Pues sí, así es. Yo lo venía sospechando desde hace bastante tiempo, pero no quería ver la evidencia. Siempre ocurre igual, el sentido común y el cerebro nos dice:
-¿Pero no lo ves? Si es que está clarísimo, es absolutamente irrebatible, las pruebas son contundentes. Puedes engañarte todo el tiempo que quieras pero el resultado será el mismo. Está enamorado de él, sino ¿cómo es posible que te haga esto?
Pero el corazón, siempre queriendo disculpar al infiel y traicionero, te da decenas de disculpas, todas ellas ambiguas y peregrinas:
-Que no, que ya verás que es algo pasajero. Seguro que será flor de un día, porque en su corazón siempre estarás tú. Dale otra oportunidad y verás que sales victoriosa en la pelea.
Y el cerebro contesta riendo a carcajadas plagadas de ironía:
-¡Cuántas oportunidades necesita tu defendido para demostrar su lealtad! ¿Cuántas veces prometerá aquello que sabe de sobra que no es capaz de cumplir, cuanta paciencia tiene que tener mi defendida con él?
Creo que cinco años de humillaciones constantes, semana tras semana es más que suficiente para llegar a la conclusión de que su amor por él es más fuerte que todas las advertencias que ella le haga.
El corazón sigue alegando sin amilanarse:
-Porque es débil, sencillamente por eso. Él cuando sale de casa, sale decidido. Con la determinación en el alma y diciéndose a sí mismo: “Hoy no caigo en sus redes, hoy no logrará engatusarme”, pero llega y el muy malvado está pendiente de clavarle su mirada felina desde que lo ve aparecer por la acera. Se viste con su mejor sonrisa, lo saluda y sabe que mi defendido no logrará zafarse de su embrujo.
Escucho los argumentos de ambos un rato más. Mientras, sopeso los pros y los contras de la decisión que voy a tomar. Siempre me he tenido por una mujer abierta y liberal así que a estas alturas de mi vida no puedo cambiar mis principios por una simple infidelidad. Además recuerdo mi larga lista de infidelidades y la verdad, no me veo con autoridad moral para criticarlo.
¡Bien! Exclamo con una sonrisa para que mi cerebro y mi corazón escuchen el veredicto final.
He llegado a la conclusión de que puedo seguir viviendo perfectamente aunque me sea infiel. Total, a mi no me gusta ir al maldito mercadillo todos los viernes, y si el gitano lo quiere timar, ¿Quién soy yo para quitarle el gusto de que lo pueda regañar al viernes que viene?
-Oye tío, que dice mi mujer que las patatas que me diste el viernes pasado son una mierda.
-¡Pero qué dices! ¿Tú estás seguro que tu mujer sabe lo que son patatas buenas? Venga que te invito a un café.
-Que va macho, me tengo que ir a trabajar no me puedo quedar.
-Bueno pues toma dos cabezas de ajos para compensar, ¡pero que conste que tu mujer me parece a mí que de patatas no sabe ehhh!
Además ya son íntimos amigos y creo que se quieren de verdad.
¿Quién soy yo para deshacer una relación que dura ya más de cinco años?
Además me encanta la ternura que me produce cuando viene los viernes de la oficina y antes de bajar su ordenador ó su chaqueta, viene corriendo, como hoy, y me enseña ilusionado como un niño:
-¡¡Dolega, Dolega mira qué maravilla de melocotones me ha vendido mi gitano hoy!!
Y yo para no romper el hechizo, no le pregunto: ¿A cuánto el kilo?