Tenía seis años cuando mi padre llegó de trabajar con un regalo para mí debajo de su brazo. Al principio no me emocionó, esperaba que me trajera dulces, un gato (mi padre acababa de provocar que el mío fuera atropellado), incluso podía esperar que se tratara de un juguetito. Lo que me entregó fue un pequeño libro azul con un niño de pelo anaranjado en la portada. Expresé mi agradecimiento con poca alegría ¿un libro? Ya tenía suficiente con los de la escuela. Prometí que lo leería pero realmente lo guardé y no lo volví a sacar.
Mi padre era pescador y se iba por largas temporadas, cuando regresaba lo último que hacía era preguntarme si había leído el libro que me dio y yo jamás lo mencionaba. Estando en clases, para practicar nos ponían a leer párrafos de alguna historia del libro Español lecturas. Había relatos y cuentos que me gustaban tanto que los leía sin que el maestro me dijera. Pasó el tiempo y el libro quedó olvidado a tal punto que ya no me acordaba de él y lo di por perdido.
No estoy segura si fue en el libro de español lecturas de segundo año o de tercero, pero el punto es que cuando entramos a clases y nos dieron los libros, lo primero que hice fue ver qué historias tenía mi libro de español. Hubo una que me conmovió, hablaba de un pequeño niño que domesticaba a un zorro ¿o era que el zorro había domesticado al niño? La historia me pareció hermosa.
Ese mismo año mi maestra me prestó el libro pero sólo durante los días de clase, lo leía durante el recreo. Conocer la historia completa fue maravilloso para mí, tardé casi una semana en leerlo y quedé convencida de que quería ese libro, cada uno de los recreos sacrificados valieron la pena. Cuando mi madre llegó de trabajar, le mostré mi libro de español con el cuento que me había gustado tanto. Mi madre lo vio y se limitó a decirme que ése era sólo el fragmento de un libro, yo asentí y le comenté que la maestra me lo había prestado y le pregunté dónde podía conseguir el libro porque lo quería para mí. Ella sacó una gran maleta donde guardaba los documentos importantes y me entregó el pequeño libro que años anteriores me había regalado mi padre. Sus hojas estaban dobladas y amarillentas, manchadas de no sé qué cosa. Al ver la portada reconocí al niño pelirrojo, era el mismo que ilustraba el cuento en mi libro de texto, aunque era diferente al libro de mi maestra.
Al tomar el libro entre mis manos me sentí culpable por ignorar y descuidar un regalo hecho por mi padre pero sobre todo, me sentí tonta por darme cuenta que me había gustado una historia que ya tenía en casa. La primera vez que leí El principito lloré (bueno, lloro siempre que lo leo, me conmueve mucho) pero la segunda vez fue más emotivo, me di cuenta de cosas que no había captado en la primera lectura. Años después lamenté que se perdiera durante la mudanza.
Ya en la secundaria volví a leerlo para hacer un trabajo. Se convirtió en un libro sumamente especial para mí y a pesar de los libros que le siguieron se convirtió en mi libro favorito. Las frases mencionadas tuvieron un mayor impacto que cuando era más niña. Cada vez que alguien me dice que deje de hacer x cosa porque "ya no soy una niña" recuerdo al Principito y me doy cuenta que madurar y ser responsable no es lo mismo que privarnos de las cosas que nos hacen felices, al contrario: debemos crecer pero sin olvidar lo que es ser niños, disfrutar las cosas por el simple hecho de disfrutarlas. La dedicatoria dice: "Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan.)", y es muy cierto, a veces cuando crecemos y nos hacemos "mayores" olvidamos algunas cosas, cosas que soy realmente importantes. Han pasado muchos libros por mis manos, tengo mi pequeña biblioteca personal (muy pequeña), he leído historias emocionantes, apasionantes, maravillosas; habrá novelas mejores, historias sorprendentes y encantadoras, pero para mí ninguna supera la historia y las enseñanzas de un Principito que abandonó su planeta para encontrar amigos y descubrió la importancia de lo que ya tenía en casa.
Fue gracias a este príncipe que decidí adentrarme al mundo de la lectura. Así como él se animó a salir de su estrella y viajar a nuevos mundos, yo me animé a explorar nuevas historias y conocer más mundos, universos y personajes.
"He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos"