En este tercer embarazo el sexo del bebé ha sido un tema muy secundario para nosotros pero no para el resto del mundo, dado que después de dos hijos varones, parece ser que traer al mundo otro niño es considerado como una desgracia (sin dejar a un lado la mala acogida que tiene estar esperando un tercer churumbel).
Una cosa llevó a la otra y lo cierto es que a pocas personas se lo hemos desvelado… no he tenido demasiadas ganas.
Ya en la recta final, creo que tiene sentido compartirlo con vosotr@s antes de verle la carita.
Así que allá vamos…
Mi tercer hijo es ¿niño o niña?
Como ya he contado en numerosas ocasiones, lo que a mi me ha costado mucho creerme es que de verdad estábamos esperando otro hijo y que para ello no habíamos tenido que sufrir tantísimo con los anteriores. Este estupor me ha durado meses, ¡casi todo el embarazo! y, con sinceridad, aún hoy en día tengo momentos en que me pregunto si no estaré soñando.
En estas circunstancias, plantearme si iba a ser niño o niña era algo que no cabía en mi cabeza. No es que me pareciera descabellado hacer cábalas, es que ni siquiera pensaba en ello, porque he estado muy ocupada interiorizando que sí, que de verdad íbamos a formar una familia numerosa en cuestión de pocos meses.
Sea como sea, tras muchos años como usuaria del método sintotérmico, acompañada además en los últimos ciclos de la pulsera Ava, desde el primer momento he sido consciente de que si en algún embarazo he tenido más posibilidades de tener una niña ha sido en este. Entre otras razones porque cuando planificas las relaciones justo en el momento de la ovulación, estadísticamente es más probable concebir un varón, ya que los espermatozoides macho son más rápidos. Dado que en esta ocasión no había habido planificación alguna, me parecía lógico que en este caso hubiera más opciones de haber concebido a una niña.
No obstante, después de haber tenido dos niños varones y considerando que en nuestra familia no hay ni una sola niña, tenía claro que es posible que nuestras posibilidades de engendrar a una niña estuvieran reducidas, por ejemplo, por motivos genéticos.
En definitiva, que todas las opciones estaban abiertas.
Pero no me enrollo más por el momento y vamos al grano.
Mi bebé es…
Pues eso. Salvo error garrafal, mi tercer bebé es una niña.
Primeras ecografías
A la eco de las 12 semanas acudí sin intención alguna de conocer el sexo, plenamente concienciada de que si me decían algo, salvo que fuera claramente un chico, no me lo iba a creer.
¿Por qué? Pues porque con el Peque nos dijeron que parecía niña, y en la eco de las 20 semanas descubrimos que era un niño sin duda alguna. Esto es algo que tengo grabadísimo en la mente, no porque como algunos creen el hecho de que mi segundo hijo fuera finalmente niño sea una desgracia, sino porque durante dos meses estuve pensando que era una niña y de algún modo sentí que perdía algo cuando me dijeron que no lo era. De hecho recuerdo que me faltó muy poco para llorar en aquella ecografía, insisto, no por pena de que no fuera niña, sino porque haber estado 8 semanas hablando y pensando en mi hijo como algo que no era.
Si se veía el pitilillo, bien, si no… me lo tomaría como sexo indeterminado.
Así que cuando al terminar la eco de las 12 semanas el ecografista nos dijo que tenía toda la pinta de ser niña, esto lo que hice: no creerme nada.
No me costó dudar de lo que me había dicho, primero porque era pronto para que me lo aseguraran al 100% y segundo porque aún estaba haciéndome a la idea de que íbamos a ser padres de nuevo. Así que para mi este bebé era un ángel y punto, un ser maravilloso sin sexo ni nombre ni necesidad de definirse más.
A partir de ahí, tanto en las ecografías rutinarias que me hace mi ginecóloga cuando voy a consulta como en la eco de las 20 semanas, en la de las 32 y en todas las que me hicieron los días que estuve ingresada por amenaza de parto prematuro me aseguraron que era niña.
Entre unas cosas y otras, este ha sido el embarazo en el que más ecografías me han hecho y más médicos distintos han comprobado el sexo. Así que supongo que es realmente difícil que todos se hayan equivocado, ¿no?
Nuestras primeras reacciones
Durante muchos meses he sido una gran escéptica.
Casi he tenido que llegar al final del embarazo para asimilar que en breve voy a tener otro bebé entre mis brazos, así que imaginarme con una niña me parecía aún más inverosímil.
He ido posponiendo hacerme a la idea de que es niña hasta que con la amenaza de que naciera antes de tiempo me he tenido que poner las pilas a comprar las cosas que me hacían falta, revisar la poca ropita que tenía guardada de los niños y todas esas cosas necesarias antes de cualquier nacimiento. De algún modo las circunstancias me han obligado a asimilarlo, si no creo que habría llegado a estas últimas semanas en pleno estupor.
