Revista Opinión

Mi mujer con el fotógrafo RELATO ERÓTICO

Publicado el 06 diciembre 2019 por Carlosgu82

Mi mujer con el fotógrafo

El primer escrito que hice para Estefanía, mi mujer; era uno en el que la llamaba zorra. Sí, sé que no suena precisamente como un cumplido pero lo era. En ese escrito estaba explicado el porqué. Fue un riesgo que tomé, pues sabía que había una gran posibilidad de que no se lo tomara de la mejor manera, además no nos conocíamos demasiado pero decidí escribir eso para ella asumiendo cosas y para mi sorpresa, atiné. Hice mención al escrito de «la zorra» porque hay un fragmento de ese escrito en el cual acoto que para la sociedad, una zorra es, entre otras cosas una mujer a la que le gusta mostrar su piel. Yo insistía en que a mi me gustaba que una mujer mostrase su piel, no por el morbo de verla, que también, pero más que eso porque me comunicaba dos cosas: 1. Que no era víctima de los típicos complejos que suelen asechar los auto-estimas femeninos basados en la superficialidad. 2. Que es una mujer que se gobierna a sí misma. Que no hace caso del que dirán los demás. El segundo punto es el más importante, pues habla de lo que más valoro de la mujer en el aspecto actitudinal. Y sobretodo, de Estefanía. Un rutinario sábado, estaba sentado en la sala de la casa leyendo Rabia, un muy buen libro breve de Stephen King. Cuando de pronto, Estefanía se acerca a a la sala, completamente desnuda. Había salido hace una media hora de la ducha y se había quedado en la cama de la habitación distraída en su celular, con la toalla de secarse puesta y su noción del tiempo desapareció a un punto tal que el mismo tiempo secó su cuerpo sin necesidad de que ella lo hiciera. Cuando se acercó a la sala desnuda, no fue con ninguna intención sexual. Únicamente fue a buscar el libro que estaba leyendo ella titulado Azótame, de Miranda Forbes. Siempre dejamos nuestros libros en la mesa central de la sala con su página marcada, así que, mientras yo leía Rabia, ella se acercaba con su imperiosa desnudez a recoger su libro, ignorándome totalmente. Robó mi atención de tal manera que cuando volví a mi libro, tuve que leer la misma página otra vez, porque me desconcentré por completo. Aún así no le dije nada, permití que se retirase de la sala y se dirigiese de nuevo a la habitación a vestirse y leer su libro. Transcurrió aproximadamente una hora de silencio y lectura, cuando decido levantarme e ir a la habitación a ponerme los zapatos para salir a dar una vuelta por un parque botánico que está ubicado a media cuadra de nuestro hogar. Suelo ir allí y sentarme para dejar que mi cuerpo tome luz natural y aire, eso me ayuda a dejar fluir las ideas. Cuando entro a la habitación, me encuentro con Estefanía que continuaba leyendo «Azótame», con unas bragas puestas y los senos a la interperie – Estás para foto. Digo en tónica de broma. Estefanía responde silenciosa con una mirada periférica y una leve risa sarcástica que quitaba valor a mi comentario. Repliqué con la misma leve risa sarcástica e interrumpí tiernamente su lectura para darle un beso antes de salir al parque. Estuve ahí durante aproximadamente una hora y al regresar, Estefanía ya se había puesto su respectivo pantaloncillo corto y su top y descansaba viendo series en Netflix. Honestamente, era una aburrida tarde sabatina, me senté junto a ella a ver televisión. – ¿Lo decías en serio? Pregunta Estefanía repentinamente – ¿De qué hablas? Respondo, olvidadizo – Lo de las fotos. Replica Estefanía … Hice un gesto de desentendido intentando recordar de qué fotos hablaba Estefanía, cuando luego de unos segundos recordé que le había dicho que estaba para foto cuando la vi leyendo en la cama con los senos al aire. – Ahhh. No, no era en serio. Aunque no sería mala idea. Yo no soy un fotógrafo profesional, pero trabajé durante un año en una tienda de fotocopias en la cual se ofrecían fotos de todo tipo, además de eso soy asesor de imagen con lo cual tengo idea de como se hacen buenas fotos recursivamente. Comenzamos a mantener una conversación al respecto mientras ignorábamos la televisión – ¿Una