Revista En Femenino

Mi parto inducido

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Hace poco más de 3 semanas que di a luz a Bichito. Si me seguís por Instagram, estoy segura de que ya le conocéis. Sobra que diga que se me cae la baba con mi príncipe. De todos modos, otro día escribiré un post más sentimental.

Hoy, y para volver de forma oficial al 2.0, quiero contar como fue mi parto, además de que es el punto de partida de esta nueva aventura llamada maternidad. Será un post largo, pero pienso poner toda la carne en el asador.

mi parto

Me gustaría ser lo más esquemática posible, así que intentaré relatar los hechos de forma cronológica. No obstante, me gustaría comentar antes que finalmente me dieron cita para inducir el parto estando de 41+5 semanas, es decir, el 26/12/2015, sábado a las 9:30h.

Ahora sí, ¡vamos allá!:

26/12/2015

5:30h – Me desperté como tantas otras veces durante la noche, pero esta vez vi que estaba perdiendo un líquido de color rosa. Recordando lo que me explicaron en las clases de preparación al parto, supe que era líquido amniótico.

Me puse feliz, no os lo voy a negar. Había escuchado tantos casos de mujeres que se ponían de parto justo antes de su inducción que llegué a creer que a mí me pasaría lo mismo.

Desperté a maridín y ya nos quedamos los dos despiertos, nerviosos. Ya que teníamos la hora programada a las 9:30h para la inducción, no iríamos antes al hospital, así que me puse una compresa y me senté en el sofá para relajarme.

Tenía contracciones de forma regular, cada 7 minutos o así, pero no dolían. El caso es que algo estaba pasando y estaba emocionadísima.

9:30h – Llegamos al hospital y les informé de que a pesar de tener programada la inducción, había roto aguas (luego supe que era fisura y no rotura) y tuvimos que esperar un rato en la sala de espera. El 26 de diciembre es festivo en Cataluña, así que el hospital estaba vacío y muy tranquilo.

10:00h – Dicen mi nombre, y maletas en mano, maridín y yo pasamos a consulta donde me dieron el camisón de hospital típico abierto por detrás para que me cambiase. Sin mirarme ni nada, me pasan a monitores durante 1 hora.

Tenía contracciones mas o menos regulares, pero no dolían. Yo solo podía pensar que sin dolor no había avance, y lejos de ponerme más nerviosa, me dediqué a relajarme y a intentar hacerme amiga de la matrona que me habían asignado. Tal y como os dije, aunque llevaba un plan de parto en la carpeta, decidí que lo mejor que podía hacer era comunicarme lo máximo posible con el personal sanitario. Y así lo hice.

En la sala de monitores (que realmente era una sala de partos vacía porque no tenían donde ponerme aún… la luna llena de la noche del 25 había llenado de parturientas el hospital y yo no dejaba de escuchar llantos de bebés naciendo), me pusieron la vía en el brazo izquierdo.

11:00h – Me hacen pasar a la consulta de una ginecóloga que, o tenía mi edad o era más joven. Me hizo un tacto vaginal y me dijo que no estaba verde del todo y que había alguna esperanza de que la cosa no se alargase demasiado.

Me explicó que me pondría una primera dosis de prostaglandinas (dos pastillas vía vaginal) que tenía una duración de 4 horas y que como máximo, se podían poner 6, es decir, 24 horas de inducción con prostaglandinas.

No todas las mujeres reaccionan igual a esta hormona, así que en función de como fuese avanzando, así iría la cosa.

Con la primera dosis de prostaglandinas puesta, volvimos a la sala de monitores mientras preparaban una sala de dilatación para nosotros.

Sobre las 12:45h, empiezo a notar que me da una hipoglucemia. Yo se lo comunico a la matrona, pero al rato aparece una enfermera distinta para preguntarme por qué no me había llevado mi insulina. Yo le expliqué muy amablemente que a mí nadie me había dicho nada, que el ginecólogo me dijo una vez que una vez llegase al hospital, ellos se ocuparían de mi diabetes. La enfermera me dijo un “pero es que tu no estás de parto aún” que hizo que le respondiera un “y yo que sé…” desganado y en plan rancio.

