Hace algún tiempo que se presentaron las cuentas de en las cuales decían que, el afamado cantante Michael Jackson, NO disponía de liquidez alguna, es más, deudas que alcanzaban cifras insospechadas por su público. Por ese motivo se veía obligado a lanzar un nuevo disco a pesar de que las discográficas ya no creían en él.
En aquel tiempo, hace aproximadamente tres años que se publicó, pensé en hacer una obra benéfica en favor del que fuera rey indiscutible del Pop.Leer más...
Esta obra consistiría en la recaudación de fondos para su nuevo disco, al menos para aportar en la causa.
Imaginé, que tal vez, si hubiésemos hecho una campaña por salvar la vida artística de quien fuera un magnate musical, tal como Elvis Preysler, podríamos haber salvado una vida entera dedicada al público. Hoy ya no será posible, por dos razones de peso, la primera es que ya no se encuentra entre nosotros, debe encontrarse al lado de algún Dios. La otra es, que por mucho que hiciéramos por salvar su vida profesional, jamás hubiésemos salvado su vida personal. Era un drogadicto, como lo fue Elvis Preysler, Marylin Monroe y un número indeterminado de famosos que después de la lucha, casi siempre desconocida por la multitud, dejan la vida antes de que les toque.
Quizá la mejor manera de honrar a Michael y de hacer algo por quien ya no se puede, es dar a conocer lo que, ni siquiera él mismo conocía.
En los últimos días hemos podido ver y escuchar en distintos medios, las declaraciones de su hermana mayor La Toya Jackson, quien asegura que su hermano fue asesinado.
Hoy ha sido Confirmado el homicidio de la muerte de Jackson por Propofol.
Sin embargo, ya sabíamos que en realidad fue así. Michael Jackson ha sido asesinado por la sociedad en que vivimos. Una sociedad egoísta, frágil e inhóspita a lo que no entiende. Una sociedad anquilosada en viejas creencias, ignorantes y atrevidos ante quien quiere abrirle los ojos. Una sociedad poco comprometida con las personas que, como Michael, consumían en su oscuro abismo. Una sociedad neófita ante una terrible enfermedad sin cura, y desconocida por quien envuelto se ve en ella.
Desde la penúltima, continuamos velando por una reflexión hacia esta enfermedad tan desconocida como voraz. La adicción, es una enfermedad sin cura que muy probablemente jamás sea detectada por quién está afectado. Ya que, hablamos de una enfermedad neuronal, algo que se escapa a todo raciocinio. Mayormente por quien la padece, ya que es su máquina de pensar la que está estropeada.
Esta enfermedad marginal en la que aún muchos piensan que ellos mismos se lo han buscado. No podemos obviar los componentes genéticos que, bajo reglas aún desconocidas por los investigadores, actúan en contra de cualquier voluntad. Para estas personas, muchas de las cosas que les pasa por la mente, es lo normal. A pesar de que sepan que eso les está perjudicando, su mente no deja de solicitar el suministro de sustancias, y por ende, problemas asociados.
Sabemos que es difícil pensar que, nadie en su sano juicio se perjudicaría aún sabiendo que eso no es bueno. Pero debemos pensar que un fumador, también es una adicto, ¿por que se perjudica?¿Quién en su sano juicio querría una vida marginada ante la belleza que nos ofrece la vida?
Un drogadicto, tiene muchas de las funciones cerebrales inhibidas, equivocadas o anuladas por el consumo: No debemos olvidar, que las drogas contienen agentes psicoactivos que interactúan en el cerebro. A un drogadicto, casi todos sus pensamientos, sibilinamente le llevan a consumir.
En tanto en cuanto no cambiemos la opinión pública, para que puedan comenzar a verse ellos como enfermos, no empecemos a ver a estas personas como auténticos enfermos, para que puedan solicitar una ayuda social de calidad, sentir el apoyo de quienes le rodean, y una calidez en el entorno familiar. No podremos enmendar a miles de personas enfrentadas con su propio sino. Náufragos de la desesperación, esperan ser rescatados por su propio ego, sin poder siquiera percatarse, de que eso posiblemente, sea imposible.
