Ayer por la tarde, alguien me recomendo en Twitter que buscara un psicólogo para que estudiara mi obsesión con Enrique Dans. Concretamente, el tuitero en cuestión afirmo que debía ser un psicólogo de la rama lacaniana. Le reconocí que no sabía cual era esa rama, y me remitió a Google. Lo buscaré un día de estos.
La conversación derivó después en un debate sobre la falta de coherencia que para mí suponía que el amigo Dans, tan ardiente defensor de la cultura libre y de las redes, pusiera trabas para que su libro fuera copiado libremente. Aunque fue una conversación mantenida en un tono educado, me sorprendió la afirmación de mi interlocutor de que mi libro “Primera Cosecha” no tuviera la misma licencia Creative Commons, que si la tiene, además de que en su versión PDF es de descarga gratuita, comparados (lo siento, empezó él) con los 13 € creo, que cuesta el “libro” de Enrique Dans. También afirmó que lo de la descarga gratuita era buena estrategia, ya que nadie lo querría comprar. También tuve que contestar a eso, ya que si ha habido gente que ha comprado el libro, en su versión papel, con un precio de 9,99 €. Las ventas, he de decirlo, no llegaran, ni por asomo, a una parte ínfima de lo que venda el libro del Caballero del Cable en la Cara, aunque me siento increiblemente orgulloso de todos y cada uno de los libros que he podido vender. En una cosa vamos a estar a la par: ni mi interlocutor (tampoco el amigo Enrique) se va a comprar mi libro, ni yo me voy a comprar el suyo.
Además de esta conversación, algunos tuit aislados, charlas de bar e incluso DMs me han interrogado sobre lo que tengo en contra de Dans. Así que creo que debo sentarme en el diván de mi blog, que para eso lo tengo, entre otras cosas, y soltar la chapa sobre el asunto.
La primera razón para criticar a Dans fue la publicación del famoso “manifiesto”. Critiqué a Dans y a los otros redactores y primeros impulsores del famoso manifiesto porque no sólo se atribuyeron una representación que en ningún caso tenían, sino también porque su desprecio fue absoluto hacia quien no opinábamos lo mismo, cerrando cualquier atisbo de solución conciliadora entre las partes implicadas en el problema, a lo que habría que añadir que en mi opinión lo único que querían conseguir es defender su “trozo de tarta” desde sus posiciones dominantes en el panorama público de la Red en nuestro país. No creo que tengan en absoluto ninguna interés moral, sino más bien económico en todo este asunto. La prueba, en el caso de Dans, es que su hipocresía llega al punto de poner a la venta un libro de manera completamente incoherente con su “cruzada” a favor de la “libertad” en la red. Un libro que cuesta, por ejemplo, un precio que no resistiría cualquiera de sus propios post en contra de la industria cultural y sus modelos de negocio. Así que esa es una de mis razones. Nadie habla por mi, y menos alguien que habla como Enrique Dans.
De ahí pasamos a una segunda razón. Al atribuirse de manera continua conocimientos que no posee sobre herramientas que no utiliza, su presencia en los medios es apreciable, apoyado por esa misma élite con la que comparte objetivos. Y la gente que no sabe, que no está dentro de Twitter o los blogs, toma su referencia de alguien que les proporciona una imagen equivocada. Y si, eso me molesta sobremanera. Porque yo creo en la Red como herramienta para cambiar las cosas, para compartir conocimientos y sentimientos, para debatir y aprender, para permitir el acceso de cada vez más personas y sistemas a ella, no como una manera de llenar el ego y el bolsillo. Dans es profesor del Instituto de Empresa, y eso es a lo que se dedica, a enseñar a hombres de negocios a ganar más dinero. Y eso es para él la red. No tengo nada en contra de los negocios o de ganar dinero. Pero si de engañar a la gente ofreciendo una imagen falsa, estropeando lo que es el verdadero futuro de la red, que no es ningún dispositivo o programa nuevo, sino la incorporación efectiva de toda la sociedad a su uso y disfrute, su utilización para un mundo mejor, no para unos bolsillos más llenos. Dans vive en un mundo que no es representativo de la sociedad, un mundo de empresas y palabras en inglés, de élites, altos sueldos y pasillos de moqueta. Y pretende hablar por el resto. No, gracias.
Hay dos razones más. La primera, que reconozco personal, es que no me gusta en absoluto su éstilo de comunicar. Me parece pedante y soberbio. Hay una expresión argentina que he descubierto hoy que le cuadra perfectamente: “Ese tipo habla encima de un caballo”. La segunda, y última, es su presencia y opiniones en y sobre Twitter. Es completamente absurdo que alguien que no usa Twitter, que tan sólo sigue a escasamente 80 personas y que no participa en prácticamente ninguna conversación o iniciativa de Twitter, que bloquea de manera sistemática a quien le critica, haciendo imposible el debate, pueda emitir opiniones sobre esta red social. Opiniones que, para más inri, son escuchadas por quien no tiene conocimientos sobre ello y tomadas por buenas. Volvemos a lo mismo. No quiero que Dans sea la imagen de algo en lo que creo.
Estas son mis razones para una “obsesión” por Enrique Dans. La otra argumentación en mi contra, que es la de la envidia, no tengo ni ganas ni tiempo de contestarla, entre otras cosas porque el tiempo hará el mismo trabajo con menor esfuerzo de mi parte.
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