Finalmente, me midieron el azúcar y efectivamente, estaba baja de azúcar, así que a las 13:00h me trajeron la comida que devoré porque estaba muerta de hambre, aunque un poco “plof” por la bajada de azúcar.

13:15h – Nos pasan a una sala de dilatación que ya había conocido cuando estuve en urgencias a las 30 semanas de embarazo. Era una sala no muy grande con una cama, una butaca reclinable y un baño con una ducha bastante chula (que no utilicé).

Estuvimos ahí esperando que pasase el tiempo hasta la próxima dosis de prostaglandinas que debía ser a las 15h.

Durante esas horas, iba y venía la matrona para preguntarme como estaba, tomarme la tensión, la temperatura y conectarme a monitores. Mis contracciones eran como un dolor de regla. Salimos un par de veces de la sala de dilatación para pasear por el hospital y activar el proceso. En uno de esos paseos (yo llevaba bata para taparme el culo, obvio), nos encontramos con mis suegros que habían venido a saludar.

15:00h – Tenían que venir a buscarme para la siguiente dosis de prostaglandinas, pero justo entró una mujer gritando como si no hubiese un mañana, diciendo que tenía contracciones cada dos minutos y con ganas de empujar. Sus gritos me pusieron los pelos de punta.

15:10h – Se oye llorar al bebé de esta mujer que hacía tan solo 10 minutos que acababa de llegar. Confieso que con cada llanto de bebé, a mí se me empañaban los ojos de la emoción. Estaba deseando vivir ese momento yo también.

15:45h – Ya que no aparecía nadie por allí, le pedí a maridín que saliese a preguntar qué pasaba conmigo.

16:00h – Me vuelven a pasar a la consulta de la ginecóloga que me hace otro tacto vaginal. Estoy dilatada de 4 cm y dice que me va a romper la bolsa amniótica para hacer que todo vaya más rápido.

No me dolió nada. Noté como caía todo el líquido entre mis piernas, y después, volvió a ponerme una segunda dosis de prostaglandinas.

Ella auguró que probablemente no necesitase más dosis de prostaglandinas, pero que me lo tomase con calma.

16:30h – Las contracciones empezaban a doler más, y cada vez que tenía una, tenía pérdidas muy bestias de líquido amniótico, por lo que tuve que cambiarme de compresa varias veces.

17:30h – La matrona me trajo mi merienda, me midió el azúcar y me puso la insulina que me correspondía. Me dijo que saliese a pasear, pero la cosa se estaba poniendo seria y no me apetecía salir de la habitación. Le pedí una pelota de pilates que me trajo enseguida.

18:45h – Tenía contracciones cada 3 minutos y dolían bastante. Lo que me sorprendió, es que entre contracciones seguía doliéndome todo, en menor intensidad, pero dolor al fin y al cabo. No había descanso.

La matrona me propuso ponerme la epidural, y yo me lo quise pensar por el hecho de no tener que quedarme quieta en la cama directamente. Me comentó que lo pensase, pero que de momento íbamos a monitorizar un rato a Bichito.

19:00h – Parecía que el dolor aumentaba de forma exponencial, y estando en cama, era todavía más difícil de pasar una contracción tras otra. Así que, cuando apareció de nuevo mi matrona le dije “venga va, quiero la epidural que esto ya duele” a lo que ella me respondió “claro cariño, ¡es que tienes unas señoras contracciones ya!”

19:15h – Apareció el anestesista (también muy joven, quizás más joven que yo) y empezó a prepararlo todo. A mí se me hizo eterno, y el ponerme la epidural, algo muy doloroso.

Me conectaron también un montón de cosas en la vía, en total 4 cables. Además, me dejaron conectada a monitores todo el rato.

