Tengo que empezar pidiendo perdón.
Perdón.
No sé qué me lleva a publicar esta tontería, esta broma. Creo que, aunque es un poco mierda, le tengo especial cariño porque la escribí una noche que no podía dormir. Y no podía dormir porque la tenía que escribir. Ha sido la única vez que me ha pasado, y ha sido con esta chorrada infantil y ridícula, así soy. Tengo que pedir perdón porque, en el caso de que lo leas hasta el final, habrás perdido unos 5 valiosos minutos de tu vida aunque a lo mejor te ríes, por lo menos una vez. Aunque la escribí en una sola noche la pulí un poco durante el día siguiente. Mi intención era dársela a mi hermano y que se riera un rato, cosa que conseguí porque sé que palabras le hacen reír (pista: son las más estúpidas).
Como se me fue un poco la cabeza y la pase a máquina de escribir, decidí acompañar el texto con una falsa nota. La escribía una editora que encuentra el texto perdido mi querido Bukowski. La nota es la siguiente. He corregido algunas cosas para que se entienda mejor.
A:
De: Linda Mitchell
Estimado Daniel,
Te envío este facsímil de un relato inédito de Bukowski. Se encontró el día 2 de julio de 2010 junto al papel higiénico del escritor, en su habitación de California que aún se mantiene intacta. Fui a verla porque pretenden construir un museo por petición expresa de Tom. Se pueden hacer cosas interesantes. El caso es que me estaba cagando y utilicé su lavabo. Me fui a limpiar el culo con el escrito, por eso te envío una copia facsímil del mismo. El original está manchado
He respetado las faltas de ortografía así como la dejadez del autor a la hora de justificar el texto. A pesar de esto creo que sabrás valorar lo que tienes entre manos.
Te lo envío con el único propósito de que consideres el hecho de una posible publicación. Seguiré buscando más textos, quién sabe qué más puede haber aquí.
Te mantendré informado de todo cuanto vaya sucediendo. Estamos muy esperanzados con este descubrimiento.
No te entretengo más. Deseándote un feliz día me despido, no sin antes decirte que espero una respuesta tuya. Desearíamos también que estudiaras las referencias que se encuentran en el texto. Contamos con tu ayuda desde Bantam Books para el desarrollo de una posible edición impresa. No queremos precipitarnos pero puede que encontremos más textos inéditos.
Linda Mitchell,
Editora de Bantam Books
Sigo aquí, y aún estás a tiempo de dejar de leer si quieres. Si no, aquí está la historia en cuestión. Ah! Sí, el aire no pesa, me acabo de dar cuenta ahora mismo, cuatro años después de escribirla.
DE LAS TETAS A LA TRANCA
sobre mi infancia (brevemente) y cómo morí a merced de una polla negra
by Charles Bukowski
El 9 de julio llegué a Atlanta, Georgia. No soy especialmente bueno en geografía pero conozco algo de mi país y sé que si Florida es la POLLA de América, Georgia, que está encima, tiene que ser el PUBIS, aunque no se le reconozca como tal.
No sé de geografía porque de pequeño tuve una profesora que no me enseñó gran cosa. La pobre mujer lo intentó cada día de su vida, así que supongo que sería más justo decir que no quise aprender nada. Tampoco podía. Ella, Alice Bartlett, era muy guapa, incluso un niño se daba cuenta. Era natural de Texas y tenía una cabellera larga hasta la cintura. Olía como el mismísimo cielo. En clase no podía concentrarme en otra cosa que no fuera su cuerpo. No era nada sexual, no del todo al menos, puesto que a esa edad poco me interesaban esos temas, pero ejercía en mi una atracción desmesurada e irrefrenable.
Un día Alice se acercó a mi mesa. Yo era incapaz de decirle dónde estaba Nicaragua y se acercó a señalármelo. Reclinó su cuerpo hacia mi pupitre de tal modo que le podía ver las tetas. Sentí un gran deseo de enterrar la cabeza allí en medio, y así lo hice. Metí solo la cara y empecé a moverla de un lado para otro, jugando entre dos gigantes y calientes flanes. Acabó entrando toda la cabeza en aquel ardiente valle. La señorita Bartlett tenía unas tetas ENORMES. Tanto movía la cabeza de un lado para otro que los pechos me golpeaban los costados de la cara y me hacían daño. Mi pelo debió de hacerle cosquillas y se sacudió con una violencia que no esperaba. Un pecho golpeó mi oreja derecha, dejándome sordo de ese lado de por vida.
Me agarró tan fuerte del pelo que se me humedecieron los ojos y empecé a salivar. Sus dos mastodónticos senos salieron de su escote siguiendo el camino que abrió mi cabeza. Esa escena se mantuvo por unos segundos, durante los cuales nadie osó a decir ni una palabra, ni moverse. Puede escuchar (por el oído izquierdo) como caían 18 bolígrafos a la vez sobre 18 pupitres y se desencajaban las mandíbulas.
