Revista Diario
¡Pues ya ha llegado el momento! Ya hace tiempo que lo sabes, de hecho lo sabes de toda la vida. Quieres ser madre y no lo quieres seguir negando. ¡Que lo nieguen las otras! Estás harta de buscar en mujeres que cada vez te resultan más amargadas y desesperadas, que no saben ni por donde tirar, la afirmación de que no quieres tener hijos y que no eres un bicho raro por no quererlo (porque sí te sientes un bicho raro). Estás harta de intentar hacer la “Asociación de las que no queremos ser madres”. Estás harta de sentir en amigas y conocidas que ellas no quieren ser madres, para un buen día enterarte que están más contentas que unas castañuelas porque están embarazadas de gemelos; que resulta que hacía tiempo que lo buscaban y los daba vergüenza decir que no se quedaban... ¡Pues muchas gracias por la confianza! ¿Por qué no se explican estas cosas? ¿Que quizás es una vergüenza que te cueste tener descendencia? ¿Cómo es que hay todavía, hoy en día, este tipo de tabúes? ¿Verdaderamente un amigo de verdad te tiene que esconder que llevan años intentando tener una criatura?
Cada vez con más intensidad, piensas:
- ¿Yo quería formar la liga de las que no quieren ser madres? ¡Basta de mentiras y de negaciones! Yo no quiero ser una mujer amargada, u obsesionada con el trabajo, ni dejarme la dignidad buscando El Príncipe Azul Que No Existe, o esperando que nuestro compañero - si tenemos - se decida a tener hijos. Quiero mirar por mí, quiero realizar mis sueños y hacer de mi vida privada un oasis. ¡Que le den por el saco al trabajo! Bien que como, ¿no? ¡Pues más que suficiente!
Total, un día estás maravillosamente bien, sintiéndote “realizada” y, de repente, viene una crisis, y todo se va a pique. Los trabajos, desgraciadamente, no son por siempre jamás, nunca son seguros. Es importante luchar por una estabilidad, porque la estabilidad económica es importante, pero no vale en absoluto la pena dejarse la piel, y mucho menos sueños por el camino, ni deseos que están allí y no dejarán de estar por mucho que te esfuerces en ignorarlos.
Cada vez con más intensidad, piensas:
- ¿Yo quería formar la liga de las que no quieren ser madres? ¡Basta de mentiras y de negaciones! Yo no quiero ser una mujer amargada, u obsesionada con el trabajo, ni dejarme la dignidad buscando El Príncipe Azul Que No Existe, o esperando que nuestro compañero - si tenemos - se decida a tener hijos. Quiero mirar por mí, quiero realizar mis sueños y hacer de mi vida privada un oasis. ¡Que le den por el saco al trabajo! Bien que como, ¿no? ¡Pues más que suficiente!
Total, un día estás maravillosamente bien, sintiéndote “realizada” y, de repente, viene una crisis, y todo se va a pique. Los trabajos, desgraciadamente, no son por siempre jamás, nunca son seguros. Es importante luchar por una estabilidad, porque la estabilidad económica es importante, pero no vale en absoluto la pena dejarse la piel, y mucho menos sueños por el camino, ni deseos que están allí y no dejarán de estar por mucho que te esfuerces en ignorarlos.