20:00h – La epidural me hizo efecto enseguida, pero a estas alturas empecé a notar que se me adormecía hasta la cara. Tenía sensación de estar drogada y empecé a tener bastantes náuseas. La sensación era muy agradable pero incómoda a la vez.

Desde que me pusieron la epidural venían cada dos horas para sondarme y vaciarme la vejiga. Por otro lado, no recuerdo cuando me hicieron el primer tacto vaginal después de la epidural, pero juraría que fue antes de las 21h que había el cambio de turno de matronas.

21:00h – Llegaba el cambio de turno de matronas y a mí me entró el miedo, pues consideraba que había tenido bastante suerte con la que me había tocado (no recuerdo su nombre, la verdad). Vino a despedirse de mí, a desearme suerte y esperaba no verme por la mañana cuando volviese.

Justo en ese momento, me pareció escuchar la voz de la matrona que nos dio el curso de preparación al parto. Le dije a maridín que saliese a saludarla y a preguntar si podía beber un poquito de agua, pues la matrona de antes decía que no había ningún problema.

Se saludaron y ella vino a verme super contenta. Nos contó que íbamos a ser su primer parto en este hospital pues hasta ahora solo había pasado consulta en el CAP y dado cursos de formación (ya había atendido partos, pero en Londres, no aquí). Y yo tan feliz. Con una matrona tan “anti maniobras chungas” iba a ser todo más fácil y ya si que podía olvidarme de mi plan de parto, que ella me lo respetaría todo.

Me dijo que ella (que también era anti tactos vaginales innecesarios) no pensaba mirarme hasta las 12 de la noche, ya que hacía poco me había visto la otra matrona y aún faltaba para la dilatación completa.

21:30 – 00:00h – Me sentía muy drogada y se me cerraban los ojos, pero me dieron muchísimas ganas de vomitar, y así ocurrió. De la forma más indigna posible, me pusieron una bolsa de basura sobre el pecho y vomité hasta la primera papilla.

Y hasta la medianoche, volví a vomitar una segunda vez. Solo puedo recordar lo mal que me encontraba.

Mi matrona venía y me tomaba la tensión y la temperatura de vez en cuando. En alguna ocasión también me arregló el pelo y me hizo un buen moño alto para que no me molestase el pelo.

27/12/2015

00:05h – Vienen dos ginecólogas jóvenes, mi matrona y una auxiliar de enfermería. Primero me sondan para vaciarme la vejiga y después me hacen un tacto vaginal las tres primeras para ponerse de acuerdo (a mí en el fondo no me importaba, total, no sentía nada).

Las tres coincidieron en que estaba dilatada completa, pero aún había un reborde en el cérvix (tiene que estar afinado completamente). Mi matrona daba palmadas de alegría y me dio un beso felicitándome por lo bien que lo estaba haciendo. Las dos ginecólogas me dijeron que para ser una inducción, estaba yendo todo bastante deprisa, que podía estar muy contenta.

Me dijeron que había que esperar un poco a que Bichito bajase más.

Al rato, tuve que llamar a mi matrona de nuevo. Vomité una tercera vez.

2:45h – Después de echar varias cabezadas, yo seguía mareadísima con la epidural. Me costaba hasta mantener la cabeza en su sitio. Vinieron de nuevo las tres chicas (dos ginecólogas y matrona) y se pusieron de acuerdo en que estaba lista para pasar a paritorio.

Como por arte de magia, me despejé enseguida. Estaba tranquila pero muy emocionada, pues por fin iba a terminar todo aquello e iba a tener a Bichito en brazos.

3:00h – Entré en una sala de partos con luz muy tenue. Allí estaban las dos ginecólogas, mi matrona, una auxiliar de enfermería y otra matrona más mayor (la que cortaba el bacalao).

Mientras lo preparaban todo, me dijeron que con cada contracción, aprovechase para empujar. Yo me agarraba a unas manetas de la cama, llevaba mi barbilla al pecho y empujaba como si no hubiese un mañana.

