No pasa ni una semana sin que alguien nos recuerde que estamos en una sociedad de mucho peso. No, no me refiero a que nuestro estado o nuestra economía tenga mucha influencia sino más bien a una característica física, el acúmulo de grasa, ganada a base de castigar a nuestros genes con excesos de energía y defectos de actividad. Está claro que estamos en un ambiente obesogénico donde la capacidad humana de soportar crisis de hambrunas a base de adaptarnos a la penuria alimenticia ha dado un enorme giro. A lo largo de la historia del hombre nuestros genes han sabido adaptarse para sobrevivir en épocas difíciles (quedando diseñados para el ahorro energético) y ahora que tenemos alimentos de sobra somos incapaces de compartirlo. De tal forma que repartimos el mundo en dos subespecies: gordos y flacos, manera vulgar de decir que o no llegamos o nos pasamos. La obesidad y hambre no dejan de ser las dos cara de una misma moneda, la malnutrición y esta reflejo de la desigualdad social del planeta.
Si antaño el problema de las consultas con respecto a la alimentación era "mi niño no me come" ahora la pregunta y duda es descubrir si mi niño es obeso.
Hace 25 años que un grupo de profesionales arropados por la SEMFyC pusieron en marcha el Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS) para proveer al resto del colectivo de actuaciones que de forma sistematizada y basadas en la evidencia pudieran desarrollarse a través de los centros de atención primaria. Diez años más tarde (hacia 1990) un grupo de pediatras completó el abanico de actividades a los primeros años de vida, constituyendo el Grupo Infancia y Adolescencia del PAPPS. Ahora estos grupos de expertos realizan la actualización 2014 de sus propuestas recogidas en un suplemento publicado este junio en la revista Atención Primaria. Si bien son interesantes todas ellas me paro en el planteamiento análisis y recomendaciones hechas para el cribado de la obesidad infantil y consejo para la prevención de la obesidad.
1. Manifiestan que se puede hacer el cribado de la obesidad infantil mediante la comparación y/o situación del índice de masa corporal (IMC) en una curva (diferente para niñas o niños) que representa a la población de referencia. Es lo que llamamos percentil. Si tuviéramos 100 niños con estas características ordenados de menor a mayor ¿que lugar ocuparía el niño que estamos estudiando? Pues bien en los mayores de 2 años se establece que si estuviera ordenado con el número 85 o más lo consideraríamos como niño con sobrepeso y si estuviera con el número 95 o más sería clasificado como niño obeso. Y según cada caso se debería de actuar de una manera específica.
2. La "mala noticia" es que no existe suficiente conocimiento contrastado sobre la efectividad de las intervenciones en los casos de obesidad detectados. Así que poco margen de acción tenemos. Algunas experiencias como Niños en movimiento, MOVI y otros, intentan con metodología y algunos resultados incidir en este tema. Pero dado que revertir de forma eficiente este estado de exceso de peso es complicado lo más sensato es evitar llegar a él y echar mano del "más vale prevenir que curar".
3. En base a los conocimientos actuales podemos empezar a pensar que tienen mayor probabilidad de padecer este problema aquellos infantes en los que concurren circnstancias como la presencia de obesidad en los padres, la macrosomía (peso elevado) al nacer, tengan un comportamiento sedentario o en cuyo hogar se practique una dieta inadecuada.
Como estrategias de prevención primaria, estas recomendaciones del PAPPS definen algunos consejos dirigidos a toda la población que realizados por los profesionales de atención primaria en sus rutinarios contactos con los padres y niños pueden ser muy importantes, como por ejemplo:
- Antes del nacimiento: Actuar para evitar aquellos factores que se han relacionado con un peso elevado al nacimiento (ganancia de peso excesiva de la madre, diabetes...). Las madres deben comer adecuadamente durante el embarazo.
- Tras el nacimiento recomendar e insistir en promover la lactancia materna y una correcta introducción de los alimentos.
- Saber respetar el apetito de los niños y no forzar la alimentación. Por cierto creo que aquí es un buen lugar para recomendaros el libro de Julio Basulto (@JulioBasulto_DN): Se me hace bola, en el que realiza una propuesta sensata y basada en la evidecia para incorporar dentro del hogar un patrón de dieta sana que pueda ser asimilado por los hijos. Una buena lectura.
- Limitar el consumo de alimentos excesivamente energéticos (barritas, tentempiés, algunos lácteos, refrescos azucarados...) Elegir opciones con poco azúcar o sin él.
- Procurar un consumo adecuado y equilibrado de grasas, frutas y verduras. Elegir opciones con poca o sin grasa y procurar 5 raciones (adaptadas) entre frutas y verduras por día.
- Incentivar la práctica de actividad física tomando todos parte activa en ello. (Entre 30 y 60 minutos cada día adaptando a la edad)
- Limitar a un máximo de dos horas las actividades sedentarias (tv, ordenador, video juegos...)
Aún se me antoja dificil la implicación de nuestros políticos para lograr movilizar a la sociedad en contra de la obesidad pensando en ejemplos como la pro-actividad de Michelle Obama.