Muchos estarán pensando que, ahora no hay tantos drogadictos, que los yonkis de mierda se han muerto o los tienen en centros excluidos del resto de los mortales. En parte es cierto, a muchos de estos drogadictos, los retienen de las calles con curas de centros de día, o lugares donde minimizan los riesgos, ya que no hay remedio, al menos eso es lo que se piensa. Pero ¿para quien en realidad están minimizando riesgos? Sabemos que les va bien que alguien les encuentre una vena, cuando ellos no podrían acertar ni en un par de horas. Podemos intuir que algo de comer, se les va a ofrecer, si es que pueden llevarse algo a la boca. Sabemos que las jeringuillas que utilicen, serán debidamente tratadas. Pero, ¿que pasa con su salud? Nos olvidamos que son personas. Ahora ya han pasado a ser yonkis y ya no hay derechos, son el deshecho de la sociedad, y ya no se puede caer más bajo. Han perdido todos los apoyos y les damos la espalda si los encontramos. Los abandonamos a su voluntad deteriorada por las sustancias.
Hoy día, drogadictos nos los podemos encontrar de mil maneras distintas. Ya se acabaron aquellos años en que los drogadictos iban por las calles pidiendo dinero a punta de jeringuilla. Sin embargo, hoy los podemos encontrar en nuestras casas conviviendo con nosotros, con sus hijos, con sus padres, con sus parejas, o con quien quieran. Ya no son los drogadictos que se la juegan de día y de noche. Los consumos han cambiado demasiado para que muchas personas se den por aludidas. El tiempo y la experiencia han hecho cambiar los métodos de consumo y las drogas empleadas, así el deterioro no es tan evidente. Siguen con su vida más o menos normal. Sin embargo, en lo más recóndito de su ser, saben que eso NO está bien, no avanzan en la vida, se han estancado en un tiempo que ya NO va con ellos, y algunas de las personas más cercanas intentan disuadirles de sus comportamientos sin éxito.
Resulta paradójico saber que muchas de las personas que conocemos son drogadictas, incluso quizá más de una ya sepamos que lo son. Si me apura, incluso un hijo suyo lo es. Sin embargo NO se nos ocurre meterlos en centros para que les ayuden a drogarse.
Lo más lógico sería que acudiesen a un lugar donde puedan tratar su enfermedad y lograr una sanación sin tapujos de ningún tipo, sin que tengan que aguantar más complejos de los que ya soportan. A esto debemos saber que, solamente con ayuda de profesionales será posible una sanación. Un parche para que jamás tengan que recurrir a ningún consumo para poder vivir. Lugares donde les enseñen un ejemplo de vida que ellos tendrán que seguir al pie de la letra durante un tiempo para optimizar la suya.
Los centros de desintoxicación son uno de estos parches, ya que no debemos olvidar que es una enfermedad de por vida. Pero con un tiempo relativamente corto en uno de estos centros, será suficiente para enfrentarse libremente a la vida de nuevo. También debemos saber que, muchos de estos centros no resultan del todo eficaces debido a su permisiva sustitución por sustancias menos deteriorantes, como el alcohol o el hachís. Debemos rehuir de estos lugares, así como, de la psicología que no hace más que dar vueltas a todo para NO llegar a ninguna parte. La psiquiatría, también es bastante neófita en este campo, ya que es totalmente contraproducente atiborrar de fármacos u otras drogas a personas con esta enfermedad. La actuación más rápida y exitosa es, sin duda, mediante estos centros de desintoxicación que utilizan el método de terapias de choque. Unas terapias en las que, drogadictos desintoxicados, o en proceso de desintoxicación, dan las instrucciones a las que debe ceñirse el recién llegado durante un tiempo. Un método conocido en España por unos cuantos centros únicamente, pero que en los Estados Unidos es bastante común, así como el albergar, sin reparos ni marginación entre su población, personas totalmente restauradas de esta enfermedad.
Tampoco podemos olvidar las estadísticas que nos dicen que el consumo de estupefacientes está en aumento, así como la temprana edad en la que se adentran en este oscuro deseo irrefrenable. Como tampoco podemos obviar a lo que parece nos dicen de los próximos años. No podremos quitar las drogas de las calles, así como no podremos hacer que nadie contraiga una enfermedad, que no desea. Pero si todos ponemos un grano de arena, quizá, y sólo quizá, algún día nuestros hijos podrán verse naturalmente afectados por esta enfermedad, y sin reparos poder asistir a la Seguridad Social para tratarla como si de un simple resfriado se tratase. Conseguiríamos así, que los afectados, no los marginados, puedan ser tratados con dignidad, sin miramientos represivos, y con menos parafernalias y paranoias por las que pasar. Ellos también tendrían la oportunidad como la que hemos tenido sólo algunos, y menos reparos a la hora de enfrentarse, como hasta ahora, a este abismo del horror.