Revista Sociedad

Mi primera canción feminista

Publicado el 14 junio 2014 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

El otro día -no tengo muy claro a santo de qué- me acordé de esta canción infantil que utilizábamos para saltar a la comba y que much@s recordaréis también y pensé: “Es probable que sea la primera canción feminista de mi vida”.

Al pasar la barca

Al pasar la barca me dijo el barquero:
las niñas bonitas no pagan dinero.

Yo no soy bonita, ni lo quiero ser,
yo pago dinero como otra mujer.

Al volver la barca me volvió a decir:
las niñas bonitas no pagan aquí.

Yo no soy bonita, ni lo quiero ser,
yo pago dinero como otra mujer.

Aquí puedes escuchar la canción

Es curioso como unos versos tan cortos pueden encerrar tantos motivos para ser feminista, tanta rebelión contra los mandatos de género que nos inculcan desde pequeñ@s, tanta resistencia a los estereotipos de belleza y la violencia simbólica que entrañan… Como de manera sutil se enaltece la emancipación económica y el empoderamiento de la mujer…

Spencer Stanhope. Caronte y Psique (1890)
Por desgracia, esta canción es una excepción ya que el grueso de productos culturales (canciones, cuentos, series infantiles, películas, etc.) destinados a un público infantil (y adulto) a menudo siguen reproduciendo estereotipos sexistas y roles de género tradicionales que explican en gran medida el sentimiento de involución que experimentamos constantemente aquellxs que nos dedicamos a los estudios feministas (en cualquier ámbito) cuando en algún momento dado trabajamos con adolescentes y adultos jóvenes y que se traduce en última instancia en el incremento de la violencia machista: “en el 2010, el 9,6% de las adolescentes reconocían haber sufrido malos tratos, frente al 10,5% en 2013. (…) Del porcentaje de maltratadas, el 23,2% reconoce que ha sido ridiculizada e insultada; el 11,6% menospreciada; el 23,2% aislada de sus amigos; casi el 15% ha sido atemorizada; el 6% se ha visto obligada a realizar actividades sexuales que no quería, y el 3% reconoce haber sido golpeada” (La Vanguardia, 20 de noviembre de 2013).

Cambiar los patrones de socialización no es fácil ya que no se trata de un trabajo individual sino colectivo que tiene mucho que ver con la idea de “tribu” que maneja Carolina del Olmo al hablar de maternidad y crianza colectiva. La socialización no se produce solamente en el núcleo familiar, ni en la escuela, ni en el grupo de pares, ni en los medios de comunicación… Cuando leemos esas cifras tremendamente alarmantes sobre el repunte de la violencia machista entre los más jóvenes, todxs debemos entonar el mea culpa porque debe quedar claro de una vez por todas que la violencia contra las mujeres (en todas sus manifestaciones) es un problema social del que todas/os formamos parte.

La violencia machista no tiene nada que ver con la biología, ni con trapos sucios que deben lavarse en el ámbito privado. No son cosas de cada pareja y las voces autorizadas en los medios no deben ser nunca (con todo respeto) el dueño del bar de abajo ni la vecina con bata de guatiné que esgrimen aquello de “No nos lo podíamos imaginar. Era un hombre muy agradable. Parecía que se llevaban bien. Se habrá vuelto loco”. ¡Qué no! A ver si nos enteramos de una vez de que estamos hablando de un tipo de violencia profundamente enraizada en la cultura, en la educación, en la política, en los diseños urbanísticos, en el mercado laboral… El patriarcado está en todas partes y necesitamos desmantelarlo desde sus cimientos: desde los juguetes, desde los patucos, desde la canción de cuna… Por eso, nos queda un trabajo inmenso para que Al pasar la barca no sea un rara avis in terris que una recuerda con 30 años como si de repente hubiera hallado una cápsula del tiempo con un tesoro valiosísimo. Necesitamos más canciones feministas desde la infancia, identidades de género diversas y despatriarcalizadas, modelos de mujeres autónomas, reales e independientes en el cine y en los medios de comunicación en general, cuentos infantiles con heroínas sin príncipes azules, genealogías de mujeres de todos los ámbitos del saber en los libros de texto, relaciones más igualitarias, más espacios libres de sexismo…

Necesitamos otro relato colectivo y mañana es tarde para empezar a construirlo.


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