Hay momentos en la vida en los que es necesario tomar decisiones que marcarán de forma decisiva el futuro. Vistas desde fuera no siempre son comprendidas e incluso muchos años después siguen sorprendiendo mucho desde el punto de vista del observador. A caballo entre la década de los sesenta y la de los setenta, Michael Riesman era uno de los compositores americanos más prometedores. Había ganado varios premios importantes tras en las instituciones más venerables y haber aprendido de maestros como Milhaud. Incluso había estrenado con grandes críticas una pieza como “Phases”, obra para teclado que no hemos tenido la fortuna de escuchar aún y que en algunos medios era valorada por encima de otras composiciones que aparecían el el programa del concierto en el que se estrenó, algo llamativo siendo Luciano Berio y Olivier Messiaen los autores de las mismas.
Parece que el interés de Riesman estaba más centrado en el mundo de la interpretación que en el de la composición y eso ayuda a entender que en 1974 aceptase la oferta de Philip Glass para integrarse en su “ensemble” lo que prácticamente iba a poner el punto final a su carrera como compositor. El talento de Riesman, no obstante, le iba a convertir pronto en mucho más que un intérprete, alcanzando enseguida una relación más que estrecha con el genio minimalista. Su rol pronto pasó a ser el de director del grupo y más tarde el de arreglista de la mayor parte de la música. Poco a poco se convirtió en el colaborador más estrecho de Glass, y en el director de la mayor parte de sus obras, especialmente para el cine, estatus que mantiene hoy en día.
A mediados de los ochenta, Riesman hizo una primera transcripción para piano de la sección final de la ópera “Satyagraha” que sería incluida en una recopilación del sello de “new age” Private Music. Ese fue el primer paso en un campo que más tarde se iba a demostrar muy fructífero encargándose el propio Riesman de la transcripción pianística y posterior grabación de alguna de las obras más populares del músico, especialmente de la banda sonora de la película “Las Horas” en la que él mismo interpretaba las partes solistas. Tras ese trabajo y una adaptación similar de “Dracula”, el monumental cuarteto de cuerda que Glass escribió como banda sonora alternativa del clásico de Tod Browning, Riesman se propuso hacer lo propio con otros fragmentos de piezas escritas para el cine por Philip Glass, mostrando así a la vez una gran panorámica de la música del compositor para la pantalla y ampliando el repertorio para piano del músico de Baltimore. El resultado fue recogido en 2008 en un disco publicado por Orange Mountain Music que será el protagonista de nuestra entrada de hoy.
Michael Riesman.
“Anima Mundi” - El primer corte del disco procede de la banda sonora de “Anima Mundi”, un cortometraje sobre vida animal dirigido por Godfrey Reggio, el cineasta con el que Glass había colaborado en “Koyaanisqatsi” y “Powaqatsi”. La partitura del músico para esta obra es una de nuestras favoritas de entre todas las que ha firmado Glass para el cine. La instrumentación es rica y la música vibrante. Quizá por ello, por no alcanzar a reflejar en su totalidad el esplendor del original, encontramos la adaptación para piano meritoria pero inferior a la obra primaria.
“Jenipapo No.14” - En la misma época que el “score” anterior, alrededor de 1994, Glass hizo también la banda sonora de “Jenipapo”. Es una poco conocida película ambientada en Brasil, país que influyó mucho en en músico y en su obra de finales de los años ochenta. La partitura, refleja al Glass clásico y el breve corte aquí seleccionado lo hace igualmente bien.
“Overture to La Belle et la Bete” - Uno de los mayores desafíos artísticos del músico norteamericano fue el poner música al clásico de Cocteau “La Belle et la Bete”. Lo que escuchamos aquí es una transcripción de la obertura que Riesman había hecho tiempo atrás y que formó parte de “Up Close”, una recopilación de Glass sólo disponible en su momento en el MOMA neoyorquino.
“Neverwas Set” - Saltamos de mediados de los noventa al 2005, año en el que el músico firma la banda sonora de “Neverwas”. Escuchamos aquí una selección de piezas que nos muestran al Glass más lírico y romántico, con temas de un clasicismo innegable, ejemplo del giro hacia una música más expresiva que inició el compositor más o menos por esa época.
