(Si no leiste la primera parte de esta historia pincha aquí)
Como iba contando ya estaba dilatando pero no como debía, así que me trasladaron a la sala de dilatación (en la camilla, no me dejaron ir andando) y allí conocí a la que fue la matrona que ayudó a nacer a mi pequeño. Se llamaba Justa y era bastante simpática cosa que me agradó. Le dije que qué bien. Que como ya estaba de parto no tendrían que ponerme la oxitocina, a lo que ella me respondió -¿Cómo que no?, si te la tengo que poner ahora mismo-. Pues ¡venga!, otro mal rato para mí…comencé a ponerme muy nerviosa. La matrona salió y la escuché hablar con otras que estaban fuera: -Pobre chica, de tres centímetros y con la dichosa oxitocina y sin poderse mover, cuando podría haber dilatado tranquilamente en su habitación y a su aire…pero ¿Qué puedo hacer yo?, me han mandado que se la ponga, no puedo hacer más que ponérsela, no me dejan otra opción-
Imaginaos cómo me sentí, sentí que hacían conmigo lo que les daba la gana, yo no podía decidir por mí misma y la matrona tampoco, y es que a veces ellos son sólo mandados por mucho que lo quieran hacer bien.Justa me “enchufó” la oxitocina e imaginaos que pronto comencé a sentir unas contracciones bastante dolorosas y encima sin poderme mover de la cama, de estar boca arriba y con las correas puestas….eso no había quien lo aguantara. Pero volvió la matrona y a pesar de lo que le habían mandado, me desconectó la oxitocina durante un buen rato, me dijo que me fuera al baño y me relajara y que me moviera y colocara como yo quisiera. ¡Menudo alivio!, podía moverme y vivir mi trabajo de parto como me daba la gana y eso ayudó muchísimo. Cuando me encontré mejor me conectó otra vez durante un rato, luego otra vez desconectaba y a sentarme al sillón, cosa que también me alivió bastante. Yo era consciente de que había que monitorizar a mi pequeño casi todo el tiempo por su corazón pero es que ¡necesitaba poder moverme! y mi matrona me ayudó a que llevara el mejor trabajo de parto posible.
Lo peor fue cuando me trajeron a la cama de al lado a otra mujer de parto, además era su segundo hijo y os juro que no paraba de chillar y que cada vez que ella gritaba a mi me dolía el doble….ufff eso fue de lo peor…me hicieron un tacto y vio que aunque estaba dilatando muy bien (5 cm) seguía sin borrar el cuello del útero así que para ver si así se borraba me tuvo que romper la bolsa y efectivamente comencé a borrar el cuello de una maldita vez. Esto fue a las 5 de la tarde más o menos. Pero hasta que fue todo bien y bajo los incesantes gritos de mi “compañera” me desesperé y comencé a no poder más y pedí hablar con la anestesista para contarle lo de mi espalda y la posibilidad de ponerme la epidural. Vino y le conté mi situación, me dijo que me la podía poner si yo quería pero que si podía aguantar mejor pues con los dolores podría empujar mejor luego, aún así yo la pedí y al poco tiempo vino con un chico (por lo visto estaba de prácticas) y le dijo que me la pusiera él, ¡maldita decisión!, después de dos pinchazos dice que ya está puesta, pasa el rato, media hora, una hora…y nada…no notaba ningún alivio, sólo que el líquido corría por mi espalda pero no por donde debía, imaginaos que impotencia y rabia sentí, después de intentar no ponérmela decido hacerlo muy a mi pesar y encima no me la ponen bien…me eché a llorar desconsoladamente por haber decidido ponérmela, total…no me estaba haciendo efecto…así que seguí dilatando sin ella hasta que la anestesista me hizo caso. Para entonces eran las seis y media y ya había borrado el cuello del útero y estaba de ocho centímetros. La anestesista corroboró que estaba mal puesta y yo ya de rabia le dije que quería otra ya, ella discrepó, que ya para qué, que ya era tarde…pero insistí pues ya estaba harta de tanta tontería. Esta vez me la puso ella y a la primera acertó, ahora bien… para cuando me hizo algo de efecto ya eran mas de las siete y estaba en la sala de partos pariendo a mi hijo…así que al final pasé todos los dolores de un trabajo de parto inducido, que impotencia, imaginaos.
