En los primeros años de nuestros pequeños, es habitual que aparezcan situaciones violentas.
Antes de los dos años, los aún bebés no han aprendido a controlar sus impulsos y mucho menos a gestionar sus emociones. Empiezan a “manejarse solos”, son más independientes en sus movimientos, aprenden a andar y esto junto al egocentrismo propio de la edad, les lleva a solucionar sus conflictos siempre de la forma que les resulta más fácil, a la fuerza.
De los dos a los tres años, la situación no ha cambiado demasiado, entramos en la Fase de Autoafirmación, marcada por los enfados y la necesidad de reconocimiento. Además, en ambos casos, el lenguaje está aún poco desarrollado y pagan sus frustraciones con mordiscos, bofetadas, arañazos…ten en cuenta que es la forma de comunicarse y expresar sus emociones.

¿Qué hago cuándo mi hijo pegue?
- Explícale las consecuencias de sus actos, “mamá se pone triste”, “los amiguitos no quieren jugar si les tratamos mal”.
- Mantén la calma, no olvides que aprenderá de su entorno y a estas edades la imitación cobra un papel muy importante. Aprenderá entonces de nosotros a mantener la calma y no perder los nervios ante situaciones estresantes.
- Procura que las consecuencias de sus acciones sean consecuencias lógicas:
“volverás a jugar cuando estés más tranquilo y sin hacer daño”.
- Evita hablarle en forma negativa, no le digas “ No se pega”, dile mejor “ Con las manos se acaricia a las personas que quieres” o “ Pegando se hace daño a los amigos y se ponen tristes”.
- No le digas que es malo, sobretodo porque no es verdad y puedes marcar sus actitudes posteriores haciendo que él mismo lo piense.
- Enséñale a pedir disculpas, la humildad y la empatía deben marcar ese perdón. Enséñale a ponerse en el lugar del otro.
Y ante todo recuerda que esa agresividad forma parte de su desarrollo normal, afróntalo siempre con firmeza, constancia y ¡paciencia!
