Antes de que alguien se le ocurriera utilizar la palabra como un contenedor en el que meter todas aquellas músicas que no terminaban de encajar en las categorías convencionales, la “new age” era un género musical relacionado con la meditación, la relajación y con ciertas formas de musicoterapia. Los músicos relacionados con esa corriente (hablamos de la segunda mitad de los años sesenta y de la década de los setenta) solían defender filosofías y formas de vida muy concretas, centradas en la espiritualidad, el amor a la naturaleza, etc. Una mezcla de ideas procedentes de culturas orientales, “hippies” de baratillo, curanderos y chamanes...
Muchos de aquellos artistas querían ver propiedades curativas en la música, una herramienta para acceder a determinados estados de conciencia, etc. No es extraño que surgieran músicos, generalmente de escaso talento, que llegaron a hacer una carrera bastante lucrativa bajo el paraguas de la etiqueta “New Age”. Hubo incluso hospitales que llegaron a incorporar la música a su conjunto de terapias como parte de los cuidados paliativos y algún que otro artista llegó a ser residente de alguno de ellos como músico en plantilla.
El artista que traemos aquí representaría una especie de versión comercial de esa teoría. Michael Jones, canadiense, aunque nacido en el Reino Unido, compaginó sus estudios de piano con diversos cursos de psicología orientados especialmente a la motivación, la autoayuda, el liderazgo y la consultoría de empresas. De hecho, Jones hizo de ese campo su profesión dedicándose a dar charlas de ese tipo y fundando su propio despacho. El punto de originalidad lo ponía el hecho de que, en los descansos de sus conferencias e intervenciones, nuestro artista solía ofrecer breves recitales de piano, a veces con composiciones propias y otras, sencillamente, improvisando.
La insistencia de amigos, familiares e, incluso de sus clientes, animó a Michael a probar fortuna grabando alguna de sus composiciones, algo que terminó haciendo en 1981 publicando “Michael's Music” en su sello Pianoscapes. Hoy Pianoscapes es la empresa a través de la que ofrece sus servicios y charlas, algo que también podemos encontrar en The Soul of Place junto con algunos de sus libros y discos.
Ese primer disco autoeditado se convertiría un par de años después en “Pianoscapes”, la primera referencia del sello Narada Productions, llamado poco después a convertirse en uno de los gigantes de la música new age (ahora ya como contenedor y etiqueta comercial) junto con Hearts of Space o Windham Hill. Es dentro de Narada donde Jones va a realizar la mayor parte de su carrera como músico convirtiéndose desde el primer momento en una de las estrellas del sello. Su estilo como pianista es muy personal y en la mayor parte de sus discos nos encontramos composiciones de larga duración con algunas excepciones en su época de mayor popularidad en las que su música adoptaba formatos más “radiables”.
El primer trabajo de Jones que aparece en el blog es “Morning in Medonte”, publicado en 1992 cuando el pianista ya tenía un importante bagaje discográfico. Se trata de un disco de piano solo dividido en cuatro largas piezas. Jones habla en las notas del disco de un viaje en coche por la comarca de Medonte, en Ontario, en el que se dejó ir por carreteras rodeadas de bosques, colinas y ríos en pleno otoño. La belleza del paisaje fue tan inspiradora que decidió componer las piezas que integran el disco. Cita también una frase que solía dedicar a sus alumnos Frederic Chopin cuando les decía que evitasen obsesionarse con el ensayo y la repetición al piano sugiriendo que salieran a dar un largo paseo cuando se vieran absorbidos por la interpretación. Jones la hace propia y la relaciona con su forma de ver la música en la que es tan importante la práctica como la inspiración que surge de los lugares más insospechados.
Michael Jones
“Morning in Medonte” - El tema principal aparece nada más comenzar la pieza para empezar a desarrollarse en forma da variaciones desde ese momento. El estilo de Jones es muy particular. Pese a que la melodía es importante en su música, su forma de tocar tiende a difuminarla entre oleadas de notas. En ese sentido estaría más próximo a Debussy que a Chopin, por citar sus dos referentes reconocidos. En este tema encontramos un pronunciado aire folclórico que le viene muy bien a su estilo improvisado que se desarrolla especialmente a partir del primer tercio de la composición. Entramos a partir de ahí en un segmento muy tranquilo y de gran belleza que nos recuerda al paisajismo de George Winston en discos como “Summer”, de la misma época que éste.
“A Breath of Autumn” - Menos etéreo es el segundo tema del disco que tiene una melodía más definida y un desarrollo algo más convencional aunque sin renunciar al estilo de su autor. Sigue siendo una música muy tranquila y reposada que explota muy bien recursos como la repetición como medio para ir evolucionando la pieza sin que apenas lo note el oyente. Con todo, el esquema es el mismo que en la primera pieza del disco: presentación, desarrollo con variaciones y recapitulación.
“Dance of the Trumpeter” - Tarda más en aparecer aquí el motivo principal del disco que no es otro que una alegre danza con un punto impresionista que combina muy bien con el tono tradicional de la pieza. En la parte central volvemos a escuchar un denso desarrollo con mucho de improvisación que desemboca en un delicioso paisaje ambiental de gran calidad.
“Song for the Earth” - La pieza que cierra el disco está basada en “Greensleeves”, la inmortal melodía tradicional que tantos artistas han hecho suya. En el caso de Jones la trata exactamente igual que al resto de piezas del disco. Comienza con una introducción propia tras la que aparece el tema central de “Greensleeves” durante unos segundos. A partir de ahí comienzan a sucederse las variaciones hasta hacer irreconocible el famoso motivo. Es, en realidad, apenas una pincelada la que da lugar a todo el desarrollo por lo que ni siquiera cabe hablar de una versión.
Si tenemos que comparar a Michael Jones con otros pianistas que comparten género y época nos damos cuenta de que la suya es una voz muy particular, algo que no todos consiguen (quizá sólo George Winston posee un estilo tan reconocible y único). Nos costaría muchísimo distinguir entre la música de gran parte de los pianistas que hicieron fortuna en los ochenta bajo el paraguas de la “new age” ya que llegó un momento en que todos sonaban de forma muy similar. En ese sentido el mérito de Jones es notable y por ello hemos querido dedicarle un espacio que probablemente ampliaremos más adelante con otros trabajos suyos. La música de “Morning in Medonte” no es sencilla, no es fácil de memorizar, ni siquiera para tararearla distraídamente pero tiene algo especial que la hace muy recomendable. Aunque no cabe aplicarle el calificativo de “ambient” tal y como lo entendemos aquí a partir de las obras de Brian Eno, lo cierto es que es esa la palabra que más veces se nos viene a la cabeza tratando de describirla.