Y allí te plantas una tarde, en atención al cliente, servicio personalizado en una sala aparte, que el mostrador está demasiado lleno y tampoco hace falta que se entere todo el mundo. Te esperas con tu amiga en una sala con unas butacas cómodísimas, todo muy bonito, y una gran característica: todo bastante silencioso. Esto hace que no tengas más remedio que ir comentando las jugadas con tu amiga con voz muy baja.
Te llaman, dejas a tu amiga con una revista del corazón (¡le apasionan!), te hacen entrar en otra sala, y te informan muy cuidadosamente, haces tus preguntas, ellos te hacen las suyas y te aconsejan en esto de los médicos, tienen en cuenta que eres una chica sin pareja, y tú misma pides que sea un médico sensible, que te trate con afecto y comprensión, y te dicen que si este es así, que si el otro es así. Y sales con una cita con el médico del cual, encima, tienes referencias. ¡Ya está hecho! ¡Has dado el primer paso! ¡Ahora mismo saltarías de alegría!
Porque parece una barbaridad, pero en el momento que ya tienes hora para el médico te das cuenta que todo el proceso empieza a coger consistencia de verdad, que ya no forma parte de un sueño dentro de tu cabeza. Ahora es real... Sales de la clínica y lo celebras con tu amiga. Las dos en el mismo proceso, pero de manera diferente: ella con su marido, tú sola. Y la ilusión es la misma. Porque las dos somos mujeres, y lo llevaremos dentro de nosotras, lo sentiremos crecer dentro y lo educaremos todo lo bien que podamos, como madre soltera o casada y con la ayuda inestimable de nuestras familias. ¡Sí, si todo va bien, seremos madres!
Aquel fin de semana informas a los amigos y a la familia que ya tienes hora.
- ¿Cómo es que no me habías dicho nada? Por qué no me lo dijiste y te habría acompañado? – te dicen casi a coro.
- Pues porque no había que ir con toda la parentela a buscar hora, lo entendéis, ¿verdad? – contestas tú, muy divertida.
Lo explicas incluso a tus sobrinos pequeños, de siete y nuevo años. Ellos no han estado al margen del proceso, se lo hemos ido explicando de una manera sencilla, y cada cual lo entiende e interpreta a su manera. El grande ha cogido la idea que vas un día, te pinchan y te meten el niño. La pequeña lo ha entendido mejor y ha interpretado que vas un día y te pinchan una cosa para que después se haga un niño. De vez en cuando te pregunta:
- ¿Cuándo te pinchan? ¿Puede ser que te lo hagan por mi aniversario? Sería un buen regalo. ¿Podrá nacer también el día de mi aniversario?
Poder compartir la experiencia es verdaderamente enriquecedor.