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Mi viaje por el mundo un año después: Cosas que he aprendido

Publicado el 30 julio 2017 por Packandclick

Un año después de haberme embarcado en la mayor aventura de mi vida, comparto una reflexiones de mi experiencia

El 31 de julio de 2016 me embarqué en una aventura que me llevó a recorrer 12 países/estados en tres continentes, en sesenta días. Viví las cuatro estaciones en dos semanas y me llevé experiencias que se quedarán guardadas en mis retinas para siempre. Cuando volví, hice una pequeña reflexión de lo que supuso este viaje para mí.

Pero, a veces, pienso que hay que tomar distancia para poder apreciar las experiencias vividas y ver qué has aprendido en el camino. Y, entonces te das cuenta de que no todo es de color de rosa.

Si aún no has leído los capítulos que escribí, te invito a que lo hagas para que conozcas mejor el trayecto que hice:

  • Capítulo 0: A las puertas de una nueva aventura
  • Capítulo 1: Roma, regreso a la cuna de una gran civilización
  • Capítulo 2: Vaticano, el estado más pequeño del mundo
  • Capítulo 3: Petra, tras los pasos de los nabateos
  • Capítulo 4: Jerusalén, un día en Tierra Santa
  • Capítulo 5: Con el dios Krishna en la ciudad india de Vrindavan
  • Capítulo 6: Fascinada con Akbar y el imperio mogol de la India
  • Capítulo 7: La belleza del templo dorado de Amritsar
  • Capítulo 8: Katmandú, cuando lo inesperado de sorprende
  • Capítulo 9: Lumbini me da la bienvenida al corazón de Buda
  • Capítulo 10: Hong Kong, la capital asiática del mundo
  • Capítulo 11: En Tailandia, de isla en isla y tiro porque me toca
  • Capítulo 12: Bangkok, una capital que tiene su punto
  • Capítulo 13: Singapur, la ciudad-estado que recuerda a Disneylandia
  • Capítulo 14: Yogyakarta, el rincón de la aventura en Indonesia
  • Capítulo 15: Bali, buscando lo desconocido entre lo masificado
  • Capítulo 16: Entre la Tierra Media y la de los maoríes
  • Capítulo 17: Queenstown, una perfección casi celestial
  • Capítulo 18: Sídney, la ciudad de la despedida

Lo mejor de haber viajado por el mundo

He viajado sola desde que tenía 8 años. Así que, en principio, no me daba miedo embarcarme en esta aventura. El viaje no era lo que me daba miedo, era lo que venía después lo que me atemorizaba.

Aunque, también debo reconocer que no es lo mismo viajar sola a Lisboa o Toronto, que hacerlo a Oriente Medio e India.

Aún recuerdo aquellos nervios, tres horas antes de subirme al avión, y el momento en que estallé en sollozos porque no sabía ni dónde me había metido.

¿Doce países, en 60 días? A Oriente Medio, ¿yo sola? A la India, ¿yo sola? ¿Qué mosca me había picado? No tenía que demostrar nada a nadie, así que ¿por qué me había metido en semejante berenjenal?

Y una voz interna me decía, ¡porque te estabas muriendo poco a poco en tu anterior vida y necesitas una aventura!

(Un pequeño inciso para ponerte en situación y regresamos al 31 de julio de 2016. Puedes saltarte los párrafos que van entre líneas si no quieres leerlos).

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Hace unos meses empecé a escribir una guía para la mujer viajera y, en un principio, iba a ser un relato mucho más personal. Hablé mucho de cómo me encontraba antes de hacer el viaje y déjame decirte que, si no llegué a la depresión, estuve al borde.

Había días que no me reconocía. Me metía en la ducha y me ponía a llorar porque no era feliz. Tantos años de esfuerzo, tantos años de lucha por venir a los EE.UU., para obtener la puta (perdón) Green Card, por vías legales y que moralmente me permitieran dormir por la noche, me estaba pasando factura.

(He tenido que borrar lo que había escrito aquí. Quizá algún día esté preparada para compartir por lo que pasé. Pero me he dado cuenta de que sonaba un poco fuerte y el objetivo de este post no es despotricar contra mi antigua empresa).

