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En 1918, en Bristol, Inglaterra, un chaval de 14 años llamado Archibald Alexander Leach era expulsado de la escuela por un quítame allá esas miradas indiscretas al vestuario de las chicas. La vida del chico en cuestión no era lo que se dice de película. Bastantes penurias económicas y su madre internada en un psiquiátrico. Ya de perdidos al río, Archie decide entrar en el mundo del espectáculo, y se incorpora a la compañía de un tal Bob Pender.
Unos cuantos años después, Archie Leach subía al estrado de un teatro de la ciudad de Los Ángeles para recibir de manos de Frank Sinatra un Oscar honorífico por toda una carrera. Un camino en el cual, junto a muchos otros cambios, había dejado de ser Archie para convertirse en Cary. Cary Grant.
El prototipo de caballero inglés con una infancia de pobreza, el maravilloso actor de comedia que jamás obtuvo un oscar (salvo el mencionado), el preferido de un director (Alfred Hitchcock) que no era precisamente amable con los actores, el millonario personaje que mantenía su tacañería de pobre necesitado… la vida de Cary Grant es todo menos plana y falta de contrastes.
Quizás por esa plenitud de contrastes, Cary Grant fue un actor extraordinario. Richard Stickel, crítico de la Revista “Premiere”, digo de Cary Grant: “Es el mejor actor que nunca ha habido en las películas”. Y puede que lo sea. Sólo hace falta nombrar alguna de las cintas en las que su presencia se agranda hasta convertirse en imprescindible: “Arsénico por Compasión”, “Historias de Filadelfia”, “La Fiera de mi niña”, “Con la muerte en los talones”, “Sospecha”, “Gunga Din”…. no diga cine, diga Cary Grant.
Es posible que sólo le hubiera faltado una cosa. Ian Fleming, el creador de James Bond, se inspiro en su personaje público para dar ciertas características al personaje de 007, pero nunca lo interpreto. Aunque viendo el siguiente video, no podamos estar tan seguros…
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