Revista Coaching

Mi madre…

Por Mbbp

MI MADRE…

Ayer asistí a un acto póstumo en honor a mi madre, que murio hace poco más de un año. Fui con mi hija, al fin y al cabo, era su abuela. Era en una organización internacional sin ánimo de lucro en la que ella colaboró durante muchos años. En el evento habían personas que compartieron con ella momentos, trabajos y proyectos. Es sorprendente el aprecio que sintieron por mi madre y así me lo expresaron. Mi madre fue una persona de sonrisa fácil y perenne, que volcó mucha energía en proyectos de esa entidad, sin regatear esfuerzos y sin presumir de sus logros, lo que hizo ganarse la simpatía y la admiración de quien tuvo ocasión de trabajar junto a ella. Pero, además, era mi madre…

Sin duda, la otra cara de una misma moneda, quizás porque era una buena géminis! Madre y celosa trabajadora, dos mundos lamentablemente alternativos y, ahora veo, difíciles de conciliar, a pesar de lo que la gente piensa y nuestros políticos dicen! Como profesional fue incansable trabajadora, admirada por su caracter siempre risueño y su talante cómodo para adaptarse a cualquier entorno, sin perder su natural discreción y elegancia. Siempre dispuesta a ayudar, a trabajar por causas en las que creía, pero siempre quedando en un segundo plano y permitiendo que otros capitalizaran sus logros. Pero ahora veo que su dedicación personal y casi siempre excesiva al trabajo -sin juzgarla, pues era su decisión libre- fue la manera de salir adelante en una vida personal que no fue siempre fácil para ella.

Su papel de madre fue bien distinto! Como hijo, ahora, veo que sus ausencias tenían para ella su sentido. Escapar de la realidad y no afrontar la vida en todos sus ámbitos. Cambió amor, por afecto y efectividad profesional. Quizás su educación familiar, basada en convencionalismos trasnochados y en un mundo social solo aparente, le llevó a no saber gestionar su vida privada. Su propia vida, tal vez carente de sentido pleno, fue sustituída por la complacencia de su trabajo. Pero, tras esa sonrisa perenne y ese ánsia de sentirse necesaria, hubo siempre una mujer y una madre triste, con una vida llena de sufrimiento, que nadie llegó a conocer! Mi madre fue siempre una mujer hermética, amante de hablar de los demás, asi como de ocultar sus sentimientos. Como madre, además, asumió el difícil rol de padre y madre de nosotros, sus cuatro hijos. Y para lograrlo, optó por aparentar firmeza y dureza, privándose de su vida íntima y privándonos de su naturaleza humana. Siempre tuvo esa visión un tanto oscura de la vida, aunque escondida tras una incondicional sonrisa! Quizás por ello se ganó el afecto de quienes la conocían superficialmente, tal y como ella quería. Pocas personas accedieron a sus confidencias y muchas menos a su corazón herido!

Ahora recuerdo su admiración hacia mí persona, lo que me supuso responsabilizarme de muchas de sus decisiones cotidianas! Nació, sin duda, para tener un hombre al lado! Y ese hombre, desde mi temprana adolescencia, fui yo, su hijo pequeño, tal vez porque era el que me parecía más a ella! Extrovertido, alegre, empático… aunque con un fondo de tristeza y de hermetismo ante lo que dictaba mi corazón! De hecho, tardé muchos años en llegar a conocerla, pues tuve que aprender primero a conocerme bien a mí mismo, para así entender sus gestos mudos y sus silencios, tras esa afable y superficial sonrisa. Supongo que creyó que esa sonrisa eterna en sus labios sustituía esos sentimientos que nunca compartió con nosotros, sus hijos. Y una sonrisa por sí sola nunca sustituye el amor sentido, manifestado y compartido!

Hoy veo los resultados! Una vida solo aparente, llena de estímulos externos y de admiración de  los demás, pero vacía por dentro, aunque llena de las mejores intenciones! Unos sentimientos silenciados, pero que le causaban sufrimiento y no ser capaz de encontrarle sentido e ilusión a algo que no fuera su trabajo. Eso fue lo que, seguramente y en contra de lo que muchos piensan, le llevó a vivir una vida sin sentido! Sus hijos, sus nietos, no fuimos tan siquiera una buena razón para ilusionarse… y eso siempre deja huella! No la culpo por ello, pues simplemente fue incapaz de reiniciar su vida ante el doloroso fracaso de su matrimonio! Nunca fue educada para esa nueva vida sóla, ni se preocupó de encontrar una nueva ilusión en su vida! Ahora veo que solo supo sufrir por cualquier motivo real o aparente y, sin quererlo, tiznar nuestra propia vida de sufrimiento!

