A veces me limito a contar las cosas que he hecho en un lugar y me da la sensación de que solo doy pinceladas de lo que me pareció como destino para pasar mis vacaciones. Por eso, hoy voy a dar mi opinión de Lanzarote, teniendo en cuenta las expectativas previas, lo que me encontré y por su puesto, comparándolo con otros lugares y dentro del marco referencial de mis gustos. Lo que a mí me parece aburrido a ti te puede parecer interesante; y lo que a mí me parece demasiado turístico a ti te puede resultar maravilloso. Si quieres datos prácticos de la isla, te remito al post sobre cosas qué hacer y ver en Lanzarote durante seis días.
Dicho esto, contaré tres cosas que me encantan del destino y tres cosas que me decepcionaron. Con todo ello puedo decir que merece la pena y que las cosas buenas primaron sobre las menos buenas, quedándome incluso ganas para volver y conocer sitios que por falta de tiempo no pude, como la isla de la Graciosa.
Tres cosas que bien: Paisaje, gastronomía, tranquilidad
El paisaje
Sin duda, la razón más importante para elegir Lanzarote como destino es que su paisaje te seduzca. Salpicado constantemente de volcanes y de pueblos de fachadas blancas, una de las actividades más placenteras en la isla es simplemente conducir por sus carreteras y sorprenderse con las vistas, observando cómo los tonos volcánicos va tornándose diferentes y la armonía que reina en las diferentes caras de la isla.
Pero más allá de los viajes en carretera, hubo dos lugares donde disfruté mucho de este atributo de Lanzarote y fue en la Caleta de Famara y en las playas del sur, donde la más conocida es la de Papagayo, y que se encuadran en el Parque Natural protegido de los Ajaches. En el primero, reina el componente natural compuesto del mar bravo y un pueblo donde muchas calles son de arena y si te tomas algo, tus pies disfrutan de un terreno blando donde posarse. En el segundo, el ancho mar queda por delante siendo la costa una serpiente que se levanta en forma de acantilados.
En ambos se puede uno parar, sentar y disfrutar de un paisaje abrupto y de la cercanía del mar, que siempre es un placer.
Además el paisaje volcánico y rocoso hace que sean posibles lugares tan sugerentes como Los Charcones.
La gastronomía
Supongo que me hago mayor y que cada vez me gusta comer mejor porque hace pocos años no creo que hubiera destacado este punto de un destino. Pero sí. En Lanzarote comí bien; yo diría que rematadamente bien. Y supongo que también supuso en cierto modo una sorpresa, un aliciente que no esperaba y que disfruté especialmente. También para ello es necesario dedicar tiempo en buscar información y dejarse un poco de dinero, pero creo que con todo ello, merece la pena.
Entre los platos locales destaca el pescado. Aunque hay diferentes tipos –en algunos lugares no sabían si quiera decirnos el nombre-, sin duda el cherne fue nuestro favorito. En otros casos, cansados de comer en grandes cantidades, optamos por tapas como cazuelas compuestas por gambas, queso y cebolla; lapas; croquetas de tinta de calamar; o queso frito; todas ellas originales y buenísimas.
Por otro lado, hay buenos vinos de la tierra, nacidos en suelo volcánico y con sabores refinados que acompañaron divinamente los ricos platos de los que os he hablado. El que más me gustó fue el Vulcano, que probé en varios de los restaurantes. Para hacer una visita y recrearte en este mundo, puedes ir a la bodega El Grifo, donde disfrutarás de sus viñedos y un Museo del Vino bastante logrado.
Tranquilidad
Al margen de varias localidades turísticas del sur, Lanzarote es un lugar muy tranquilo. Aún yendo en agosto, no lo noté masificado (tan solo había colas en los lugares más turísticos) y eso se agradece. Hay veces que no hay nada mejor que esa sensación de estar perdido en el fin del mundo… y dado que nuestros hoteles fueron lugares para disfrutar de la estancia, nos recogíamos pronto y disfrutábamos simplemente de estar de vacaciones.
Aunque quizás no estoy todavía en ese punto de necesitar estar aislada de todo, sin más objetivo que pasear por una playa desierta, por lo que uno de los puntos en contra es que la isla me pareció demasiado tranquila. Todo tiene siempre su reverso; supongo.
Tres cosas que mal: demasiado tranquila, playas, lo turístico
Demasiado tranquila
Como os decía, hubo ocasiones en las que acabábamos el día buscando un rincón donde poder tomar algo y ver el atardecer, con un poco de ambiente. Y no lo encontramos. Lanzarote es quizás poco animada –siempre estarán las poblaciones del sur, mucho más turísticas, pero tampoco nos gusta demasiado ese rollo- y supongo que eché de menos un bar o un rincón donde poder disfrutar de su paisaje de un modo relajado pero con más gente.
