Revista Educación
No sé cómo lo haces. Para ti son los elogios, para mí los segundos platos y las migajas. Eres la peor amiga que tengo, la más mala y traicionera, la que me roba al chico de mis sueños y llora en mis brazos cuando se le rompe el corazón. Dominas los hilos tan sutilmente que las marionetas de tu obra siguen jugando su papel, cumpliendo la función que tú les has encomendado. Estás intoxicada y me contaminas, me pides consejo y me acuchillas a traición, te hago un favor y me delatas, te encubro y me mientes, conservo tus secretos y tú revelas los míos. Tienes la habilidad de no dejar cabos sueltos, de encontrar otros culpables, de limpiar tu conciencia antes del amanecer.
No quiero convertirme en tu muñeca de repuesto, en tu dulce caducado, en la redención para tus pecados. Ahora que estamos frente a frente te digo que no pienso seguir viviendo en tu mansión de juguete, hipnotizada por tu pelo oxigenado ni rompiendo mi cabeza contra el muro de tus mentiras. En mis ojos ya no entran más farsas. Vete y déjame en paz y llévatelo todo, tus insultantes poses, tu cara de niña buena, tus frases envenenadas. Hasta tu perfume barato. No quiero volver a ser víctima de tus planes. Ahora contarás tu versión y seguirás camelando, convenciendo, enamorando. Pero yo me desvinculo y no te hagas la ofendida, por favor. Eres increíble. No te rindes nunca. No, no me sigas. No quiero enredarme en tus trapos sucios. Para ti la derrota, para mí el alivio que deja el valor de haberte enfrentado. Eres mi mejor enemiga, la más cruel e ingeniosa, la que me regala una piruleta y me pide a cambio todos los caramelos.