Recuerdo que
"esa" conversación comenzó como cualquier otra, del tipo en las cuales, todos los temas son tratados
con la misma solvencia y/o ignorancia, ya sea que hablemos de mujeres, de
fútbol, de motores, o de cómo viven su vida los mosuo.
El más insistente era
Gino la mejor "forchetta" del grupo, o como se le diría aquí el de
mejor diente por ser amante de la buena mesa.
Así que vos…., nunca.
Si respondí, nunca….
Naaaa, dejate de joder,
pero al menos sabrás como son.
Si, rosaditas.
Sabés que si no son
tratadas como corresponden también tienen un poquito de olor, por el lugar
donde se encuentran.
Si, lo sé por eso es que,
bueno, no sé.,
Me interrumpen: Hagamos
una cosa, llamamos a Clarita que ella te la haga probar. Clarita de eso sabe un
toco.
Clarita era, como casi la
mayoría de quienes portan ese nombre un tanto morenita, con un par de gomas que
en su desarrollo le habían quitado por lo menos 15 cms. de altura que ella
compensaba utilizando unos tacos altos finos, en los cuales trataba de
mantenerse erguida la mayor parte del día.
Antes que pudiera negarme
ya estaban hablando con Clarita, explicándole la situación y Gino haciéndome el
gesto del pulgar levantado, coordinaba un encuentro en el cual yo sería
iniciado por ella en el arte en el cual según mis amigos, era todo una experta.
A las nueve de esa noche,
estaba yo con una botella de espumante en la mano frente a la casa de Clarita,
dispuesto a tratar de superar de la mejor manera este capricho de mis amigos.
Me recibió con dos besos,
uno por mejilla, y quitándose apresuradamente el delantal de cocina, me dijo:
pasá, ponete cómodo, en dos minutos estoy con vos y nos metemos de lleno en el
asunto, ya vas a ver que la vamos a pasar bomba, mis viejos están de viaje así
que no hay de qué preocuparse.
La casa de los padres de
Clarita, estaba ubicada sobre el local de la pescadería de la cual eran
propietarios, y era un ambiente realmente acogedor. Clarita se había esmerado
en los detalles de la mesa, que incluía hasta candelabros, una luz cálida pero
brillante, y una música donde Claudio Baglione con esa voz de papel de lija que
lo caracteriza, desgranaba los versos de su tema “Questo piccolo grande amore”
Luego de la ceremonia
previa que se realiza siempre en este tipo de encuentros, Clarita, sonriente me
dijo: Bueno, yo creo que es hora del plato fuerte; le damos.
Dale dijo yo.
Y allí fue la primera vez, que degusté...............: Esto: