Prologo
Con 50 años ya no se es joven. No mucho, aunque intentes conservar un atisbo de juventud, una traza de vitalidad, las arrugas de tu rostro te delatan. Y mírate, hoy vuelves de nuevo a la ciudad que te vio nacer. Las casas, los edificios, incluso las calles, han cambiado por completo. Y eso que solo han pasado 30 desde tu exilio.
Y aun así recorres la calle principal como si conocieses el lugar, ignorando el hecho de que tú ahora eres una extraña. Inmersa en todo este nuevo color que ahora reina en cada rincón de tu antiguo hogar. ¿Quién iba a decir que tu ciudad, la capital, tuviese alguna vez este aspecto? A ti, que la viste gris toda tu vida. Hace 30 años todo era neutro. No se podía escuchar todo este barullo latente. Una melodía de voces que cambia constantemente, pero que aun así, es hermosa. Nada de eso, todo lo vivo, colorido o ruidoso fue destruido hace eones, o eso es lo que tu recordabas. Cualquier cosa que trasmitía algo estaba prohibida. Y a ti te parecía que era lo más correcto. ¿Cuánto has cambiado desde entonces? La gente se refugió en el gris, en lo sobrio, justo como él quería.
Y ahora 30 años después, reconoces que después de todo, si que era, en parte, culpa tuya. Pero, ah, 30 años antes tú eras la mejor. La mejor en lo tuyo. Aun que lo tuyo fuese una tarea tan sórdida como lo era. Y aun así tú seguías allí. Nunca te rendiste. Aun que lo que más sientes ahora es reconocer que hubo un tiempo en el que disfrutaste de ello. ¿Así de cruel eras? No, ¿Así de cruel eres? Solo te conocían como la sombra. Una sombra temida por la resistencia, temida incluso por los mismísimos aliados. Rápida, discreta, eficaz. Así era como él solía describirte. Así era como tú te considerabas, y aun así te sentías orgullosa. ¿Cuánto tiempo llevas caminando ya? 15, 20, no, 30 minutos. La calle principal ahora llena de puestos ambulantes, e incluso arboles. ¡Arboles! Si él hubiese visto como de “sucias” están ahora las calles de la capital… Una pequeña sonrisa apareció en su cara. No podía dejar de ver el pasado, aun cuando se encontraba en vías de avanzar hacia el futuro. Siguió caminando bohemiamente por la calle principal. No disponía de un determinado rumbo. Se inquieto al ver el consulado de paz. Aquel edificio de líneas rectas y blanca fachada que se alzaba en lo alto de un cerro, un poco alejado de la ciudad. No lo han destruido, como tú pensaste. De hecho, seguía tan impecable como hace 30 años.