De todos modos decidí tomarme el parto lo mejor que pude, por fin tendría a mi hijo conmigo y llegaría la tranquilidad, estuve empujando con mi marido mientras mi matrona ayudaba a parir a “mi compañera” que lo tuvo antes que yo y al poco nos tocó a nosotros. Para cuando me llevaron al paritorio me había hecho algo de efecto la segunda epidural pero la primera había hecho de las suyas y me había dormido las piernas por completo y no tenía ningún control sobre ellas. Por suerte no se me pasaron las ganas de empujar y algunos dolores y mi parto al final fue bien, mi matrona excelente, ya no solo en el trabajo de parto si no en el nacimiento de mi hijo. En la sala de parto sólo estaba ella y una enfermera y más tarde una pediatra pues como mi hijo tenía las pulsaciones así tenían que hacerle un pequeño examen a nacer.
Mientras mi matrona atendía mi parto a las mil maravillas llego la pediatra sin venir a cuento y comenzó a empujar mi barriga para “ayudar a salir a mi bebé” según ella…tanto empujó que me desmayé por unos segundos, cuando abrí los ojos no sabía ni donde estaba, y me pregunto, ¿Quién era la pediatra para tocarme a mi?, y ¿Cómo lo permitió la matrona?, inmediatamente le dije que me dejara tranquila y no empujara más y me dijo –si es por ayudarte, mujer…- y le dije que no me ayudara tanto que en vez de eso me estaba jodiendo y que me dejara parir tranquilita. La matrona le dijo que me dejara y siguió con su trabajo. Por fin mi hijo salió al mundo a las siete y media de la tarde del día 7 de marzo con casi 4 kilitos y con 56cm e inmediatamente lo pusieron en mi pecho, piel con piel, fue maravilloso y al final disfruté mucho de mi parto a pesar de todo y siempre acompañada por mi marido, que sin él jamás hubiera sido tan bonito como fue.
Y todo esto con un parto vaginal a pesar de las dificultades, un periné perfecto y sin episiotomía a pesar de que la cabeza de mi bebé era muy grande y un post parto muy tranquilo en una sala donde a los poco minutos de nacer ya tenía a mi hijo enganchado al pecho. Eso lo hace una buena profesional, una mujer que me ayudó en cuanto pudo y que se lo curró conmigo a pesar del resto de personal que tan mal lo hicieron. Le estoy muy agradecida.Los dos días que pasé allí ingresada fueron estupendos, me atendieron genial a mi y mi bebé, mi marido no se separó de mi ni un segundo y me apoyaron en todo lo posible con la lactancia materna, en eso he de decir que no tengo ninguna queja, aunque durante mi trabajo de parto y mi parto hubieran dos mujeres indeseables que tanto me hicieron sufrir.Os dejo el momento en el que nació mi pequeño para que veáis realmente cómo fue ese momento de alumbramiento y en el que, a pesar de todo lo pasado y de ser un parto inducido, al final tuvimos un parto feliz.
Con esto os quiero decir que aunque debemos luchar con uñas y dientes para que nos dejen vivir el parto a nuestra manera hay ocasiones como la mía en las que no queda más remedio que una inducción o una rotura de membranas y que de ser así no tenemos por qué tener un mal parto y hay que intentar disfrutarlo todo lo que se pueda y para eso no debéis permitir que os traten como ganado y hagan con vosotras lo que quieran.Y que denunciéis prácticas tan lamentables como la que me hizo a mi la obstetra de turno sin mi consentimiento o la anestesista dejando a un inexperto para ponerme la epidural o a la pediatra empujando sin motivos cuando incluso la OMS no lo recomienda, que por cierto, por culpa de eso estuve sangrando más de lo debido. Que dejéis claras vuestras preferencias y deseos sobre vuestro parto y que pidáis apoyo con la lactancia.Nunca dejéis que hablen por vosotras y luchad por el parto que deseáis y si, como fue mi caso, no es del todo posible al menos luchad por que sea lo mas natural posible y por poder disfrutarlo cuanto podáis.Somos las protagonistas y tenemos todo el derecho a vivirlo lo más dignamente posible.
Poe mi parte le doy las gracias a la matrona que me tocó por suerte y por el apoyo que me brindó, por su paciencia y por sus buenas palabras y por lo bien que lo hizo y al personal de planta que nos trató de maravilla. A los demás, a la obstetra, a la pediatra y a los anestesistas sólo decirles que empaticen un poco con nosotras y sean capaces de sentir como podemos sentirnos nosotras cuando nos tratan así.
Aún despues de todo y a pesar de todo tengo claro que cuando tenga otro hijo si Dios quiere, lo tendré en el mismo hospital.