Revista Salud y Bienestar
Tenía miedo a meterme en un lío y a acabar en la cárcel. Estaba deseoso de comenzar a comunicarme con mis pacientes a través de internet, pero había un gran obstáculo llamado Ley de protección de datos.
Para quien no sepa de qué va esta ley, se lo explico rápidamente: resulta que tus datos sanitarios son secretos. Que te hayas contagiado la tuberculosis, que te estés tratando un resfriado o que hayas vuelto a fumar es algo que queda entre tu médico y tú. Por supuesto, esta información se puede recoger de forma electrónica, pero no puede meterse en internet para que vaya circulando libremente por ahí. Por eso, no podía pedirle a mis pacientes que me contaran cómo les estaba yendo a través del correo.
¿Qué pasaría si algún hacker consigue acceder a esta información? Me imagino broncas terribles con mi jefe de servicio o con el director médico si esto ocurriera. Quizás incluso me despidieran y se formara un escándalo mediático: "Médico del SAS obliga a sus pacientes a publicar sus datos en redes sociales".
Me sentía impotente; no quería asistir cruzado de brazos a la explosión de la salud 2.0 en España. Necesitaba a enfermos con quienes ensayar mi proyecto de seguimiento on-line, pero ¿quiénes? ¿Y cómo podría hacerlo sin tener problemas?
-Perdona, ¿te puedo pedir un favor?
Era una celadora que acababa de abrir la puerta de la consulta.
-Sí, dime.
-Es mi padre, que lleva una semana supurando por el oído. Ha ido al médico de cabecera, que le ha dado cita con el otorrino, pero no se la van a dar en un tiempo, ¿a ti te importaría verlo en un momento, que él está ahora mismo aquí?
El personal de la casa y sus familiares; acababa de encontrar a mi población diana. Se atienden a muchos de ellos al cabo de la semana y tenían sus ventajas. Por un lado, podía pedirles que me escribieran un correo al cabo de los días, porque yo les estaba haciendo un favor. Por otro lado, como yo los estaba atendiendo extraoficialmente, no iba a quedar constancia en ningún sitio de que hubiera existido un acto médico, por lo que no iba a tener ningún problema con mis superiores.
-Claro que no me importa verlo -contesté. Pero, a cambio, ¿podría pediros que participarais en un proyecto de investigación que acabo de comenzar?