Mr. Hinson centró su repertorio en su último álbum, del que se dice que fue (magistralmente) grabado en un solo día, y que lleva el poco amistoso título de When I Shoot At You With Arrows, I Will Shoot To Destroy You. Sonó el dudosamente afable “Fuck Your Wisdom”, entre taciturno y desafiante, oscilando entre lo uno y otro, vaivén que duró durante todo el concierto… con algunos rayos casi esperanzadores e irónicos que se le escaparían, como el buen ejemplo que fue la versión de “Please Daddy don’t Get Drunk this Christmas” (de John Denver), o alguna historia, como la de la guitarra que empeñó y por casualidad recuperó diez (“fucking”) años después. Con esa mismísima guitarra empezó a ir poniendo un broche de brillante oro abollado, ajado y en parte oxidado al hermoso y brumoso recital, que dejó dos versiones que mantuvo al público en el más absoluto de los silencios. Una fue “No Surprises” (Radiohead), a su aire, tenebrosa a la par que llena de una brizna de esperanza, vana o no. Como colofón, una serena pero arrolladora e intensa versión de «500 Miles Away from Home”, el clásico de los sesenta, que más de uno conocimos en este país por Los Mustang. Y eso fue todo. Ahí nos dejó con una desazón de las buenas, que las hay, de las que cauterizan, que duelen y curan.
La actuación de Micah P. Hinson fue inolvidable, y ahora más, visto en perspectiva. Aquello fue un martes de Sala X. Eso significaba que al día siguiente habría que levantarse temprano, un poco por encima de nuestras posibilidades, dependiendo de lo que nos hubiéramos enredado en laslianas de la noche. Así es de agridulce el dilema. Más bien era en estos momentos; la enfermedad que se pasea por el planeta y que nos tiene en casa por nuestro bien nos estará haciendo recordar aquellos tiempos. De haber intuido (¿de qué manera?) que esta situación llegaría a estos extremos nos habríamos replanteado pasar una noche de martes de lujo, con amigos de lujo y con un artista de lujo aun sabiendo que al día siguiente habría que pagar cierta factura a la hora de despertar y echar el día. Un asiduo del local siempre decía (y dirá cuando esto acabe) que “¡enseguida me iba yo a perder esto!”. Al día siguiente se le volvía a ver allí diciendo que “¡enseguida me iba yo a perder esto otro!”. Algo así. Lo hecho, hecho está, pero para algunos, nos era insoportable levantarnos frescos por la mañana en lugar de haber trasnochado, aunque fuera un poquito (¡o mucho!) por ver música en directo, rodeados de seres queridos o por querer. Por poner un ejemplo, en las últimas semanas antes de la llegada de estos tiempos de virus y cuarentena, la Sala X albergó conciertazos como el de “Las Odio”. ¿Estabais allí?
Seguirán prodigándose las grandes actuaciones de artistas de siempre y de ahora en su cartel iluminado, así que, no perdamos tantas oportunidades cuando la normalidad del beso, del abrazo y la música conmoviéndonos a través de nuestros oídos vuelva a este lugar o a cualquier otro de Sevilla. Están surgiendo alternativas. Mantengámonos atentos. Mantengamos la música en vivo… Mantengámosla como debe ser, viva.
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