Bryant protege el balón ante Mickeal -EFE.
En una mirada de desafío, seca y sin filtros, más propia de un cowboy del Oeste que de un jugador de baloncesto se explicó lo que sucedió en el anunciado como mejor partido del planeta entre los Lakers, campeones de la NBA, y el Barça, triunfador de la Euroliga. Pete Mickeal (Rock Island, EE UU, 1978), un trotamundos que por unas cosas y por otras no pudo hacerse un hueco en la Liga estadounidense, intimidaba a Kobe Bryant, una de las grandes estrellas de ese espectáculo. Un duelo personalizado en un partido globalizado que vencieron por 92-88 los azulgrana, fieles a su ideario solidario, tan atentos en defensa como frescos en ataque, en un Palau Sant Jordi disfrazado con los tics de la competición de la canasta con más fanfarria, como la exigencia del speaker pidiendo la colaboración gutural del público o las sintonías de canciones sin descanso. En la actitud de Mickeal y Víctor Sada forzando que Bryant agotase la posesión en los últimos minutos se resumió el descaro con el que jugó el Barça, perjudicado hasta el último suspiro con un arbitraje de ciencia ficción.Fuera de sí, Juan Carlos Navarro no pudo morderse la lengua ni evitar gestos de desaprobación cuando le señalaron una personal sobre Bryant que sólo puede imaginar (que no ver) nadie. Fueron los momentos más delicados para los azulgrana, cuando el icono de los Lakers, Pau Gasol y Fisher hicieron posible que los visitantes alcanzasen los once puntos de margen (49-60 a los 27m 17s). Al Barça le pesaba más su desacuerdo con cuanto se le pitaba que su voluntad por continuar jugando de poder a poder como en la primera parte, finalizada con 45-44 y con el protagonismo de dos amigos que se quieren como hermanos. Juan Carlos, con su velocidad, y Pau, con su contundencia bajo los aros y tres mates, habían destacado en un partido igualado. Ambos acabaron con 25 puntos. Uno menos que el mejor, Mickeal.
La remontada
“Esperábamos, como está siendo, un partido muy competitivo”, zanjó, poco dar a las frases largas, Phil Jackson, técnico de los Lakers. Y así estaba funcionando el Barça, que sin Ricky Rubio sino de puntería –sus dos primeros triples no llegaron al aro– encontró en Sada a un director de juego fundamental. Fuera del perímetro, entonces y siempre, surgió Terence Morris, al que no le importó que la distancia fuesen 7’23 metros, que se jugase con reglas NBA. Está en un momento espléndido de acierto y, por tanto, de confianza. Mickeal empezaba ya a hacer de las suyas, como en un tres más uno. Pero su momento llegaría cuando más le requería su equipo, en este momento citado del tercer cuarto. El alero estadounidense desafió directamente a Bryant y le sacó dos faltas seguidas, además de hacerle un tapón a Gasol. Mickeal encontró la ayuda de Morris y de Jaka Lakovic desde más allá de 7’23 y la remontada llegó a poco para acabar el período (68-67 a los 35m 40s). Gasol respondió con un mate entre Roger Grimau y Boniface Ndong, que tan bien le había defendido hasta entonces.
El Barça siguió con su acierto en los triples y Jackson tuvo que ir volviendo a poner en la pista a cada uno de sus titulares. Campeones de la NBA que nada pudieron hacer con la versatilidad, agilidad y ambición de Mickeal, la exquisitez de Navarro o el acierto de Morris. Intervinieron, claro, los árbitros señalando una infracción de Mickeal para que, claro, Bryant rebajase a dos la desventaja. Pero en la siguiente jugada el supuesto infractor sería parado con falta y medio sentenció el partido. Aún quedaba el triple fallido de Bryant y el rebote, de gigante, de Kosta Perovic. El Barça se llevó con total merecimiento un partido fantástico y ya puede presumir de haber ganado al campeón de la NBA.
Barça (21+24+23+24) 92: Rubio, Navarro (25), Mickael (26), Morris (12), Vázquez (10) –quinteto inicial–, Ndong (2), Lorbek (3), Sada (3), Grimau (2), Lakovic (5) y Perovic (4). Los Ángeles Lakers (24+20+26+18) 88: Fisher (12), Bryant (15), Odom (12), Artest (10), Gasol (25) –quinteto inicial–, Barnes, Brown (2), Blake (6), Vujacic (2), Ratliff, Caracter y Ebanks (4).