sesión de fotos al desnudo? Pregunta Estefanía con la picardía que la caracteriza. – Me encantaría. Respondo con seguridad. Esta complicidad que tenemos mi mujer y yo, es definitivamente el sostén de nuestra relación. Muchas ideas comenzaron a pasar por mi cabeza, imaginaba fotos con clase en blanco y negro, otras en las que la sensualidad era el recurso predominante, tenía básicamente un álbum de fotos pasándome por la mente así que dimos pie a esa idea. Ambienté un poco una parte de la casa para que pudiéramos comenzar a tomar las primeras fotos. Tomé un libro, una taza de café y unos lentes sin aumento que yacían en un escritorio cuyo origen ni Estefanía ni yo conocemos, pero estaban ahí. La primera foto consistía en Estefanía luciendo una bata de baño mientras posaba sentada en un pequeño escritorio leyendo con una taza de café cerca de ella y los lentes puestos. Se veía sensualmente intelectual. Era una foto en blanco y negro. La segunda foto era un poco más picante, era de Estefanía totalmente al desnudo, mostrando a cámara su perfil izquierdo y cubriendo sus pezones con sus manos. Esta foto era a color. La tercera foto, mostraba desde el abdomen de Estefanía hasta su cabeza, acostada en la cama completamente desnuda, con uno de sus antebrazos cubriendo su pezón, y el dedo índice de la mano que conformaba ese mismo brazo, introducido en su boca con sensualidad, mientras su otra mano apretujaba su otro seno. Las fotos estaban quedando bien, pero eran fotos hechas con la cámara de un celular y sí, hoy en día hay celulares que tienen cámaras que funcionan a la perfección, pero las funciones de una cámara profesional son inigualables y lo que estábamos haciendo era arte, yo soy un apasionado del arte, por algo soy escritor. Me gusta que todo quede perfecto sin importar el precio. Durante mi paso trabajando como fotógrafo conocí a un buen amigo, llamado Antonio. Él se quedó en ese mundo de la fotografía y hoy en día ofrece su propio servicio autónomo en un estudio que esta ubicado en el Centro Comercial Plaza Las Américas, es el centro comercial por excelencia del Cafetal. Lo bueno de este centro comercial es que tiene algunos niveles con tiendas algo escondidas, en donde está ubicado su estudio fotográfico. Esto no es en realidad bueno para el centro comercial, pero es bueno para lo que necesitábamos Estefanía y yo. Estefanía ya conocía a Antonio, varias veces fuimos a tomar fotos allá para la escuela de su hijo y para nuestro pasaporte. Así que ellos mantenían una relación cordial. Como ya dije antes, quería que este proyecto quedara perfecto bajo cualquier precio y el precio no necesariamente tendría que ser monetario, el precio podía ser permitir que Antonio pudiera gozar de la desnudez de mi mujer. No me importaba realmente, quería tener mi álbum de fotos de Estefanía al desnudo. Guardé las tres primeras fotos que tomé de manera casera en mi celular y marqué a Antonio para ver si prestaba servicio los sábados por la tarde. Me dijo que no, pero que igualmente estaba en el estudio así que por la amistad, podía hacerme ese favor. Mi mujer y yo vivimos en un la punta de una colina que, al bajarla completa, se encuentra el Centro Comercial Plaza Las Américas, así que no nos tardamos demasiado en llegar allí. Me olvidaba mencionarlo, Antonio es dos años mayor que yo y es un sujeto alto, mide aproximadamente unos dos o tres centímetros más que yo y yo mido 1.84. Él es más robusto que yo, no es que yo sea precisamente musculoso, al contrario, soy muy delgado. Él no lo es, pero tampoco es muy musculoso. Sólo tiene más masa muscular que yo y una contextura mas ancha. Antonio es de piel oscura. Al menos más oscura que la mía y yo no soy precisamente caucásico. Nos acercamos al estudio de Antonio y nos saludamos todos cordialmente. Pasamos de la rececpción directo al salón de fotos, en el cual hay un escritorio pequeño detrás de  una pared blanca con reflectores en un sitio espacioso. Nos sentamos a plantearle a Antonio la idea y él, dentro de su profesionalismo, asintió y permitió que Estefanía tomara la iniciativa de quitarse la ropa