Revista Erotismo

Mi segurata

Por Candelasevilla
Mi segurata
Ayer tarde, andaba yo por el super, en el proceso de avituallamiento. Hasta ahí, una tarde totalmente normal.
Oí un “buenas tardes”. “Buenas tardes”, respondí. El segurata, que se acababa de cruzar conmigo.
No sé cómo se llama. Probablemente, él tampoco sepa mi nombre. Creo que no llevaba su uniforme completo. Supongo que acabaría de empezar su turno. No me fijo demasiado, pero, su uniforme habitual consta de pantalón y camisa, y, la camisa que llevaba ayer, me pareció de calle, negra, ajustada, y con el cuello subido. “Habrán cambiado de uniforme?”, pensé. Y luego pensé, “a ver cómo le queda a las chicas”.
La verdad, voy a ese super porque, aparte de que me gustan sus productos, me gustan un montón las chicas que trabajan allí. Creo que deben ser cinco. Y, todas están buenas menos una. Así que, tengo la certeza de que, mire donde mire, veré algo bonito. Menos el segurata, claro, que, tengo que reconocerlo, está estupendo, pero, me iba a dar lo mismo que fuera Brad Pit.
Andaba yo en estas cavilaciones cuando me fui a pagar, y, como me cobraba la menos agraciada de las chicas, miré detrás de ella, y me vi al segurata. Le sonreí, es que soy así de amable. La cajera, llega al final de mi compra y añade una botella de Marlot del 2008. Me quedo a cuadros (sabéis que soy abstemia), y, bueno, le digo, “oye, esto no es mío”. “Sí, es un regalo”. Me explicó ella.
Volví a mirar al segurata, que corroboraba su versión asintiendo. Miré el resto de la cinta transportadora y vi que dos botellas iguales estaban sobre ella, una para cada cliente que estaba en ese momento en la caja.
“Soléis regalar cosas a los clientes?”, pregunté a la chica. “De vez en cuando. Hay artículos que son sólo para regalo”.
Le di las gracias, tanto a la chica como al segurata, porque me di cuenta de que había sido él el que trajo las botellas, y él, en ese momento, se separó de la caja y se movió.
Impresionante.
Su camisa sólo tenía un botón abrochado. Estaba toda ella abierta. Quedaba al descubierto todo su torso. Moreno. Un pecho y unos abdominales preciosos. Está muy bien este segurata, pensé. Inmediatamente, mi imaginación fue a la chica que me suele atender. “Cómo le quedaría esa camisa, tal que así, a mi cajera?”.
Para un mismo día, creo que está bien. Me habían regalado vino y me habían hecho un striptease.
Solo que… la persona equivocada. Pequeñeces.
Besos a todos, queridos fantasmas.Sigue leyendo

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