Por Aleida Godínez Soler
Bayamo, la ciudad que prefirió reducirse a cenizas antes que caer en manos de los españoles durante la guerra de independencia, siempre es sorpresa. Caminar sus calles es un motivo de regocijo. Allí se respira patria y nacionalidad por doquier. Allá volví a llenar mis pulmones y tocar sus verdades.
Hace dos años regalé a los lectores una crónica titulada “Mi encuentro con Fabio”, el muchacho italiano al que el terrorismo contra Cuba cegó la vida. Esta vez no puedo hacer lo mismo, porque mi encuentro con la escultura en cera de nuestro apóstol José Martí me dejó si palabras para describirlo. Sólo me limito a decirles que ante él sentí la extraña sensación de quien recibe al viajero que partió y regresa.
Allí lo encontré, sentado al buró, con su mirada triste y profunda. Lo detallé, lo detallé hasta el cansancio, como quien busca en aquella perfecta imagen toda su sapiencia, como si allí, en aquel humilde salón, estuvieran todos sus dictados de una vez. Allí encontré, en un sencillo salón del bayamés Museo de la Cera, acompañado por las esculturas del escritor norteamericano Ernest Hemingway y de Ignacio Villa, Bola De Nieve -que recorrió la música cubana acompañándose al piano, con su especial manera de decir las canciones- la imagen a tamaño natural de aquel hombre gigante
Inconforme -por no perder mis costumbres- indagué hasta el cansancio: quise estrechar las bendecidas manos de quien nos regaló aquella excepcional imagen y me escapé a Guisa, más al oriente, serpenteando su estrecha carretera, atravesando su historia, en una calurosa noche a pesar que el invierno tocaba su final.
Frente a Rafael Barrios, este gigante del arte de esculpir, es difícil encontrar la palabra precisa. Lo imaginaba viviendo en una mansión gigante, llena de lujos, con un taller pleno de luces y espacio, donde la imaginación pudiera regodearse y combinarse con la cera -sin ausencia de recursos- en un imaginado mundo. Sin embargo, lo encontré en su sencillo hogar, junto a sus ancianos padres, su esposa y dos hijos que como unidad armónica conforman aquel entorno familiar donde se respira felicidad. Me confesó que es Profesor graduado del Instituto Superior Pedagógico en la especialidad de Educación Laboral y Dibujo Técnico. Vive en Guisa hace mas de 46 años donde concibió a su familia, viene del monte y su entorno natural fueron las aves y se deleitaba al trabajar el barro de manera rústica, precisa.
Leander y Rafael, dos de sus hijos -que según el padre fueron los iniciadores de la afición familiar- pasaban horas observando cómo esculpía Luis Enrique Basterrechea, un vecino de la localidad. Ambos jóvenes reconocen lo aprendido de él sin proponérselo, acota Leander, al crear luego esculturas con masilla que eran admiradas por quienes los conocían y que, de algún modo, los incentivaron a incursionar en la cera.
Cuenta Barrios que había hecho la escultura de Polo Montañés, el cantautor pinareño fallecido en un trágico accidente automovilístico en plena carrera; la de Eros Ramazotti, el cantante italiano ídolo de sus hijos y la de Compay Segundo, el nonagenario trovador insignia de la música cubana. Cuando estuvieron listas decidió realizar el sueño de su vida: exponerlas al pueblo. Abrió un espacio en su casa y le llamó galería y confiesa con sorpresa que en un solo día pasaron por allí más de mil curiosos que no querían perder la primicia, que casi tiene que pedir ayuda a las autoridades locales porque los que hasta allí llegaban, se agolpaban para visitar el mini museo -como él lo califica- y ver de cerca su perfecto logro.
La obra escultórica de José Martí fue concebida a pedido del Consejo de la Administración Provincial, para lo que contaron con abundante información y el apoyo del gobierno local, quien gestionó una costurera que hiciera la indumentaria de Martí a imagen y semejanza de la que utilizaba el Apóstol. La familia Barrios, con la sencillez que la caracteriza, le permitió a Alicia Zamora que, cámara en mano, dejara las imágenes para la posteridad.
Regresé de Guisa y volví al Museo a observar el conjunto de la ya extensa obra de arte a disposición del pueblo bayamés y cubano todo… Mientras contemplaba una y otra vez la colosal obra de arte del escultor Barrios y sus hijos Rafael y Leander, vino a mi memoria aquella conmovedora frase de Ernesto Che Guevara pronunciada el 28 de enero de 1960, durante un acto de homenaje a Martí, que resumen el respeto de esta familia de artistas cubanos al maestro:
“Se puede honrar a Martí citando sus frases, frases bonitas, frases perfectas, y además sobre todo frases justas. Pero se puede y se debe honrar a Martí en la forma en que él querría que se le hiciera, cuando decía a pleno pulmón: ‘La mejor manera de decir es hacer’ ”.