- Como en Roma y en Escocia, viajé sola, con todo lo que esto conlleva. No obstante, me topé con otra viajera en solitario en el grupo y acabamos haciendo muchas cosas juntas.
- Es el tercero de mis viajes soñados, con lo que me quito esa espinita que tenía clavada. Me queda el camino de Santiago pendiente, pero eso lo puedo hacer en cualquier momento porque es en España ^^.
- Nunca antes había salido de Europa.
- Me he gastado, en total, la friolera de cuatro sueldos completos, con lo que tenía las expectativas muy altas. Anticipo desde ya que ha valido cada céntimo.
- Lo hice con un tour contratado a través de Qatai, pero la empresa que lo organizaba se llama Ibero Japan - Mikatours.
Los vuelos
Sobre el vuelo Madrid-Helsinki: un vuelo normal, sin comentarios.Sobre el vuelo Helsinki-Osaka: tocó ala y ventanilla, con el baño al lado. Mucho ruido y poco dormir, como mucho dos horas (bendito el momento en que compré la almohada de viaje, si no, hubieran sido menos). Vamos, que yo que soy de dormir mis ocho horas, a poder ser nueve o diez, estaba muerta. Al margen de eso, los de Finnair se lo curran en distancias largas (en las cortas, tan cutres como el resto). Después de un rato charlando con el japonés que se sentó a mi lado (in english), comí soba, pollo con patatas y verduras, pan con mantequilla y zumo de naranja mientras veía la peli de Doctor Strange (tienen varios estrenos y hasta juegos, pero el wifi es de pago). Luego intenté dormir hasta que, dos horas antes de aterrizar, nos despertaron para darnos un abundante desayuno... a la americana. Por primera vez en mi vida desayuné salado: salchicha, verduras, patatas y una especie de tortilla rellena de verdura. Y té con mucho azúcar (le pedí prestado su sobre al japonés, que se lo iba a dejar, porque era super fuerte). También había pan y queso crema para untarlo, pero me lo guardé para cenar. Y luego, hasta el aterrizaje en Osaka, escuché j-pop japonés, rellené el formulario de inmigración y continué la lectura de Don Quijote de la Mancha.El tránsito:
Cuando llegué, tocó pasar por un control de inmigración larguísimo, empeorado porque parece ser que eran días de vacaciones en Corea. Luego a esperar a que llegara mi maleta en la cinta y, al rato, una amable azafata me indica que la han sacado y está tras la columna. Recuperadas mis cosas, fui a buscar a los de Qatai y me encontré con una encantadora japonesa que nos acompañó, a mí y a otra pareja, a nuestros respectivos hoteles. En el mío me hizo el check in, pero no podía disponer de la habitación hasta unas horas más tarde, así que se quedaron mi maleta grande y, tras indicarme dónde estaba el baño, me dirigí al Castillo de Osaka, que era lo que me apetecía ver.Inciso sobre los urinarios:
¡Son horribles! Cuesta entender cómo funcionan, con tanto botoncito, y lo peor es que casi todos te obligan a sentarte previa desinfección (¡Puag!). Muchos tienen hilo musical cuando te sientas y algunos están calientes, lo cual yo asocio a que alguien acaba de sentarse antes de mí... pero no, es que tienen calefacción (¿...?).La visita por Osaka:
Conseguí ir en metro a la primera del hotel hasta la parada que da al castillo y paseé por el parque mientras me acercaba lentamente a él.Castillo de Osaka
Entrar al castillo cuesta 600 yenes y, aunque el interior parece cualquier museo moderno, tiene contenidos interesantes. Pena que el jetlag me tuviera el cerebro tan embotado que no recuerde buena parte de las curiosidades, pero bueno, era un recorrido por las distintas fases del castillo (lo que vemos ahora es bastante moderno, ya que se ha quemado dos veces) y cosas interesantes sobre sus habitantes, como una reproducción del salón dorado del té de su creador.Luego salí por otro lado hasta la estación desde la que me habían dicho que podía llegar a un barrio recomendado: Shinbaibashi-suji. Fui incapaz: ni mapa, ni app en mano, ni preguntando al antipático responsable de los tickets de la estación (parece mentira que fuera japonés). Tras 20 minutos sintiéndome idiota y tan lejos del objetivo como al inicio, decidí ir andando. Y, primera sorpresa, citymaps2go no funcionaba solo con geolocalización, así que no me podía guiar. Al final, entre mi mapa y el de la app logré avanzar (con algún que otro rodeo y mucha ansiedad) por el camino largo hasta mi destino, al que llegué tras más de una hora de caminata a paso ligero.*En el vídeo digo namba, pero ese es el nombre de la estación, no del barrio.
El barrio de Shinbaibashi-suji es como una mezcla de centro comercial y calle peatonal. Cuanto más avanzas, menos gente hay y más cutres son las tiendas. Y, al acabar el barrio, seguí andando y andando por la zona de rascacielos hasta mi hotel. Era bonita dentro de la fealdad de lo moderno (me va más lo tradicional). En el hotel descansé un rato antes de una incursión en busca de un adaptador, un paraguas y mi cena. Encontré también el regalo de cumpleaños perfecto para mi hermano, así que quedé satisfecha.
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En los 7 eleven y Family marts venden comida para llevar muy barata. Si piensas que mejor no, porque comer eso frío no será apetitoso, no te preocupes porque, si dices «atatame desu ka», ellos te lo calientan sin coste adicional. Además, casi todos los hoteles tienen tetera, así que te puedes comprar comida de esa deshidratada y preparártela cuando llegues a la habitación.