Pues bien, el año pasado no sé cómo me cambió el chip y empecé con esto en serio. Porque correr es muy duro al principio y, si no superas esa barrera —y no sales al menos 4 veces por semana— el cuerpo no se acostumbra y los músculos dicen "de qué vas, no quiero correr". No voy a extenderme mucho sobre todo esto porque no sé si os interesa y el tema da para largo, pero para mí este domingo pasado ha representado un gran momento de superación personal. Las carreras de 10K que había hecho en los últimos meses, y sobre todo la de 15K en marzo (una nueva distancia para mí), fueron un buen entrenamiento para el domingo. Sin embargo, con varios problemas de salud puntuales y una tensión muscular persistente en el sóleo que no me quitaba de encima, mi entrenamiento no fue el que quería. De hecho, no llegué correr más de 15 km de distancia antes del medio maratón...
Por ello, y porque era mi primer medio maratón, en la capital europea más alta (después de Andorra la Vella), llena de cuestas y sin un momento en llano, no tenía ni idea de qué iba a pasar. Ya me había resignado a tener quizá que andar algún trozo, y a no correr mi mejor tiempo, claro, porque con tantos desniveles no es una carrera muy rápida...
Sin embargo, la emoción de la carrera, el ir a un paso adecuado en los primeros 10 km y en muy buena compañía, hizo que no solo pudiera correr la carrera entera, sino que disfrutara del recorrido y terminara con un tiempo decente dentro del poco entrenamiento que había podido realizar (2:15:45). Y lo mejor, ¡mi músculo sóleo se portó bien y no me molestó! OBJETIVO SUPERADO :)
Aparte del clima perfecto, el subidón de haberlo pasado tan bien en la carrera y de las miles de personas reunidas en el Retiro y alrededores, el día continúo de lo más perfectamente madrileño... Después de tantas visitas a Madrid, no habíamos probado nunca un cocido. ¿Cómo era posible? Esto había que remediarlo, así que reservamos una muy merecida comilona en Casa Carola. Todo un clásico de la ciudad recomendado por una buena amiga madrileña. ¡Y ya os podéis imaginar lo bien que entró un cocido tan rico después de correr 21 km! Allá nos dirigimos, después de una buena ducha, claro, al número 54 de la calle Padilla (cerca de la cual habíamos pasado corriendo unas horas antes).
El plan continúo como no podía ser de otra manera: ¡con una siesta reconstituyente! Pero tras la siesta nos lanzamos de nuevo a ese Madrid tan primaveral, feliz y dominguero, y aprovechamos para ver en Museo del Prado la interesante exposición sobre Las Furias. El tema del sufrimiento físico nos pareció muy apropiado para después de un medio maratón. ;)
{Prometeo encadenado, Rubens y Snyders}
{Ticio, de José de Ribera}
Además pudimos ver a la pizpireta Gioconda, "la otra", que la verdad me gusta casi más que la original y se puede ver más de cerca.El domingo continuaba con un sol radiante y el horario de verano que tanto alarga el día... No podíamos dejar de visitar el cercano parque El Retiro, que por supuesto estaba radiante después de tantas lluvias invernales, y lleno de gente disfrutándolo.
Y para terminar, qué mejor que descubrir un pequeño-gran restaurante mexicano en el centro de la ciudad: DF Bar (Metro Antón Martín). Las tortas (bocatas mexicanos) y las micheladas estaban im-pre-sio-nan-tes.
Volveremos pronto, Madrid. Ahora es el momento de nuevas experiencias y destinos más lejanos. Estaré unos días en Tokio y Kioto, pero hasta que vuelva me podéis seguir por Instagram... ¡seguro que me vuelvo loca con las fotos!