¿Me imagino con otro bebé? Sí, totalmente. ¿Me imagino con tres hijos? Sí, sin problemas. ¿Me imagino con una niña? Pues la verdad que no, estoy acostumbrada a tratar con niños a todas horas… pero supongo que no será tan diferente.
Este ha sido uno de los motivos por los que no me ha apetecido compartir el sexo del bebé. Pienso que primero que tenía que interiorizarlo yo para luego poder compartirlo con los demás. Más aún cuando los demás no es que sean gente amable que anime con comentarios positivos.
Si os digo la verdad, lo primero que pensé en aquella eco de las 12 semanas fue: pobres mis hijos, lo que van a tener que escuchar.
Lo segundo que pensé es que, a efectos prácticos, un niño hubiera venido mejor. Por la ropa, por los juguetes, porque ya estamos curtidos…
¿Teníamos preferencias sobre el sexo de nuestro tercer bebé?
Los lectores más antiguos ya sabréis que siempre he dicho que me hubiera gustado tener la experiencia de criar una niña. No por las razones al uso, sino porque a mi me encanta la infancia. Me gustan los niños, me gusta tener hijos, disfruto criándolos, adoro la infancia de cabo a rabo y no me canso de aprender de ellos y sobre ellos. Todos los días doy gracias por asistir a los progresos de mis hijos, a sus múltiples coincidencias y también a todas y cada una de sus diferencias. Tener la experiencia de criar a una niña, que estoy segura de que en cierta medida son distintas a los niños, es algo que me apetecía como amante de los niños. Sin más. Sin pesar alguno por tener dos varones, simplemente desde la sinceridad con la que puedo hablar aquí.
Ahora bien, desde un punto de vista práctico, como es decía hace unos líneas, me parecía más cómodo tener otro niño.
También por los comentarios, que siendo malos como iban a ser, hubieran recaído más sobre mi que sobre ellos. Siendo otro varón, no hubieran parado de darme el pésame en toda mi vida, pero pensaba que podría ir desviando esos comentarios al menos para que ellos no los escucharan. Siendo niña… pues ya se la que les espera. Tendrán la desfachatez de dirigirse a ellos directamente para decirles lo prescindibles que son ahora que sus padres por fin han conseguido tener una niña. ¡Ya ha habido comentarios en ese sentido y ni siquiera ha nacido!
En definitiva, realmente nos era indiferente el sexo.
La opinión del entorno
Como ya os conté hace unos días, el no creérmelo yo no ha sido la única razón para intentar compartirlo con la menor gente posible.
Los feísimos comentarios de la gente, tanto sobre sus expectativas con respecto al sexo del bebé como con respecto a lo horrible que les parece tener un tercer hijo me han quitado mucho las ganas.
Las primeras reacciones que tuvo el entorno (ojo, que no hablo de familia, sino de conocidos) fueron en su mayoría comentarios horrorizados. Incluso el padre de un compañero de clase de uno de mis hijos, con el que habré hablado tres veces en mi vida, me paró un día a la salida del colegio sólo para preguntarme si tal noticia era cierta y cómo podía haber sucedido. ¡Me preguntó que si había sido un accidente!
Aquella fue la primera de muchas reacciones fuera de lugar, en las que a la gente no le entraba en la cabeza que aquello pudiera ser cualquier otra cosa distinta a un error de terribles consecuencias. Aseveraciones que siempre terminaban con un “pues al menos espero que sea niña”.
Francamente, cuando me dijeron que era niña me supo mal porque de alguno modo me parecía que iba a dar alas a estos comentarios tan despectivos hacia mis hijos.
La auxiliar de la farmacia más cercana se enteró de mi embarazo el día que compré la vacuna del Rh. A pesar de mi bombo, no daba crédito de que la vacuna fuera para mi, como si fuera más probable que aquella tripa fuera fruto de comer muchos polvorones en Navidad que de un embarazo. Cuando le aseguré que era para mi, me dijo que “no entendía como una familia con dos hijos quisiera tener un tercero” y que “menos mal que era niña porque quién querría tener otro niño teniendo ya dos varones”.
En definitiva, pocas han sido las personas más o menos conocidas que han tenido una reacción normal, que es dar la enhorabuena como la darías con un niño y poco más. Porque, ojo, esas alegrías desmedidas, esas palmas, esos besos y abrazos, esas exclamaciones como si fuera lo mejor que te ha pasado en la vida, como si hubieras logrado un hito fundamental en tu desarrollo vital para el que te has esforzado durante años… sientan igual de mal.
Siendo del todo sincera, y a pesar de haber acabado comprado muchas más cosas de color rosa de las que jamás pensé que compraría, me lo creeré el día que la tenga en brazos y pueda inspeccionarla yo misma.
Lo único que tengo claro es que, más allá de la importancia que le de la gente, lo que realmente nos va a cambiar la vida es llenar nuestros corazones con una nueva personita. Lo que sea o deje de ser poco importa.
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