A los pocos minutos estaba sentado en el despacho del director de tal manera que no podía escuchar nada de lo que me decía (en el futuro le he sacado mucho partido a mi oído derecho). Supongo que me diría lo muy ofendida que se sentía la señorita Bartlett y los motivos por los cuales iba a ser expulsado porque a los dos minutos estaba en la puta calle sentado en un banco y fumándome un cigarrillo. También fui algo precoz en eso.
A lo que iba, llegué el 6 de julio a Atlanta. Bajé del autobús bajo el chaparrón terrible y busqué el hostal. Barato y mierdoso, no merecía más una persona mierdosa como yo.
Allí me encontré a un viejo amigo, sentado en la misma posición en la que lo de dejé hacía dos años a Dirty Harry. Creo que no se llamaba Harry realmente, pero sucio lo era un rato. Pedí una habitación, la mejor del edificio. Puestos a estar en un sitio de mierda al menos que estuviera cómodo. Una buena y gran cama para follar era mi única exigencia. Me dieron una habitación en la primera planta. Que cumplía mis exigencias pero había algo que no me gustaba.
En el piso de abajo estaba la habitación donde Chuck, el dueño de todo ese gran zurullo, dormía y, por supuesto, follaba. Esto no suponía en sí un problema a menos que supieras lo que se decía de él. Era feo como una puta col. Era una puta col con patas y brazos en forma de zanahoria. En fin, un puto engendro, no le demos más vueltas. Se decía, no obstante, que tenía una polla tan larga como el palo de una escoba y tan ancha como una barra de pan. Se decía también, que todas las putas que se follaba daban golpes en el techo de su habitación (mi suelo) con la cabeza, mientras cabalgaban su cipote mastodóntico. Mentiría si dijera que no sentía curiosidad por corroborar tan descabellada historia. Me quité la ropa y me puse a dormir, nadie entró a molestarme, aunque hubiese deseado que una empleada cachonda se paseara por la habitación quitando el polvo.
Me desperté con un gran dolor de cabeza así que decidí ir un bar a tomar algo. No pude evitar cruzarme con Dirty Harry, de nuevo en la misma posición. Debía de tener llagas en todo su gordo culo.
- Bukowski… – debió de pensar algo que al final no dijo. No tuvo la decencia ni de aclarase la garganta para hablarme el muy hijo de puta. Yo le hice un leve gesto con la cabeza y continué mi camino. Pocas personas me han dado tanto asco como él, y con muchas menos no me hablo. Él era una excepción, siempre lo había sido y algún día contaré por qué.
Entré en un sucio bar sediento como un perro en medio del mar. Me bebí la primera cerveza del tirón, la segunda, la tercera. Después pedí whiskey y lo hice durar un poco más porque no llevaba mucho dinero encima. Había ido allí en busca de inspiración puesto que llevaba sin escribir algo decente varias semanas. Mierda era lo único que conseguía, tanto sobrio como ebrio. Al rato me vino una idea. No era una idea en sí misma pero podía dar como resultado una buena historia. Siempre he escrito sobre lo que me pasa, así que decidí que pasase algo para poder escribir. Ya iba un poco borracho y pensaba, riéndome por lo bajo, cómo podría picar a ese miserable viejo chocho que tenía al otro lado de la barra. Estaba secando los vasos con un trapo que estaba hecho una puta mierda. Ni refregando un trozo de tela contra el culo de un elefante conseguirías algo tan asqueroso como lo que utilizaba él para secar los (mis) vasos.
- Oye, viejo cabrón ¿has secado mi vaso con ese trapo lleno de mierda? – el hombre estaba distraído viendo la televisión y pareció no darse cuenta, aunque se giró hacia mi.
Me dio pena, pero ya había tomado la decisión de irme de allí con unas buenas hostias encima para despejarme. Los cuatro hombres que estaban por allí dejaron de hablar. Sentía sus ocho ojos clavados en mi nuca. Incluso podía notar cómo apretaban los puños dispuestos a repartir hostias. Me pareció oír el crujido del cuero del guante de unos de ellos. Putos moteros. El viejo se acercó a mi.
- ¿Cómo dice? Estaba distraído. – me daba la oportunidad de volver a decirlo, esta vez tenía que vocalizar mejor. Abrí la boca, esperando que la frase sonase tan amenazadora como la primera vez. No lo hizo, por supuesto que no. De hecho, me di cuenta que era una provocación de mierda. Aún así, el viejo cabrón tiró el trapo al suelo y escupió dentro del vaso que tenía en la mano. Era un escupitajo de gran consistencia, tan espeso y amarillento que me dieron ganas de echarle una foto. La titularía El Hombre y la Flema.
Un puño impactó contra mi cabeza. Dejé de ver por un instante, o vi negro, y al momento me encontraba en el suelo, recibiendo patadas por todos lados. Cuatro contra uno. Era un poco injusto, aunque todos íbamos borrachos.
Salí de ese puto antro escupiendo y pensando qué coño podía hacer. Pensé en buscar trabajo pero eran las tres de la mañana. Las tres de la mañana y las calles desiertas. Apestaban a meado y a mierda. Pensé entonces que Georgia no era el pubis de América, era el puto ano oloroso de los Estados Unidos.