Pero, en mi vida he pagado un precio tan alto por algo. Me agotó, de hecho, me exprimió hasta el punto en que creí que lo mejor era tomarme unos meses sábaticos para saber qué quería hacer con mi vida, y me daba más o menos igual si terminaba estando en el paro una (larga) temporada. Tenía dinero ahorrado para vivir desempleada durante un año.

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Volvemos al viaje...

Afortunadamente, mi amiga Itziar vino al rescate y se presentó en la cafetería Biolitz de Irun antes de ir al aeropuerto para calmar mis nervios... y fue directa como sólo ella saber serlo. Me tranquilicé un poco, al menos, para no asustar a mis padres.

No fue hasta el momento en que subí al avión cuando me di cuenta de que estaba a punto de empezar la MAYOR AVENTURA DE MI VIDA. Algo con lo que siempre había soñado.

Y todo fue bien. Cada vez que lo pienso... TODO FUE A LA PERFECCIÓN. A veces creo que tengo dos ángeles de la guarda que me protegen en todo momento porque tras 60 días, 25 aviones, 12 países y 3 continentes, el único percance que tuve fue que en Nueva Zelanda me robaron la cartera una semana antes de volver a casa.

Tanto miedo y tanta inseguridad por recorrer países como Jordania, Israel e India yo sola, y todo lo que pasó fue una cartera robada en el sitio menos esperado.

Soy muy afortunada la verdad. El hecho de no haber tenido ningún incidente hizo que saborease cada instante del viaje como si fuera el último y, en parte, lo era porque nunca voy a volver vivir una experiencia como ésta otra vez.

Este viaje me ha dado tanto... He aprendido muchas cosas acerca de mí que creía inexistentes en mi persona.

Viajar te permite conocerte mejor. Y ser mujer y viajar sola te hace Superwoman. Te lo digo en serio.

De vuelta a los EE.UU., estuve yendo a un psicólogo (hablaré de ello en un rato) y le comenté en más de una ocasión que, a lo largo de mi viaje, me sentí indestructible e infranqueable: Wonder Woman.

No planifiqué salvo los países que quería visitar, me dejé llevar y permití que mis instintos y sentidos tomaran las riendas.

Y creo que por eso disfruté tanto de este viaje tan intenso.

Por primera vez en mi vida no pensé ni en el futuro, ni en el pasado. Me centré únicamente en lo que estaba viviendo en el momento presente.

¡No sabes la sensación de libertad que se siente cuando dejas de pensar!

En mi viaje también me volví más audaz y directa. Siempre me ha dado miedo ofender a la gente con las cosas que digo y tengo un filtro constante que controla cada palabra que sale por mi boca.

En mi viaje no, en mi viaje dije lo que debía decir en cada momento. Se lo dije a Alí cuando se pasó de la raya, se lo dije al chino tocapelotas que me encontré en el aeropuerto de Lumbini y se lo dije a un "amigo" israelí cuando éste también hizo algo inapropiado.

Creo que este viaje consiguió sacar lo mejor de mí en muchos aspectos.

La otra cara de la moneda

Pero toda moneda tiene dos caras. Y ahora voy a abordar lo que aprendí y que, en cierto modo, compartí en un post anterior dedicado a la mujer viajera.

Como he comentado, una de las razones por las que salí a hacer este viaje fue para ver qué quería hacer con mi vida. Estaba perdida. Muy perdida.

La única cosa que sabía con certeza era que no quería volver a la empresa para la que trabajé durante casi seis años.

Todo lo demás era una GRAN INTERROGANTE. Y, si te soy sincera, a lo largo de mi viaje no pensé qué iba a hacer después con mi vida. Tal y como te he dicho antes, sólo pensaba en lo que iba a hacer cada día.

Así que, aterricé en Bilbao y las primeras semanas aún fueron de luna de miel. Me encontraba serena, enérgica y feliz.

Viajar es un bálsamo para curar el alma. Lo es, pero también es una espada de doble filo y ahora entenderás el porqué.

La gente me decía que me veía bien y, en parte, era cierto. Estaba tranquila porque ya no tenía el estrés laboral.

