Revista Cultura y Ocio

Mi tesoro

Por Mientrasleo @MientrasleoS

Mi tesoro

Cementerio de libros

     Todos los lectores empedernidos pasamos por una gripe en un momento determinado. Esa gripe no se manifiesta con toses o dolores de cabeza, sino que vamos notando los párpados pesados en libros que antes nos divertían, tenemos una opresión en el pecho ante determinadas letras cuando en otro tiempo seguíamos leyendo impasibles las desgracias de los protagonistas, y se nos nubla la vista cuando vemos algunos títulos de la lista de los más vendidos. Hace tiempo, pensaba que ese fenómeno no estaba extendido, pero poco a poco me he ido dando cuenta de que es un mal común. De hecho, poco antes de navidades, estaba delante de la pared en la que El Corte Inglés coloca sus libros destacados y vi a un hombre mirando con incredulidad el libro número 3 (cuyo autor es bastante mediático en programas del corazón) y noté un pequeño tic que le hacía arrugar la frente mientras negaba con la cabeza de forma apenas perceptible. No pude evitar sonreirle como se hace a las personas con las que compartes un secreto. Estaba claro, ese hombre había pasado por la gripe. Supongo que el momento en que se coge es impreciso, tal vez viene determinada por los gustos, el tiempo del que se dispone o simplemente es el regalo de fidelidad que te hacen al comprar el libro número 40, o 400, lo mismo da en realidad. Pero cuando piensas que te has curado es justo cuando se empieza a disparar el número de libros que tienes en las estanterías de casa, se acumulan nombres, títulos, autores... empiezas a interesarte por autores que antes ni conocías, y lo peor de todo es que te gustan. Y ahí te encuentras leyendo Hambre mientras otros buscan el último best seller como hacías tú justo hace unas semanas. Descubres que puedes pasarte una  hora mirando títulos sin ser consciente del tiempo transcurrido hasta que no vienen a tirarte de la manga mientras se dan golpecitos con el dedo en la esfera del reloj y que al ver las quinielas de nombres que se barajan para el Nobel de literatura (porque a estas alturas nadie duda que miras esas quinielas e incluso te aventuras a apostar) conoces a más de la mitad de los nombres. Es más, has leído varios libros de los autores que aparecen en ellas. Empiezas a buscar en Google términos como "autores malditos", "generación perdida" y tantos otros términos que te llevan a... más libros. Y se siguen acumulando en casa y los colocas nuevamente para que quepan mientras empiezas a sentir la necesidad de hacerle una foto a tu pequeña biblioteca. Porque es tuya, y lleva tu sello propio, tu "canon literario" basado en tus gustos está marcado por el desgaste de las tapas de algunos títulos, aquellos a los que regresas, y el tiempo que hace que has leído otros viene determinado de forma exacta por la accesibilidad que tienen. Los títulos más recientes tienden a ocupar los lugares más accesibles por una ley no escrita que hace que busquemos dejarnos hueco a mano cada vez que reordenamos los estantes.
     Justo en ese momento, un día te levantas y ves que no entran más libros, y entre una mirada furtiva a la pared que está justo tras el sofá calibrando si la estantería de oferta en IKEA tiene la medida adecuada... te asalta un pensamiento atroz. ¿Y después?, ¿qué pasará con mis libros? No se si os ha pasado eso alguna vez, porque sí, somos jóvenes que no eternos y nuestros libros, cuando no los leamos, cuando no estemos, ¿qué os gustaría que fuera de ellos?
     Durante un tiempo pensé que lo mejor sería donarlos a una biblioteca. Pero los tiempos cambian o tal vez sólo lo hagan las bibliotecas de donde yo vivo y ya he visto alguna que regalaba libros por falta de espacio... y ese día volví a casa con sudores fríos, lo reconozco. Porque no quiero ni imaginar que pasará con ellos. No digo que quiera hacer como los faraones, y que me hagan una cámara del tesoro en la que todos mis volúmenes cuidadosamente almacenados vayan a pasar conmigo toda la eternidad..... (creo). Y no se si mi descendencia dispondrá de tiempo espacio o ganas y, sinceramente, creo que tampoco quiero saberlo no vaya a llevarme una sorpresa que no me apetece demasiado. Pero si que es un tema que me preocupa que mi pasión de hoy sea un estorbo mañana, no porque lo considere un gran legado sino por la pena que me daría... y hasta aquí puedo continuar la frase, mejor no digo en voz alta las opciones menos agradables que se me ocurren para mis queridos papeles. Así que hoy, os hago a todos partícipes de la duda. ¿Alguna vez habéis pensado que pasará con los libros que estáis comprando?
     Gracias
PD. La escalofriante fotografía que ilustra la entrada cuya leyenda dice "Cementerio de libros" está tomada por Sweet Juniper, y su entrada original sobre el lugar la podéis leer aquí. Estoy segura que más de uno se llevará una sorpresa al ver con sus propios ojos que no todos los Cementerios de libros olvidados suenan igual de bien.

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