Revista Infancia

Mi Tribu.

Por Janeth
Mi Tribu.
Hace casi 3 años, nació mi nena, se acerca su tercer cumpleaños, en los inicios como madre con mi nena pequeñita, mi cabeza y la de mi esposo estaba llena de mil dudas y había una batalla entre nuestro corazón y la razón. Nuestro entorno apuntaba a no “malcriar” a la niña, a no “mal acostumbrarla” a los brazos, incluso me llegaron a decir que debía acostumbrarla a la leche de vaca “por si me pasaba algo”, esto último fue lo más absurdo que escuché en esos días o ha de ser que mi cerebro ha logrado olvidar tanto mal consejo no pedido dado en ese entonces. Yo no sé donde estaba mi instinto, será que se quedó entre tanto medicamento para la cesárea y no pudo salir a flote porque estando mi sangre tan llena de fármacos, como iba a dejarme llevar? Me habían robado mi parto y ahora querían robarme la crianza de mi hija, y eso no lo iba a permitir!!!!!!!!!!!!!. Y es que como iba a saber yo que mi nena sólo necesitaba mi leche y mis brazos? Que el latido de mi corazón y mi arrullo era para ella el cielo y que ningún aparato costoso, ninguna cuna hermosamente decorada, ningún dibujo en la pared iba a reemplazar a mamá? Y que ninguna fórmula infantil por muy “mejorada” iba a igualarse a la leche de mamá.
Mi Tribu.
Hasta hacer una visita era un verdadero suplicio, todo el mundo hablaba, decía, opinaba y me la arrebataba de mis brazos, me preguntaban como hacía "los oficios" de la casa si todo el tiempo la tenía encima de mí, o será que mis revolucionadas hormonas todo lo magnificaban? Una nena que no dormía nada, en ningún sitio ni siquiera en mis brazos, una madre sin saber que hacer, sin saber que le pasaba ni a ella ni a su bebé y creyendo que estaba al borde de la locura, una Pediatra que me mandaba a darle chupete y leche de vaca cuando la llamaba para decirle que ella no dormía nada y lloraba mucho, yo sentía mi cabeza como que estaba a punto de un colapso, a punto de estallar, porque no siquiera los prolongados episodios de llanto me ayudaban a tranquilizarme. Tuve gente a mi lado, todos con las mejores intenciones, pero lo que me decían no era lo que yo quería escuchar, por eso dicen que el ruido del mundo externo acalla nuestro interior. Mi esposo estaba a nuestro lado, acompañándonos, sirviéndonos, me dejaba todas las comidas del día, estaba pendiente, pero tan perdido como yo en esto de la crianza, las hormonas, la leche materna, el sueño del bebé y demás.
Mi Tribu.
Al saber que “algo no estaba bien”, empecé averiguar, a investigar e indagar, con ella en brazos y en la teta, sobre todo en las madrugadas de desvelos, ella en las mismas tetas que aún son su consuelo y alimento, la misma teta que sus angelitos me guiaron a no quitarle y llegué a un grupo de mujeres que me recibieron con los brazos y su corazón abierto, un foro de maternidad que fue por casi 3 años mi casita virtual, mi punto de encuentro, mi ayuda y apoyo. Un sitio donde conocí mujeres maravillosas, cuya brújula era el amor, la paciencia, el respeto, defendían la lactancia e informaban sobre el colecho. Allí despejaba mis dudas, ellas fueron mi asidero, mis guías, mis maestras, las tías virtuales de mi hija. Gracias a ellas pude dejar salir lo mejor de mí y cambiar mi visión de los niños, empecé a ver la infancia con ojos amorosos, empezaron a caer “capas” de años de aprendizaje y en casa empezamos a estar más relajados y pudimos verdaderamente disfrutar a nuestra hija sin temor, ya sabíamos que la nena era “normal”, que tenía el mismo comportamiento de todos los bebés del mundo, y que no siempre el hijo del vecino duerme mejor y llora menos. Aprendí que los niños no son malos y que nada de lo que hagan será para fastidiarnos la vida o para “medir fuerzas”.
Han pasado casi 3 años, estoy enamorada de mi hija, de sus “Te Amo”, de su sonrisa, de sus manitos en mi pecho, de cómo se le ilumina la cara cuando llego a casa al regresar las pocas veces que la dejo con su padre, adoro la relación de amor que tiene con su padre, son confidentes, se hacen bromas y me las hacen a mí, le encanta salir con él, pasear juntos e inventarse historias.
Mi tribu estuvo allí para enseñarme, muchas de ellas hoy día son mis amigas, aún las “fastidio” con mis dudas y siguen enseñándome, a todas ellas, las que estuvieron, las que se fueron, las que están, simplemente GRACIAS por haberme permitido conocerlas, por haberme enseñado aflorar lo mejor de mí y por enseñarme “Amar verdaderamente a mi hija”
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GRACIAS!!!!!!!!!!!!
Mi Tribu.

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