“Ver, analizar, ver de nuevo y sobreanalizar El resplandor; el exhaustivo examen de esta obra magistral equivale a dejar detrás de mí un hilo de Ariadna que me permite encontrar sano y salvo el camino para salir del asfixiante laberinto del hotel Overlook, huir de la bestia encolerizada que nos persigue a mi madre y a mí desde 1942. Igual que el pequeño Danny, que para salir del laberinto vegetal desanda el camino siguiendo sus propias huellas, yo, guiado por las enseñanzas aterradoras de El resplandor, tendré que volver sobre un pasado espantoso para encontrar la salida hacia la luz y emerger solo del lodazal”.
Uno de los mayores placeres que puede regalarte la literatura es su inagotable capacidad de sorprender. Compré Mi vida en rojo Kubrick sin conocer nada del libro. El nombre del director en el título y una pequeña ojeada a la contraportada, más la mítica imagen de las inquietantes niñas gemelas en la portada fueron reclamo suficiente para que me aventurara a su adquisición. Y puedo decir ya que fue un gran acierto. Aunque el libro está escrito —al menos en las partes dedicadas a El resplandor— a modo de ensayo, he mencionado arriba la palabra literatura. Y es que Mi vida en rojo Kubrick adopta unas maneras literarias maravillosas, demostrando la increíble carga emocional que puede guardar un texto de características algo especiales.
El artefacto que ha creado Simon Roy —profesor de literatura nacido en Canadá— es, por derecho propio, todo un homenaje a esa genialidad que es El Resplandor y, por extensión, a la figura omnipresente de Stanley Kubrick. A través de capítulos muy cortos, Roy disecciona un sinfín de aspectos del filme aportando detalles ya conocidos y otros bastante más ocultos, con lo que intenta responderse a sí mismo acerca de la fascinación que la película despertó en él desde que la vio por vez primera con diez años. Hasta aquí todo normal, nada muy diferente de los cientos de ensayos cinematográficos sobre obras o directores determinados que pueblan las librerías especializadas. Ahora bien, lo que distingue la obra de Simon Roy es la intercalación de estos pasajes en los que habla de la película con otros capítulos en los que desentraña su propia historia personal, remontándose atrás en el tiempo para desvelar un trágico y perturbador pasado familiar. Al alternar estos dos aspectos, película y vida, el escritor consigue generar un constructo fascinante, educativo, emocionante y estremecedor.
El autor hilvana su propio recorrido vital con El resplandor, y de algún modo sorprendente consigue responder algunas preguntas de carácter existencial y muy personal con teorías y claves extraídos del filme de Kubrick. Este milagro tendría un interés limitado para el lector si la biografía de Simon Roy fuera poco excepcional. Por suerte —y por desgracia—, no es el caso. Ir descubriendo los distintos hechos que marcan a la familia del escritor desde mucho antes de su nacimiento es una experiencia impactante, como lo es recorrer los pasillos del hotel Overlook a través de una televisión o una pantalla de cine. Los trágicos sucesos que se nos narran le sirven a Roy para realizar un emocionante recorrido por la vida de su madre y su relación con ella, logrando que el lector empatice con lo que está leyendo hasta alcanzar niveles de identificación tremendos.
Aunque los capítulos reservados a diseccionar El resplandor están llenos de datos y de un tono más ensayístico, Simon Roy no abandona nunca el tono personal, incidiendo una y otra vez en ciertos pensamientos y experiencias propias que la película le sugiere. Si bien la obra de Kubrick no necesita aditamentos para resultar fascinante, en este caso la particular visión del escritor le añade una capa extra de interés, una doblez que no habíamos visto antes.
Y es aquí donde el autor impregna a Mi vida en rojo Kubrick de un matiz literario destacable. La voz de Roy no es plana ni unitaria, sino que se sirve de diferentes estilos narrativos para cada capítulo, lo cual demuestra su validez como contador de historias. Casi siempre en tiempo presente, los capítulos avanzan conteniendo un aire periodístico que dota de mayor fuerza a la historia principal. En un momento determinado, leemos una serie de enumeraciones —no puedo desvelar su contenido— que son como martillazos, y que suelen concluir con un tremendo golpe final.
Se puede interpretar El resplandor como un ente creador de traumas, o como un puzzle retador, o como una puerta que esconde la solución a un misterio al mismo tiempo que nos plantea otro mayor.
En realidad, Mi vida en rojo Kubrick es una guía de supervivencia, un código rojo que nos avisa de la presencia de la oscuridad siempre acechando desde cualquier rincón, desde cualquier momento. La clave no está en la película, sino en la vida.