Me crucé con una prostituta fea así que pensé que debía de ser barata. A veces he conseguido polvos gratis con putas, pero hoy no me veía con fuerzas para echar a correr. Le dije que me acompañase, que le haría chillar y retorcerse de placer. No pareció muy impresionada pero se puso a caminar a mi lado. Me tiré cuatro pedos y tres eructos [*] caminando al lado de esa puta. Por supuesto, aunque no se lo crean, intenté ser sutil, pero debió de darse cuenta porque al rato estaba caminando solo de nuevo. Me giré y vi a esa zorra correr a toda hostia. Joder cómo corría ¡se había quitado los tacones para correr más! “Ahí te rajen mala puta, si no sabes soportar cuatro pedos”. Me reí pensando en eso y se lo chillé. Chillé tan fuerte que vi como se giró y me miró antes de doblar la esquina, supongo que llorando.
Llegué al hostal, de Dirty Harry no había ni rastro. Mentira, había dejado gotas de sangre en el taburete de madera. Me dio tanto asco que vomité encima de él. Pensé que mañana estaría de nuevo sentado allí, muy probablemente encima de mis desechos. Subí a la habitación mareado.
Me metí en la cama a las dos, pero a las cuatro aún seguía despierto. Me sentía un poco mal por lo del viejo del bar pero después recordé su flema y dejé de pensar en eso. Sé que me dormí pasadas las cuatro porque siempre pasaba a esa hora una avioneta. No fallaba nunca. Puesto que padecía, padezco y padeceré toda mi vida de insomnio, cada noche que pasaba en ese antro la escuchaba. En un momento dado, justo cuando estaba apunto de dormirme, me desvelé. Me tiré el eructo más ENORME que me he tirado en mi vida. DESCOMUNAL. Las cortinas se corrieron y las dos patas delanteras de la cama cedieron y se rompieron, así que dormí toda la noche con la cabeza más baja que los pies. Por un momento pensé en romper las otras dos patas con un par de buenos pedos pero me veía incapaz después de ese pedazo de eructo. Voy a escribirlo una vez más: eructo.
A la mañana siguiente me desperté con mucho dolor de cabeza. Tendría que haber roto las otras dos patas, pensé. Me daba reparo lo que pudiera decir Chuck. Mentira. Me daba miedo lo que pudiera hacerme Chuck. Temía que mi cabeza se amoratase dándose de hostias contra el techo de mi habitación (el suelo de alguien) mientras su tranca me destrozaba el culo. Ese miedo se me pasó en cuanto me pesé esa mañana.
No es que lo hiciera todos los días, de hecho no lo hacía casi nunca, pero quería saber cuanto peso había perdido al sacar toda esa cantidad de aire. La noche anterior, antes de entrar en la cama, me había pesado tan sólo para saber cuanto pesaba con los intestinos llenos de mierda que no podía cagar. Había perdido ni más ni menos que 21 gramos. Tuve miedo. Con esa potente exhalación se me había escapado el alma.
Durante el resto del día pensé que había muerto, que al eructar había acabado con mi existencia de una manera, por otra parte, muy gratificante. Como creía haber muerto, decidí salir desnudo a la calle. Ir al parque desnudo y quizás después al gimnasio, al vestuario femenino, donde las chicas empezarían a gemir y a botar en el aire sin saber porqué. Me reía tan sólo de pensarlo. Se me hacía la puta boca agua.
Al poco rato me detuvo la policía. Tan pronto como puse un pie fuera del hostal. A mi ya me había dado la sensación de que muy muerto no podía estar porque no pasaba desapercibido. Además, vi como Dirty Harry me miró la polla según pasé por su lado. Me llevaron a comisaría en un coche policial, algo que, por otra parte, siempre había querido y curiosamente jamás había conseguido. Pensaban que estaba drogado aunque yo les expliqué todo desde el principio. Tanto insistieron con el tema de las drogas que me hicieron dudar.
Me encerraron en el calabozo con Big Black Bob. Era muy conocido en la ciudad por ser el sobrino nieto de Biggest Blackest Bobbest, el hombre más grande, más negro y más Bob que había existido jamás. Era tan negro y tan grande que sus cerotes eran expuestos y venerados en diversos poblados maoríes. Algunos fueron trasladados al Caribe mediante helicópteros para crear una isla artificial al lado de Cuba. Este suceso desató una pequeña crisis internacional que algún día relataré.
El caso es que su sobrino nieto, que no era ni tan grande ni tan negro pero sí bastante Bob, me asestó un pollazo en toda la sien. No lo oí venir porque fue por el lado derecho, pero el impacto me dejó una marca roja que me duró días. Aún después de muerto, a causa del derrame cerebral provocado por su nabo, se me veía el impacto. Los de la funeraria trataron de disimularlo pero al final optaron por cerrar el ataúd. Sospecho que mi fea cara también tuvo algo que ver con esa decisión. No es algo de lo que esté muy orgulloso. No fue un gran final.
[*] N. del T.: “Rots” en el original.