sin dar ningún imperativo. Asumo que la incomodidad albergaba su ser, como era de esperarse. Estefanía fue a cambiarse a un estrecho baño que quedaba al fondo del estudio y salió de allí con una lencería ardiente. Antonio, con su cámara profesional tomaba fotos seguidamente y yo vigilaba que todo estuviera bajo control en cuanto al proceso creativo. Estefanía poco a poco iba desprendiéndose de su lencería, logrando así un álbum secuencial. En la primera foto aparecía mostrando su perfil izquierdo mientras con su mano derecha deslizaba el tirante del brasier por su brazo izquierdo con sensualidad y lentitud y así continuó hasta que la lencería que vestía quedara en el piso por completo. Una vez terminamos de tomar todas las fotos, Estefanía, Antonio y yo nos sentamos en el escritorio que yacía tras los reflectores a revisar todas las fotos desde la cámara. Estefanía seguía desnuda, Antonio se encontraba a su izquierda y yo a su derecha mientras era ella quien tenía la cámara en sus manos. Pasamos todas las fotos y Estefanía fue eligiendo cual le gustaba más, ella parecía no haber caído en cuenta de que continuaba desnuda junto a Antonio y junto a mi. Yo asumí que no representaba ningún problema, pero me equivoqué. La mano derecha de mi mujer sostenía la cámara mientras que su otra mano curioseaba superficialmente en el pantalón de Antonio. Lo noté de inmediato y los nervios me consumieron. Estaba excitado. Quería que sucediera. Ya había sucedido una vez con Jesús, el vecino y realmente lo único que logramos con eso fue fortalecer nuestra complicidad y confidencia. Además, Estefanía hacía todo eso frente a mi, así que permití que continuara mientras consentía su acción acariciando levemente su espalda. Noté como Antonio acomodaba sus piernas para dar paso a la mano de Estefanía y ella pudiera sentirlo más, mientras que ella seguía pasando las fotos de la cámara intentando disimularlo todo hasta que simplemente sucediera. Tomé la iniciativa y le arrebaté la cámara a Estefanía de las manos para luego acercarme a su oído y decirle… – Hazlo. Estefanía, luego de la luz verde que le di, apretó con propiedad el pene de Antonio desde la parte externa de su pantalón. Antonio me miró para ver cual era mi reacción y al notar que no había objeción de mi parte, él mismo desabrochó su pantalón y lo deslizó hasta sus tobillos para permitir que Estefanía siguiera acariciándolo por encima de su boxer. Comencé a besar a Estefanía, con el vértigo en mi corazón presente. No importa cuantas veces tengamos estas aventuras, ese vértigo será perenne. Pero lo disfruto, me hace sentir vivo. Decidí también desprenderme de mis pantalones y mis calzoncillos y comencé a masturbarme por mi cuenta mientras Estefanía seguía acariciando a Antonio. Me coloqué detrás de Estefanía y Antonio delante de ella, mientras ella posaba todo su cuerpo sobre el escritorio, poniéndose en cuatro. Antonio deslizó sus calzoncillos hacia sus tobillos estos acompañaban ahí abajo a sus pantalones, el pene de Antonio, que no era precisamente grande pero tampoco pequeño, era de tamaño regular pero era notablemente grueso. El pene de Antonio ya estaba dentro de la boca de Estefanía y la abarcaba toda, casi parecía no caber en su boca y sus labios escurrían un baboso líquido que ocasionaba excitación en mi. Esto sucedía mientras yo estaba recostado a las nalgas de Estefanía, besándolas con cariño mientras toqueteaba su vagina con mucho detalle, la estrujaba cambiando mis dedos de posición y sentía como sus escurridizos fluidos cubrían mi mano. Comencé a introducir un dedo en la vagina de Estefanía cuando ella tomó la mano de Antonio, la puso en su cabellera mientras el pene de Antonio seguía en su boca, Estefanía posó sus manos sobre el escritorio y Antonio con la cabeza de Estefanía sujetada, comenzó a penetrar su boca con intensidad pero con suavidad y lentitud. Eran aproximadamente la cinco de la tarde ya. La noción del tiempo era inexistente. Posé mi rodilla derecha sobre el escritorio, mientras sujetaba la cintura de Estefanía la penetraba con fuerza. Durante todo este proceso, Antonio