Para explicar más gráficamente mi opinión, os contaré cómo fue nuestra búsqueda de un poco de ambiente. Uno de los primeros días estábamos en la Caleta de Famara pero nos apetecía disfrutar de un buen atardecer (aunque el tiempo tampoco acompañaba). Cogimos el coche y nos acercamos a los primeros pueblos, pequeños, que había. Eran pueblos sin ninguna atracción más allá que la calma y el sosiesgo, que me recordaron al mío –en León- y pronto nos dimos cuenta de que iba a ser difícil encontrar lo que queríamos.
Es curioso porque a veces digo que busco lo auténtico en los viajes y no había nada más auténtico que aquello… y aún así no se ajustaba a lo que queríamos. Quizás también a veces, busquemos lo turístico; productos creados para nuestro disfrute como viajeros. Eso es lo que comprobé en Lanzarote tras esta historia. Y no me cuesta reconocerlo…
Las playas de Lanzarote
Para decir porque no me gustaron excesivamente las playas de Lanzarote tengo que aclarar que este viaje fue una escapada veraniega cuyo objetivo era disfrutar de un lugar de costa, relajadamente; ver también cosas; pero fundamentalmente, disfrutar de buenos arenales, copiosas comidas y de cervezas frente al mar. Vamos, un viaje de relax.
Y aquí viene el problema de las playas de Lanzarote: no es una isla donde te encuentras buenos arenales en cualquier lado. La gran mayoría de ellas son artificiales, pues la costa lanzaroteña es de roca. Digamos que si espontáneamente paras en una zona de costa puede que no encuentres una playa o que la que encuentres no sea muy adecuada para el baño. Además, los arenales de las localidades turísticas del sur como Playa Blanca o Puerto del Carmen no son especialmente bonitas y hay bastante gente.
Aún así, hay playas que merecen la pena como la de la Caleta de Famara (de aguas bravas, con una zona de arena larga, apta para el surf y con un paisaje precioso) o las playas de la zona de Papagayo, varias con aspecto más paradisíaco y con buenas condiciones para el baño. Para llegar a estas calas hay que pagar un pequeño importe por ser zona protegida y andar con el coche por un camino en malas condiciones, pero todo ello merece la pena.
Para explicarme un poco más, no es que las playas de Lanzarote sean lo peor, pero desde luego distan mucho de ser increíbles.
Sus visitas turísticas
Es bueno que en Lanzarote haya cosas turísticas y por supuesto, hay que pagar por ello, pero me parece que se hace de todo cosa turística y se paga demasiado por ello. Por ejemplo, una de las visitas turísticas que se incluyen en los bonos turísticos de la isla es la entrada al mirador del Río, con vistas a la Graciosa, que después tiene dentro un restaurante. ¿De verdad les parece que esto es una visita para pagar por ella? Vale, que la hizo Manrique y habrá tenido sus gastos, pero seguro que otras atracciones realmente turísticas, como los Jameos del Agua o la Cueva de los Verdes, podrían amortizar la inversión. No sé, me sentía un poco tonta al haber pagado por ver unas vistas naturales que deberían ser patrimonio de todos, ¿no?
Por otro lado, en el bono turístico se ofrecen varias visitas conjuntas para hacer un precio más barato, como es habitual en este tipo de bonos. Pero no todas las visitas se pueden unir, ya que no valen lo mismo; dejando por ejemplo la visita del Timanfaya fuera por un mayor coste. Lo entiendo, pero de nuevo, planteo: ¿De verdad no ganan la suficiente pasta como para hacerlo un poco más barato? Siendo la del Timanfaya además una visita bastante pobre… no sé, de nuevo me sentí un poco estafada, por mucho que haya que verlo sí o sí, pues merece mucho la pena.
Por último, otra visita que me pareció sobrevalorada fue la Fundación César Manrique. Un supuesto museo donde apenas hay obras del artista y que finalmente aprecié más como una visita por la que fuera su casa. Una construcción bastante lujosa y perfectamente integrada en el paisaje que puede tener cierto interés… pero que personalmente, no creo que justifique 9 euros de entrada.
Dicho esto, las visitas que hice en Lanzarote me resultaron en general bastante interesantes. Una pena que un alto precio y demasiadas expectativas frustraran un poco el conjunto.
Pero como adelanté, con todos sus pros y contras, Lanzarote es una isla seductora y exótica a ojos del viajero, que incluso del mismo país, encuentra en esta isla un aire único y encantador.