Revista Infancia
Al conocer a David, una de las cosas en las que todo el mundo coincide es en lo cariñoso que es (sobretodo conmigo).
Aunque cada vez menos, es un niño al que le cuesta un poquito hacerse a los desconocidos. Tiene mucho carácter y mucho nervio. De hecho, otra de las cosas que destacan de el es su impaciencia.
A mi, el hecho de que ahora, con la edad que tiene, sea impaciente, es algo que no me preocupa en absoluto y que considero que es totalmente normal. Los niños son impulsivos y viscerales..cuando quieren algo lo quieren ya. Pero sé que el paso del tiempo les va enseñando a ser pacientes...se supone que nosotros, como adultos, tenemos esa cualidad más desarrollada (o al menos así debería ser) y no deberíamos impacientarnos ni pretender que las cosas ocurran antes de tiempo.
Que tenga un carácter tan particular es algo que me encanta. Aunque a veces sea un poquito más complicado me gusta mucho que mi pequeñin tenga tan claras las cosas y que tenga sus peculiaridades. Estas pequeñas cosas son las que le distinguen del resto, las que le convierten en el niño tan maravilloso que és.
Y respecto a lo cariñoso que es...no podría estar más satisfecha. Y no solo estoy satisfecha, sino que estoy muy orgullosa de mi trabajo como madre en este aspecto.
El otro día, una madre, viendo como David me abrazaba, me decía que qué envidia, que le encantaría tener un hijo tan cariñoso.
Aunque está claro que esta cualidad también depende mucho del carácter del niño, creo que la manera de criarlo puede potenciarla mucho. Conversando con esta mami, le expliqué que desde que nació, jamás había negado a David un abrazo o un mimo, aunque me dijeran que lo estaba malcriando. Nunca había despreciado ninguna muestra de afecto que viniera de el y siempre que me da un abrazo que no espero, le doy las gracias (aunque pueda parecer raro, regalos así hay que valorarlos como merecen). Además, casi siempre ha ido a bracitos o en portabebés y a dormido con nosotros, porque quiero que pasemos el mayor tiempo posible tocandonos, oyendonos y sintiendonos.
Creo que estos factores favorecen que el niño no tenga ningun problema en mostrar su afecto, incluso que llegue a necesitar hacerlo, puesto que lo recibe constantemente y sin límites. Para mi, tocar y abrazar a mi hijo es algo tan necesario como comer o respirar y creo que he sabido transmitirselo.
Tengo claro que, indiferentemente de la crianza recibida, algunos niños son más cariñosos que otros. Esto es algo que no dudo. Pero también tengo claro que es más fácil que nuestro hijo nos demuestre su afecto si está acostumbrado a recibir constantemente muestras del mismo. Porque creo que tan importante como querer a nuestros hijos, es hacerles llegar este sentimiento.
El amor es algo que nunca está de más...jamás dañaremos a nuestros hijos por decirles mucho que los queremos, o por darles miles de abrazos. Lo que daña y muchas veces de manera irreparable, es la carencia de este.
Así que estoy encantada con lo mimosete que es mi pequeño y espero que siempre tenga esa capacidad de mostrar su cariño a los demás. Es algo de lo que estoy muy muy orgullosa.