De vuelta a la realidad

Pero, choqué de bruces con la realidad cuando volví a Los Ángeles. ¿Qué iba a hacer con mi vida? ¿Iba a volver a trabajar para una empresa? ¿Iba a quedarme a vivir en Los Ángeles? ¿O en California? ¿Quería seguir en Lakewood?

Volvía a sentirme sola en esta urbe tan fría en muchos sentidos.

No sabía qué hacer. Era un desastre y, una vez más, en vez de enfrentarme a estas interrogantes, lo que hice fue distraerme con un amigo que hacía un par de meses conocí en Australia.

Durante un mes me dediqué a ser su guía turística por California, Nevada, Arizona y Utah.

Otro mes más de distracciones y así llegó diciembre... Y me dije, ¿para qué ponerme a buscar trabajo si todo el mundo está pensando ya en la Navidad?

Y, de repente, era 27 de diciembre, mi cumpleaños, y creo que fue allí cuando me entró el pánico de verdad. Seguía sin enfrentar la realidad y me daba pavor empezar otra vez. Y me derrumbé delante de Laura porque esa luna de miel por la que había pasado llegó a su fin de golpe.

Me sentí muy perdida y aterrada. Empecé a ir a un psicólogo y me ayudó mucho, la verdad. Me di cuenta de qué era lo que realmente quería hacer y aunque me daba pavor dar ese paso, decir: "no quiero volver a una empresa y quiero emprender por mi cuenta", tenía que darlo y lo di, por fin.

Han pasado ocho meses desde aquel día y no me arrepiento de haberlo dado. Creo que, después del viaje que hice, ésta ha sido la mejor decisión que he tomado.

No han sido meses fáciles. No es fácil vivir en un estado tan caro como lo es California ganando un tercio de lo que ganaba antes, pero apreté el cinturón mientras llegaban los clientes y me puse agresiva presentando propuestas a clientes potenciales.

No sé cuántas propuestas habré presentado hasta la fecha... ¿60? ¿70? ¿80? No sé, algo por el estilo.

He tenido a mi alrededor a personas que me han inspirado; amigos que montaron su propio negocio antes que yo y me impulsaron y aconsejaron sobre qué camino debía tomar. Personas que me dijeron qué hacer, cuánto debía ganar para asentarme en mi primer año, gente que realmente me anima cada día cuando las cosas no son tan fáciles.

Y, hoy, ocho meses después, puedo decir que aunqueestoy empezando tengo mis pies firmes sobre la tierra. Me encuentro tranquila económicamente y con unos clientes con los que me encanta trabajar (al menos un 80% del tiempo, siempre hay días más difíciles y en los las cosas se tuercen).¡ Jamás pensé que en menos de un año tendría tanto trabajo! Me siento muy afortunada.

Soy feliz. Estoy tranquila. Las cosas están saliendo bien por fin y tengo la libertad de trabajar desde donde quiera.

Y, ¿por qué te cuento todo esto? Por varios motivos:

En un post anterior, en el que hablaba de la mujer viajera, te comenté que no deberías empezar un viaje para poner un parche a tu vida. Fue lo que hice yo, en cierto modo. Los problemas estarán ahí esperándote cuando vuelvas y probablemente se incrementen, al menos desde el punto de vista emocional.

Viaja, viaa mucho y viaja sola, pero cuando en tu fuero interior te encuentres bien. Es el consejo que te puedo dar. De alguien que quizá debería haber hecho las cosas de otra forma.

No me arrepiento de cómo las hice yo, porque me han enseñado y he aprendido mucho acerca de mi persona. Creo que me han ayudado a crecer.

Pero hoy, un año después, tal vez le hubiese dicho a la Maider que estaba perdida, que fuera a un psicólogo primero, o a un career coach, y después se embarcase en su viaje con un plan más amarrado.

Espero que si ésta es la primera vez que entras en este blog y te encuentras en la tesitura de no saber qué hacer con tu vida, esto te ayude en cierto modo. Adelante, porque si yo he podido, ¡tú también puedes!

Y si eres de las personas que me lee fielmente, gracias una vez más por seguirme en esta aventura mía. ¡Pronto vendrán nuevos viajes que espero poder seguir compartiendo contigo!

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