Revista En Femenino

Mi puerperio

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Hoy es un gran día en mi vida reproductiva. Hoy se cumple la cuarentena, es decir, hoy hace 40 días que di a luz a mi primer hijo. Hoy finaliza ese periodo llamado puerperio al que tanto respeto le tenía, aunque suelen contabilizarse las primeras 6 semanas después del parto. Eso será este domingo.

Quiero contaros, con todo detalle, como ha transcurrido mi puerperio.

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No olvidaré jamás como me sentí durante el primer día de ingreso en el hospital, pues pensé que iba de cabeza a una depresión postparto. Hay que tener en cuenta que estuve casi dos días sin dormir, que mi parto me resultó muy duro y que tenía las hormonas hirviendo esas primeras horas (que resultaron ser el primer día de ingreso).

No dejaba de llorar al recordar el final de mi parto. Me veía sin fuerzas y todas las visitas (que fueron padres y abuelos únicamente) sobraban. Lloré cuando maridín abandonó la habitación para irse a comer y a pesar de estar con mi familia y la suya, me sentí muy sola. Solo él había visto por lo que había pasado y me sentía como que solo él me podía entender.

Yo estaba enamorada de Bichito, pero no entendía por qué estaba tan triste. Me sentí fatal.

El segundo día, tras la ducha espabiladora que me di, me encontré mucho mejor, aunque fue cuando empecé a sentir dolor en mis partes bajas.

Quería ver cómo era mi episiotomía, pero pensé que mejor lo dejaba para cuando llegase a casa, en la intimidad (mi idea era hacerme una foto con el móvil). Tras la primera visita del ginecólogo, mi curiosidad aumentó más: “pedazo hematoma te han hecho”, dijo él.

El siguiente gran golpe fue el día que llegamos a casa. Tuvimos invitados mientras nosotros estábamos en el hospital, y a pesar de que me había pegado una buena sesión de limpieza el día previo a mi inducción para tener la casa limpia tras el parto, me encontré un baño hecho un asco. Ver eso, que no teníamos comida ni ganas de cocinar, las maletas por deshacer y un montón de trastos en el comedor, me agobiaron muchísimo. Y volví a llorar.

Suerte que tengo una suegra que vale millones y nos trajo comida para varios días.

Os podéis imaginar lo duras que resultaron las primeras noches. Practicando colecho para facilitar la lactancia, las heridas en los pezones no me lo ponían fácil, además, el dolor de mis partes bajas me dificultaba mucho el movimiento para cambiar a Bichito de lado cuando le tocaba la otra teta. Una odisea.

Finalmente me decidí a ver mis heridas de guerra. Cogí un espejo y lo enfoqué hacia mi vulva.

¡Qué pena me dieron mis partes! Habían perdido toda tonicidad y estaban negras. Sí, negras. El hematoma del que hablaba el ginecólogo empezaba a la altura del clitoris en ambos labios y llegaba hasta el ano. Como si me hubiesen dado una patada en “to’l c_ñ_”, vamos.

Me di cuenta entonces de que todo el dolor que sentía venía del hematoma, y no de los puntos.

También tuve miedos. Algunos días me despertaba pensando que quizás no quería a Bichito como tenía que quererle. Me asustaba no ser una buena madre, no tener ese vínculo especial del que se habla. A los pocos días me emocioné mirándole a los ojos y descubrí que esos miedos venían de que nunca había sentido un amor tan grande, y lo desconocido acojona. Esos miedos duraron poco, pero fue horrible sentirlos.

Alguna vez me he peleado con maridín porque sin querer, le he respondido como no tenía que hacerlo. He sentido que las hormonas hablaban por mí.

Cuando los puntos se absorbieron totalmente (a las tres semanas del parto) y el hematoma había desaparecido, seguí sintiendo dolor en el hueso, y a los pocos días, apareció la Bernarda. Bernarda es el nombre que le he puesto a mi almorrana y que por culpa del hierro que estoy tomando (endurece las heces) empezó a darme guerra.

A día de hoy, ya casi no sangro, la Bernarda casi no molesta, pero de vez en cuando me dan pinchazos en diferentes zonas por allí abajo.

Otra cosa que me preocupa, y que hasta el próximo 9/02 que tengo mi visita de la cuarentena no podré preguntar, es el orificio de mi uretra. Antes de dar a luz, era incapaz de verlo, ahora está ahí, como un agujero más. Me da la sensación de que se me ha quedado en un lugar que no debe estar, porque además de salir el chorro de pipí desviado, al lavarme en una ducha habitual, me escuece.

Mi ginecólogo es especialista en suelo pélvico, así que pienso ir a visitarle en cuanto tenga mi tarjeta del seguro (hemos cambiado de compañía). Aunque no he tenido pérdidas en ningún momento y si hago ejercicios de Kegel noto que tengo fuerza, quiero saber qué tengo que hacer para recuperarme al 100% antes de volver al deporte (tengo muchísimas ganas de retomar el running y es incompatible con un suelo pélvico debilitado).

Y en general, puedo decir que mi puerperio no ha sido tan horrible como esperaba. Creo que ha sido gracias a que no tenía grandes expectativas y que sabía que podía ser muy duro, además de que lo pasé tan mal con la diabetes gestacional, que hincharme a chocolate estas semanas ha sido de gran ayuda.

Otro motivo que creo que ha ayudado a que mi cuarentena no haya sido tan dura, eran las ganas que tenía de acabar con el embarazo. La diabetes, los dolores… desde luego, no echo de menos la barriga como muchas me decíais que me pasaría. No cambio ver los ojos de Bichito a sentir sus patadas en mi barriga. Que él esté fuera es mil veces mejor. Mi cuerpo vuelve a ser mío y las que tienen embarazos “mierder” lo entenderán.

Mientras estuve en el hospital dudé si tener otro hijo. ¿Volver a pasar por un parto? Ni de coña. En estos momentos tampoco querría quedarme embarazada inmediatamente, pero empiezo a pensar en que es una pena que no tengamos más embriones congelados. Está claro que tener un bebé compensa cualquier esfuerzo y cualquier dolor, sino no estaría pensando en darle un hermanito a Bichito. Aunque tener un segundo hijo traerá cola.

Y vuestros puerperios, ¿fueron como esperabais? ¿mejor o peor?, y si estáis embarazadas, ¿qué expectativas tenéis? ¿os sentís preparadas?


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