Revista Cine

Mi otro yo

Publicado el 29 junio 2014 por Spiderman @cineylibertad

mi-otro-yo-imagen-1Isabel Coixet es uno de esos valores seguros de nuestro cine. Ha dirigido una obra maestra como La vida secreta de las palabras; la notable Elegy; escribió el buen guión de Ayer no termina nunca que como película resulta insoportable, aunque como documentalista se encuentra altamente ideologizada, acuérdense de Hay motivos y Escuchando al juez Garzón. Sin embargo, en esta ocasión ha bajado el listón de modo considerable, probablemente por su excesiva carga de trabajo, puesto que tiene varios proyectos en mente y por tratarse de un trabajo de encargo. Si pensaba asustar a los espectadores, no lo ha conseguido. Si quería captar al espectador aficionado al suspense, no ha cumplido su objetivo. Si quería llamar la atención por su originalidad, se estrella casi estrepitosamente, ya que el final, sin ser nada de lo otro mundo, es de lo poco salvable del largometraje, que desde un punto de vista técnico resulta simplemente correcto. Se agradece la escasa duración de la misma porque a los pocos minutos conocemos demasiados detalles de la trama, no siendo necesario alargarla más.

 
Fay es una adolescente que participa en un casting para el teatro del colegio, donde es seleccionada para representar a la protagonista de una obra, lo que generará el recelo de alguna de sus compañeras, por lo que tendrá que descubrir a la persona que intenta suplantarla.

 
La cineasta ha contado con un reparto potente en el que participa Sophie Turner, recordada por interpretar a Sansa Stark en la serie Juegos de tronos. El personaje masculino recae en Jonathan Rhys Meyer al que Woody Allen le dio la oportunidad en Match point y todo un clásico como Geraldine Chaplin, que no hay película española en la que no participe haciendo un papel secundario siempre interesante.

 
La cinta cae en todos los tópicos del género del suspense, sirviendo su visionado para que nos demos cuenta de la importancia que el cine suele dar a la familia a pesar de que no es lo más importante de la producción. Por otra parte, refleja el daño que puede hacer la envidia que una persona pueda despertar en alguien junto a las consecuencias personales que puede presentar este defecto en el envidioso.


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