Llevo “prometida” (“pidía” como dirían en mi colegio vallecano) más de año y medio. Por tristes circunstancias (lo que viene siendo luchar contra enfermedades malas que me han tenido de baja un año, pero ¡ja! ¡estoy de vuelta, majas!) llevamos retrasando la fecha más de un año (la idea original era junio de 2014).
Cuando por fin vimos que a mi enfermedad le quedaban “los días” contados, empezamos a planear posibles lugares, fechas, ideas… Hemos cambiado de localización por motivos logísticos (y personales) de la ídilica Dénia a la céntrica Madrid (dónde una ha nacido) y de ceremonia junto al mar a algo súper urbano.
Así que, parece que si no hay cambios de última hora, ya tenemos día: 5 de septiembre de 2015. Vayan calentando motores.
Ni somos tradicionales, ni queremos una boda al uso. Por eso nos ha costado infinito encontrar un lugar que se adaptara a nuestras necesidades. En Madrid la gente es bastante cerradita para esto de la organización de eventos, que dices boda y tiene que ser como ellos digan, no como tú quieras. Pero eso lo contaremos con detalle en otro post.
¿Por qué septiembre? Porque en Madrid suele ser aún caluroso pero sin agobiar, es verano sin ser julio, hay horas de luz suficientes y la luz… nos gusta. A pesar de llevar años fuera sigo enamorada de mi ciudad, parte de mi familia y la gran mayoría de mis amigos viven allí, y mi familia política está contenta de conocer España. Además, desde Londres hay buena comunicación (más difícil era a Dénia). Así que… ganan por goleada la fecha y el enclave.
¡Ya ha empezado la cuenta atrás!