“Notes on a Scandal: I Knew Her” - Poco después de la anterior, Glass componía una de sus bandas sonoras más logradas y también de las que mayor reconocimiento obtuvo al ser nominada a premios como los Golden Globe y los Oscar de la Academia. Riesman selecciona aquí un pasaje dramático muy representativo de la obra.
“A Brief History of Time: Selections” - Viajamos atrás en el tiempo (qué oportuno) hasta 1991, año en el que el músico realiza la banda sonora de un documental de Errol Morris sobre Stephen Hawking. Michael Riesman escoge de nuevo los momentos más líricos de la partitura original mostrandonos un Glass muy diferente del que los seguidores del músico conocían en los ochenta.
“Mishima: Closing” - Continuamos con una de las obras más conocidas de todas las que Glass realizó para el cine en sus primeros años. “Mishima” era una partitura variada y emocionante que fue posteriormente convertida en cuarteto de cuerda y, más tarde, adaptada a otros formatos como el cuarteto de saxofones, el de guitarras y ahora, al menos parcialmente, al piano. Nada que objetar al trabajo de Riesman que es correctísimo tanto en la faceta de arreglista como en la de intérprete.
“Naqoyqatsi: Primacy of Number” - La tercera parte de la trilogía “-qatsi” de Glass y Reggio llegó en 2002, catorce años más tarde que la segunda. La música, orquestal en su mayoría en esta ocasión con un gran protagonismo para el violonchelo como solista, no parecía susceptible de ser adaptada al piano pero, al menos en el caso del movimiento escogido aquí por Riesman, esa opinión se ve rebatida por completo y el pianista nos brinda una sensacional pieza llena de nervio y tensión. De los mejores cortes de todo el trabajo, sin duda alguna.
“The Illusionist: Finale” - A mediados de la primera década de este siglo, Glass compuso varias bandas sonoras de películas de mayor presupuesto y distribución que las que acostumbraba a realizar hasta ahora. Eso vino acompañado de una mayor relevancia de su trabajo y también de una obligada dulcificación en su estilo. Hemos escuchado algún ejemplo ya y con este corte tenemos uno más. Escoge Riesman los momentos de mayor belleza de la partitura, con puntos en común con obras del compositor como “Les Enfants Terribles”, por poner un ejemplo al margen del cine.
“The Fog of War” - Mucho más intimista y reservado es el Glass que escuchamos en este fragemento del documental que Errol Morris dirigió en 2003 sobre el Secretario de Defensa de los EE.UU. durante la guerra de Vietnam, Robert McNamara. Es una pieza en la que subyace una gran tensión pero que no llega a explotar en ningún momento. Un ejemplo del Glass incidental que hemos oído muchas veces en sus bandas sonoras.
“No Reservations: Combine” - Mientras que todos los cortes anteriores pertenecen a bandas sonoras que hoy en día han sido publicadas (no era así cuando apareció el disco), este es un caso especial porque en la grabación de 2007 de la música de la película sólo aparecían dos breves fragmentos acompañados de extractos de óperas clásicas y canciones de otros artistas. La música que escuchamos aquí, por tanto, tendría la categoría de inédita.
“Candyman: Helen's Theme and more” - En 1992, Glass puso música a “Candyman”, película de terror dirigida por Bernard Rose. En aquel momento el músico optó por una partitura muy electrónica que aquí mejora notablemente en todos los aspectos, al ser interpretada sólo al piano.
Con este disco, Michael Riesman hace una doble reivindicación: la suya como intérprete, siempre a la sombra de un compositor como Glass y la de la parte más lírica de la obra de un compositor al que la etiqueta de “minimalista” puede restar oyentes por miedo a encontrarse piezas áridas y repetitivas con poco espacio para la brillantez melódica y la emoción. La selección de obras que aquí aparece sirve para mostrar esa cara, no siempre tan evidente, de Glass como compositor de gran lirismo cuando se lo propone. Es por ello que creemos que este disco es muy recomendable para ese público más reticente hacia la música de Glass, especialmente por lo que tiene de sorprendente frente al tópico.