La curiosidad me ganaba, era más fuerte que yo, pero mi inseguridad me freneba. Caminé adentrándome en el sendero. Por fuera se veía normal pero por dentro la niebla acechaba, sin saber por donde caminar terminé en un desierto. Nunca había tenido un miedo tan profundo. En el momento que quería regresar, intenté usar el móvil pero no daba cobertura, si mi salida más sencilla no funcionaba, no sabría nunca por donde tenía que caminar, en mi desesperación, ante mi apareció un destello que no me dejó ver durante unos segundos. Cuando mi visión se adaptó, lo que estaba enfrente mío era una criatura, su forma era una bolita peluda blanca, volaba con unas alas en miniatura rosada. «Yo te puedo ayudar a salir» me dijo con una dulce voz. Le seguí hasta el final del sendero, en la salida nos paramos y ahí me dijo «Yo soy tu ángel guardián». Me sorprendió mucho esas palabras.
Pasaron 2 años.
«Hoy me adentraré en el sendero y el miedo no me va a parar» dije decidida. Esta vez el sendero parecía un laberinto con forma redonda, no me costó más de 5 minutos llegar al centro. En él habían unas grandes montañas con un brillo multicolor. El cielo despejado de todo mal tiempo, no se veía ni una nube. El camino era decorado con margaritas. Contra más atravesaba las montañas, todo lo que había visto desde un principio, fue cambiando poco a poco. Las plantas más pequeñas estaban muertas, después le dio lugar a los árboles. Al fondo del camino se veía una casa en muy mal estado donde se veían turistas visitando la zona, a ellos no les importaba el estado del paisaje y la casa. Me uní a ellos pero contra más me acercaba, más veía el cielo nublarse. El interior de la casa no tenía una historia paranormal pero si contaron una que es emocionante de saber. «No me la creo, son sólo patrañas» pensé. La casa era de madera, una madera vieja y ruidosa, a nadie le daba miedo estar dentro y eso hizo que disfrutara de la visita. Me quedé sola en la vivienda. Me asomé para ver que no chispeara pero llegaba tarde, llovía muchísimo. Agua no era, era sangre, era un diluvio de sangre. Me metí a dentro de nuevo para no mancharme. No me fijé y en el techo habían goteras con que me manché mucho de todos modos, no tenía recambio ni nada, sólo podía esperar a que ya no pudiera mancharme más. En el momento más inesperado apareció mi ángel guardián «¿Lo que llueve es sangre?» Dijo con una voz algo inseguro. «Siii, es sangre. Antes habían turistas y el que guiaba contó una leyenda que veo que es cierta, que en bede llover agua normal, lo que cae es sangre, sangre de las víctimas del diablo» dije confusa para no confundir echos inexistentes.
Fuimos a la puerta y ahí recibí una llamada extra de un número que no conocía pero lo tenía registrado con un raro nombre . Enfrente de la casa había un manantial que antes no estaba ahí, era puro camino. La sangre no manchaba el agua del manantial. Al otro lado de las aguas, había un incendio, que a la nada desapareció pero se multiplicó en dos lugares diferentes. «Me gusta este sitio» le dije a mi ángel. «Vaya lugar» fue la frase que me dio de respuesta. Cuando escampó regresamos al inicio. Volvimos donde empezó todo, en el desierto, ahí una vez que lo atraviese, me encontraré en mi barrio.