Mi matrona le enseñó a maridín el pelo de Bichito, pues se veía que estaba ya ahí su cabecita. No obstante, la matrona mayor dijo de repente: “por aquí no pasa”.

Yo me quedé un poco en shock y pensé, “y qué narices hacemos ahora, eh? no podías haberlo visto antes?”, creyendo que me dirían de hacer una cesárea, pero no, una de las ginecólogas jóvenes me dijo que tenían que utilizar ventosa.

Mi matrona me puso cara de pena y me dijo que lo sentía mucho, que sería un parto instrumentalizado y que ya sabía lo que eso significaba: que no me libraba de la episiotomía ni suplicándolo.

Lo asumí enseguida entre contracciones y pujos con los que seguía intentando obrar un milagro, pero no, Bichito no salía.

Escuché los dos cortes que hicieron de mi episiotomía y me colocaron la ventosa. Entonces fue cuando empecé a flipar un poco. Me hicieron mucho daño colocándomela y me quejaba en voz alta para que les llegase el mensaje de que si querían, podían ponerme más epidural. ¿No se supone que con esta anestesia no se nota nada?

Y empezaron los peores 15 minutos de mi vida. Con cada contracción me pedían que empujase a la vez que la ginecóloga tiraba de la ventosa. Yo sentía como me partía por dentro y el dolor era inaguantable.

Grité. Grité como aquella mujer que entró y dio a luz en 10 minutos con un parto natural de libro.

Con cada pujo, la fuerza que hacía se transformaba en un grito que recuerdo como si fuera de una persona ajena. Me recuerdo a mí misma gritando y me estremezco, hasta me dan ganas de llorar.

Después de 15 minutos así, salió la cabeza de Bichito. Yo lo notaba absolutamente todo. Me pidieron que dejase de empujar, y en cuestión de segundos, pusieron un bebé de 55cm sobre mi pecho desnudo.

3:30h – Por fin había nacido Bichito, y después de que le frotasen para espabilarlo, empezó a llorar y no dejó de hacerlo hasta media hora después.

Estaba calentito y olía tan bien…

Yo lloraba-gemía. Fue alucinante sentir sobre mi pecho a ese bebé que llevaba tanto tiempo esperando. Maridín también estaba emocionado.

Mi matrona nos felicitó y nos hizo la foto de rigor, mientras en mis bajos, seguían trabajando para sacar mi placenta, pues se negaba a salir.

La ginecóloga me apretaba muy fuerte la barriga para ayudarla a bajar y cuando finalmente salió (no recuerdo cuanto tardó, pues yo estaba con los ojos sobre Bichito aunque sintiendo el dolor de lo que me hacía la doctora), me dijeron que había perdido mucha sangre y que me iban a poner “nosequé” vía rectal que podía darme fiebre.

Bichito seguía llorando sobre mi pecho mientras me cosían (por suerte esto no lo noté), pero me lo tuvieron que quitar de encima porque empecé a temblar muchísimo, con mucho frío (llegó la fiebre) y no podía aguantar a mi pequeñín encima. Aprovecharon para pesarle y medirle mientras yo vomitaba una cuarta vez.

Cuando cesaron los temblores y me recompuse, a pesar de que estaba echa una mierda (dicho rápido y mal), volvieron a ponerme a Bichito encima.

Eran las 4:15h cuando me devolvieron a la sala de dilatación donde estábamos antes mientras preparaban una habitación. Y allí fue cuando empezamos la lactancia materna, pero eso ya vendrá con otros posts.

Así fue mi parto. Por culpa del final que tuvo, tengo muy mal recuerdo. Mis heridas de guerra (episiotomía y súper hematoma en la vulva y culo) están haciendo mi postparto muy difícil.

Quiero agradecer las palabras de ánimo y todo el cariño que me habéis hecho llegar estas semanas. Gracias de corazón.


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