la mayoría estaba viajando en India por tiempo largo, de 3 meses para arriba.

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Por último, quería terminar hablando de un festival que aconteció en mis últimos día en Auroville: el festival de Pongal. Se trata de un festival de 4 días de duración para celebrar la cosecha y que se celebra en la región de Tamil Nadu. Cada día va sobre una temática (pinchad en el enlace para saber más sobre el festival). Posiblemente es el festival más importante de todo el año, ¡y yo tuve la suerte de estar allí! Pero mis amigas Susana y Chiang ya no estaban, habían regresado a España unos días antes, lo sentí mucho por ellas. Un día hicieron una fiesta enfrente del solar kitchen, con puestos de artesanía y comida, demostraciones de música y baile, y otros eventos. Fue muy divertido.

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La gente local también pinta estos diseños tan bonitos en el suelo. Es algo típico de esta región y parece que utilizan tizas de colores.

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El tercer día es el día que se honra a las vacas, así que se las decora con pinturas y ornamentos y se les da las mejores comidas. Pero en el pueblo de Kuilapalayam además hacen una carrera con las vacas, estilo San Fermines. No sé si es sólo en este pueblo o lo hacen en más sitios. Yo fui por la tarde y ya lo habían hecho. De todos modos pude ver el ambientillo de fiesta del pueblo y hacer algunas fotos y videos.

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Así me despedí de Auroville y de India, con los coloridos días del festival y todo la animación que conlleva. Caminar sola entre la gente del pueblo y empaparme del ambiente festivo, fue una buena forma de acabar este viaje. Me quedé con ganas de más, a pesar de estar un poco cansada porque mi salud no estuve muy bien que digamos. Podría decir mucho sobre mi opinion de Auroville pero no quiero entrar en esto ahora, ya he escrito mucho más de lo que espera hacer. Creo que es para venir aquí y experimentarlo, y no hacer caso de las cosas buenas o malas que digan. Yo sinceramente no lo escogería como lugar para vivir, pero sí me parece estupendo para pasar una temporada y aprender. Espero que os haya animado a venir a visitarlo un día, y si podéis pasar una temporada larga, mejor. Si queréis información para visitarla, haced clic aquí. Aunque no sea perfecto ni la India auténtica, sí que merece la pena conocerlo y ver lo que generó la visión de una mujer que quería aunar al mundo.


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