Revista Cine

‘Michael’, la austríaca cotidianidad de lo enfermizo

Publicado el 21 marzo 2013 por Maresssss @cineyear

band_austriaLo que para muchos españoles es una especie de provincia sureña de Alemania, es un país que, además de haber contribuido al mundo del cine con los realizadores Billy Wilder, Fritz Lang y Michael Haneke, o el brillante actor Christoph Waltz, tiene su propia personalidad, una potente economía de la industria y el turismo y una calidad de vida de las mejores del mundo. Aún así, en Austria también hay sitio para personas frustradas, enfermizas y con comportamientos que hacen que dudemos de la bondad de quienes nos rodean y tengamos que estar siempre alerta, como el protagonista de la película que nos ocupa, ‘Michael’.

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Hoy no voy a hablar de la universalidad del comportamiento psicopático, aunque podría hacerlo, pues no es un mal localizado en un punto concreto de la geografía; puede surgir, y surge, en los lugares menos pensados. Lo que sí me gustaría mostrar a partir del visionado de ‘Michael’ es que, aunque la mayoría de las producciones traten de encandilarnos con historias fantásticas, con espectaculares efectos visuales y sonoros, con tramas complejas llenas de acción o con escenas sensuales y sexuales a las que nadie se puede resistir, también hay otro tipo de cine que se acerca mucho más a la realidad, a lo que vivimos diariamente, y que no precisa de artificios para captar la atención del espectador. Esto es lo que se puede importar y exportar desde cualquier parte del mundo: lo cotidiano, lo rutinario. Otro asunto es que, narrando desde lo ordinario, podamos llegar a descubrir historias sorprendentes o, simplemente que nos atrapen por el modo en que nos muestran su visión de la realidad.

Sin duda, una de las virtudes que hace grande al cine es que, además de contar historias, puede hacerlo poniendo nuestros cerebros a trabajar: en esta película, lo que no se ve es lo que da sentido a la narración. No está explícito, no hay un primer plano de lo realmente desencadenante, pero todos lo entendemos perfectamente. Eso es lo que da tanto valor a este filme, juega con la elipsis de manera magistral.

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La cámara, casi siempre estática, se sitúa consiguiendo captar el interés por lo que está sucediendo aunque no muestre todo lo que ocurre en la historia. En ocasiones se mantiene distante, sin querer abordar las escenas más tórridas, dando por hecho que el interés que pretende suscitar la película no es el morboso. Los diálogos surgen de forma natural, con la espontaneidad y el silencio de la realidad. Aunque no tiene una gran cantidad de texto, el que se emplea cuenta mucho de la vida y el contexto del protagonista, de modo que podamos sentirlo como alguien que podría ser cualquier persona de nuestro propio entorno.

La banda sonora está compuesta por un pequeñísimo fragmento de canción navideña interpretado por los dos principales personajes, por una canción de Boney M que Michael escucha y canta en el coche de vuelta de un buen día en el trabajo y por un canto eclesiástico. El resto discurre sin ningún tipo de acompañamiento musical. En este aspecto, la única música que se oye es la existente en la vida del protagonista.

 

El director, Markus Schleinzer, debuta con este largometraje, tras haber trabajado y aprendido previamente con Michael Haneke y Ulrich Seidl, y nos muestra la maldad de una forma muy cercana, no como un monstruo de tres cabezas que escupe fuego, sino como alguien que todos podemos conocer y saludar diariamente. Este es un aspecto que me recuerda a la película ‘Las horas del día’, del español Jaime Rosales, donde vemos el día a día rutinario e intrascendental de un asesino en serie.

 

La historia no es muy compleja: Michael es un hombre de treinta y tantos años que trabaja en una oficina para una compañía de seguros. Está en un momento en que espera un posible ascenso mientras parece que despiden a mucha gente debido a la crisis económica. Es un tipo aparentemente corriente: vive solo, tiene amigos con los que sale de vez en cuando, su familia lo llama para pasar la Navidad con él, saluda a la gente de su barrio… pero en el sótano esconde un niño de diez años que utiliza a su antojo. Su día a día lo lleva de modo muy natural, aunque está lleno de momentos de tensión. Trata de mantener a toda costa en secreto su situación, puesto que si saliera a la luz se desmoronaría toda su vida, y es que sus actos son de lo más horrible que puede llegar a hacer una persona.

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Quienes sean muy sensibles en cuanto a contenido (no hay que preocuparse por las imágenes) es mejor que no se acerquen a esta dura película. El tema es poco frecuente en el cine, con lo que quienes deseen salirse de lo habitual desde un punto de vista muy cercano, probablemente considerarán un acierto haber conocido este trabajo.


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