Revista Comunicación
Estábamos buscando un lugar para quedarnos. Teníamos que escoger en pocos días el nuevo sitio donde viviríamos. Viajamos por varios pueblos de Canadá: Burlington, Mississauga, Oakville...todos alrededor de Toronto. Todos nos cautivaron. Todos tienen su encanto y tienen aunque muchos no lo crean, su esencia. No solo son centros comerciales o edificios modernos que exaltan la prosperidad de estas tierras. También si uno quiere puede buscar ese momento que hace que estar allí sea más especial. A veces me pregunto todavía porque siempre quise vivir en un país así. Quizás me gusta que la gente parece que no husmea a su vecino. Pocos se asoman a las ventanas o andan afuera de sus casas sentados esperando ver la cara de los demás. Sea frialdad o apariencia, no lo sé, pero me gusta.
Al final encontramos lo que será nuestro lugar en el mundo por un tiempo, por el tiempo que Dios lo quiera, pero me dejé llevar por mis señales y encontré una imagen que andaba buscando y que fue la prueba fehaciente de que allí me quedaría.