He seguido atentamente la campaña electoral y he decidido que mi voto sea de Mas. Artur Mas. Más que por su cartel de Moisés abriendo el Mar Rojo y deambulando cuarenta años por el Sinaí, porque el hoyito de su mentón me recuerda a Kirk Douglas en Espartaco, que era el esclavo que luchó contra el Imperio de Roma y de Madrid.
Prometió que nos curará el cáncer cuando Cataluña sea independiente, y si es capaz de librarnos de esa terrible enfermedad, con él no tendremos ni catarros.
Mi voto de Mas porque con una Catalunya independiente no habrá muertos en carretera, como vaticinó, porque los actuales se deben a las normas de tráfico de Madrid, hechas para matar catalanes.
Mi voto para Artur, porque con la independencia viviremos más y mejor, y porque el Barça ganará todas las ligas catalanas.
Además, porque tendremos más dinero al devolvernos el que le acusan de ocultar en Suiza, y porque sin Madrid nos bajará los impuestos, según nos prometió.
Artur nos dará la felicidad. Tras la caída de Roma-Madrid, la Generalidad hará que las mujeres sean libros abiertos esperando que los acaricie, los hombres resultarán iguales para ellas, y ya no habrá parados.
Ese mentón enérgico de Espartaco-Kirk Douglas merece más confianza que el del blandengue Mariano Rajoy, que recuerda a Victor Mature, el mayor villano de los romanos.
Finalmente, mi voto de Mas porque aunque nos expulsen por celos de la Unión Europea, una pandilla de países acomplejados, no la necesitaremos: nosotros inspiramos envidia y admiración de todo el planeta.
Ya independientes, se cumplirá enseguida la profecía del genial hiparxiólogo Francesc Pujols (Barcelona, 1882-1962), que nos anunció el día en el que “iremos por el mundo con todo pagado sólo por ser catalanes”.
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SALAS