Mi madre siempre delegó su felicidad en los otros, incluso en nosotros, sus hijos! Pero nunca aprendió que no se puede dar felicidad a alguien por mucho que se le ame, si uno no es capaz de sentirla y tenerla él mismo! Solo podemos dar lo que tenemos! Nos intentó siempre dar amor, sí, pero, por lo mismo, nunca fue capaz de amarse a ella misma ni amar su vida! Nos dió cuidados siempre que estuvo en casa y siempre nos ofreció su sonrisa, aunque sin saber que, la mayoría de las veces, nos regalaba tristeza y sufrimiento. Y es que un hijo, más que seguir las palabras, aprende de nuestra actitud ante la vida, porque así lo siente. Y mi madre, sin querer, nos dió dolor en vez de amor, tristeza, en vez de alegría!

No pretendo juzgar su vida, ni su actitud en ella! Tan solo reflexiono sobre lo importante que es aprender de los aciertos y errores propios y de los demás, para seguirlos o evitarlos respectivamente, en nuestra propia vida! Nadie nace sabiendo ser padre o madre y, desde luego, mi madre no fue la excepción! Como todos, tuvo la oportunidad de aprender de la propia vida y de lo que se encontró en ella, pero optó siempre por evitar el sufrimiento, aunque en vez de lograrlo, se le quedó el sufrimiento dentro, para siempre! Así, hace ahora poco más de un año, decidió que ya había vivido suficiente y se dejó morir plácidamente en una clínica, sin estar enferma, pero sí dolorida! Simplemente, se apagó, discretamente, como siempre ella había vivido! Y es triste ver a tu madre como abandona voluntariamente esta vida sin haberle encontrado su sentido y, por tanto, sin haberla vivido y compartido, como merecía! Porque, para lograrlo, uno debe ser valiente y apostar por sí mismo y por su vida, cosa que mi madre nunca supo hacer!

Aún recuerdo, ante una importante intervención quirúrgica hace unos años, cuando mi madre, al preguntarme si yo creía que se saldría adelante en la operación, yo le contesté que solo lo lograría  si era capaz de ilusionarse de nuevo por su vida, porque si no, no valía la pena estar en este mundo solo para sufrir y lamentarse, como ella había hecho en silencio, durante toda su vida! Sé que fui contundente e incluso aparentemente cruel en mis palabras con mi madre, pero ¿que es el amor a alguien, sino tener confianza en su propia capacidad de entender la vida y de salir adelante, animarle si lo pide y, cuando es preciso, exponerle su realidad para que en ella encuentre una oportunidad para lograrlo, en vez de una coartada más para evadirse o rendirse? El amor no puede ser nunca ciego, ni mudo, ni ocultar la realidad, porque es en ella donde vive y se expande!

Como hijo, amé a mi madre como mujer, madre y profesional emprendedora… y agradecí siempre su atención, su afecto y su permanente preocupación por mí o por cuantos la rodearon. Aunque hoy sé que preocuparse no es necesariamente amar, pero es verdad que a amar se aprende simplemente dejando salir el amor de nuestro interior, sin miedo. Y eso no es siempre fácil, aunque sí necesario en nuestra vida, para alcanzar la felicidad y hacer felices a quienes más queremos! Valoro su arrojo ante una vida difícil e injusta para una mujer sola, en unos años en que esto no era fácil ni frecuente. Agradezco su esfuerzo por intentar aparentar lo que no sentía, con tal de no inquietarme o hacerme sufrir, aunque todo ello fuera en vano. Pero, sobre todo, le agradezco el haberme traído a este mundo y haberme enseñado, por activa o por pasiva, a valorar mi vida, a creer en mí mismo y por dotarme de capacidad para amar de verdad… tanto como ella misma no supo o pudo conseguirlo!

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