seguía penetrando la boca de Estefanía hasta que ella misma se anticipó, lo retiró de su boca y lo sujetó para darse golpes en la lengua con la cabeza del pene de Antonio hasta que este dejo caer su semen sobre la lengua de Estefanía y ella, como un cremoso helado con la diferencia de que la temperatura de esta crema era alta; se limpió los alrededores de su boca con la misma lengua. Yo continuaba penetrándola cada vez con más fuerza. A diferencia de nuestros otros encuentros sexuales, esta fue breve y de poco palabreo. Sólo estábamos dejando que todo ocurriera. Comencé a penetrar la rosada y húmeda vagina de Estefanía cada vez con más fuerza, quería castigarla y Antonio se daba cuenta de mi intención porque cada vez yo parecía más molesto, no estaba molesto, estaba excitado a un punto que la euforia recorría mi cuerpo y los gemidos de Estefanía eran continuos y a ojos cerrados, emitía un gemido sobre el otro comunicando un claro placer a descontrol. Finalmente eyaculé dentro de mi mujer y mi voz fue de plena satisfacción — ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh! Exclamé como gemido final, con un extenso aire y una voz que expresaba masculinidad. Luego de haber eyaculado, di dos empujoncitos más dentro de la vagina de Estefanía para luego retirar mi pene de allí dentro y sacudirme un poco para terminar de escurrirme todo. Estefanía abrió los ojos y se dirigió a Antonio que durante los últimos minutos se había dedicado a observar como yo penetraba a mí mujer. Ella conectó su mirada con la de él mientras llegaba a un orgasmo y con cara de excitación desbordada y luego de haber mordido sus labios le dijo: — Ahhh, ¡Que rico! Entre gemidos finales que comunicaban plena satisfacción. Subí mis pantalones y Antonio también mientras que Estefanía se dirigía al baño a ponerse la ropa de nuevo. — ¿Que fue eso? Preguntó Antonio mientras Estefanía se tardaba en el baño. — Tranquilo, no hay tensión. No es la primera vez que pasa algo similar. Respondí sereno. Estefanía salió del baño y recogió su lencería del suelo y como si nada preguntó: — ¿Para cuándo tenemos las fotos? — Hoy mismo se las envío al correo. — Bueno. Respondió Estefanía con una admirable capacidad de hacerse la que nada pasó. … — ¿Nos vamos ya? Me preguntó Estefanía en tónica de sugerencia. — Sí, ya nos vamos, déjame buscar el efectivo para pagar el estacionamiento. Respondí Nos despedimos ambos de Antonio y quedamos en esperar a la noche para ver las fotos en nuestros correos. Cuando nos subimos al carro para regresar a la casa, mi mujer mientras se colocaba el cinturón de seguridad en el asiento de copiloto, me pregunta: — ¿Por qué me dejas hacer esas cosas? – Porque tú eres libre de hacer lo que tú quieras. Respondí con ironía. — Pero ¿Te gusta hacer esas cosas? Preguntó Estefanía con intenciones claras, estando muy al tanto de la respuesta. – Sí me gusta, me da adrenalina, nervios, celos, pero todo eso mezclado me produce excitación. Estefanía me dió un tierno beso en la mejilla de premio. — ¿Me dejarías hacer lo mismo con otra mujer, estando tú presente? Pregunté, negociando. – Esto ya lo habíamos hablado, te dije que sí. Respondió Estefanía. — Ah, pero como tú haces preguntas cuyas respuestas ya sabes, yo también puedo ¿Cierto? Dije, con sarcasmo. — Eres un tonto. Dijo Estefanía con cariño, para responder a mi sarcástica actitud en el momento. Le devolví el tierno beso que me había dado en la mejilla, pero en su boquita, mientras miraba la dirección obviamente para no chocar. Llegamos en breve a la casa y se hacían las siete de la tarde. No pleneábamos dormir a esa hora, pero nos acostamos a descansar un poco y revisando mi celular, caí en cuenta de que habían llegado las fotos. Me puse a revisarlas con Estefanía y me di cuenta de que teníamos ambos potencial para eso. Pero fue simplemente una distracción de tarde sabatina. Luego de eso, seguimos nuestra vida rutinariamente con nuestras alocadas aventuras que eventualmente nos hacen escapar del día a día y le dan fuerza al nudo que amarra nuestra complicidad.

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