Revista Sociedad
Hola a todos. Hoy quiero hacer un homenaje a una de esas personas realmente maravillosas, que uno por suerte ha tenido el privilegio y la suerte de haber conocido y de haber sido parte muy importante de su vida. Cierto es, que nunca ha salido en los telediarios ni en los periódicos, ni tan si quiera en los de ámbito local, en los de andar por casa, es más, si hubiese una publicación en su barrio, dudo que apareciese en alguna de sus páginas, ni tan siquiera en un recorte pequeñito a pié de página. Y la verdad, es que probablemente se lo mereciese más, de lo que muchos se hacen merecedores de portadas. Allá por dónde pasaba dejaba la huella de un ser humano maravilloso, y todos los que estuvimos a su lado, conociéndola, viviéndola, queriéndola, sabemos la marca que dejaba en todos. Hija y hermana, pero sobre todo, esposa y madre. Era una persona profundamente creyente, pero creyente de verdad, de las que practican lo que creen y viven como creen, que no como quieren. De recursos medios, sacó adelante a sus cinco hijos. Siempre destacaba por como los llevaba, formales, educados, bien vestidos. Lo dio todo por ellos. Llegado el momento en que sus hijos debían prepararse para los Sacramentos, no dudó en fundar la catequesis, que hasta aquel entonces, no existía en la parroquia, consiguiendo un éxito de niños que acudían a formarse en su pequeña obra. Durante muchos años estuvo de directora, y a la vez, colaboraba con cáritas en la ayuda de los más necesitados del barrio, consiguiendo alimentos y todo tipo de ayuda. Siempre echó una mano a quién lo necesitaba, ya fuese familia, vecino o desconocido. Recuerdo cuando iba a entregar ropa y alimentos a unas chabolas y llevaba a sus hijos con ella, de la forma que les inculcaba, que si ante Dios, todos éramos iguales, para las personas, también había que serlo. Crió y educó a sus hijos para el bien, enseñándoles el camino a seguir, a veces con seriedad y firmeza, pero siempre con la dulzura que una madre tiene en la mirada. Era una madre, de esas que no podían ni sabían estar enfermas, ni tampoco se lo podía permitir, vivía para su marido y para sus hijos, y para Dios. Durante la enfermedad, nunca perdió ni la Fe ni las ganas de vivir, de seguir viendo a sus hijos crecer, y conseguir las metas que se marcaban en sus vidas. Pero las personas, solo somos eso, personas, y a veces, los planes que tenemos, no son para nada, los planes que Dios tiene reservado para nosotros. Así que, en un habitáculo frío de una UCI exhalaba su último aliento, reconfortado por los últimos Sacramentos y después de haberse despedido de sus hijos y de su esposo. Nunca vio casarse a ninguno de sus hijos, ni conocer a sus nueras, que tanto la iban a querer, ni vio nacer a ninguno de sus siete nietos, ni los abrazó, ni los pudo dormir en su regazo, un regazo creado para abrazar y amar, y yo lo sé bien, porque muchas veces, ese regazo me durmió y me consoló, era mi madre. Ayer fué el día de las madres, aunque mejor sería decir el día de los hijos, porque todos deberíamos estar celebrando que un día, por un momento, en un instante, en un lugar, una mujer, decidió ser madre, decidió ser, nuestra madre. Aunque ayer fue un día un poco duro, se y creo, que ella cuida de sus hijos y de su marido, de sus nueras y de sus nietos, que, aunque no pueda acunarlos en las noches, está con cada uno de ellos cuidándolos y protegiéndolos, junto con nuestra otra Madre. Aunque sea tarde, este quiere ser mi sentido homenaje a un ser maravilloso que marcó, y sigue marcando mi vida.... mi madre. Mamá, gracias por todo lo que me has dado, y lo que me sigues dando, te quiero. Un abrazo.