Los niños, todos los niños se comportan mal en algún momento. ¿Y por qué se portan mal? Pues por un montón de razones, como por ejemplo por cansancio, porqué tienen hambre, para llamar la atención, porque están estresados, porqué aún son demasiado pequeños para seguir nuestras instrucciones, ...
En mi artículo "10 motivos por los que los niños se suelen portar mal" explico algunos de los motivos más frecuentes por los que normalmente nuestros hijos suelen comportarse de un modo que no nos gusta y doy algunas pautas para ayudarles a portarse mejor.
Esta entrada de hoy es una invitación a reflexionar sobre el mal comportamiento de nuestros hijos y nuestro modo de reaccionar. Reflexionar entre otras muchas otras cosas si ¿realmente un niño que está armando jaleo para divertirse, cantando a viva voz o bailoteando por casa se está portando mal o es que somos nosotros que estamos tan cansados que al llegar a casa esperando encontrar tranquilidad ya no tenemos más paciencia?
Claro que hay momentos en los que el "mal comportamiento" no se limita a este tipo de cosas, si no que va mucho más allá como por ejemplo insultar, pegar, escupir, patalear,desobedecer las instrucciones de mamá o papá, ... pero ¿qué hay detrás de todos estos comportamientos? ¿Nos hemos parado en algún momento a pensar por qué está haciendo todo esto nuestro hijo? ¿Hemos analizado la situación con todos sus elementos, es decir, los antecedentes a sus malas formas y las consecuencias que tienen?
¿Cómo reaccionamos nosotros ante el mal comportamiento de nuestros hijos? Nos enfadamos, sermoneamos, reñimos, castigamos, ... pero ¿analizamos la situación en profundidad para poder encontrar el motivo y al mismo tiempo la solución a estos comportamientos que nos disgustan? No, no tenemos tiempo para ello, vamos demasiado rápido, queremos que nuestros hijos se porten bien sin más, porqué esa es su obligación ... pero la realidad nos dice que los niños no nacen sabiendo lo que está bien y lo que no, que necesitan que les guiemos, que les dediquemos tiempo, que pongamos límites y normas claras con consecuencias claras y consistentes en el tiempo.
En otras ocasiones lo que sucede es que definimos como mal comportamiento algo que es sencillamente propio de la etapa o fase evolutiva de nuestros pequeños. Me refiero a aquellos padres que pedimos a nuestros hijos de apenas 4 años que se comporten como uno de 8, o queremos que un bebé de 18 meses ni se enfade ni tenga rabietas ... en estos casos es preciso que nos detengamos a pensar si lo que deseamos es algo realista.
El objetivo de este artículo es que la próxima vez que nuestros hijos no cumplan con alguna de las normas o reglas de casa intentemos probar con nuevas formas de resolver el problema, es decir, intentemos analizar las razones por las cuales nuestro hijo se está comportando mal. ¿Qué ha pasado previamente? ¿Cómo ha reaccionado nuestro hijo? ¿Cómo hemos reaccionado nosotros?¿Qué consecuencias ha tenido el mal comportamiento de nuestro hijo, para él y para el resto de la familia?