La microgestión es el estilo de dirección en el que el directivo observa o controla estrechamente el trabajo de sus colaboradores. Un micromanager es un directivo que considera que debe tomar personalmente todas y cada una de las decisiones de su equipo, así como supervisar cualquier tarea por muy insignificante que ésta sea.
El carácter peyorativo del micromanagement se debe a que esta obsesión excesiva por los detalles más insignificantes de la organización reduce la capacidad del directivo de enfocarse en los aspectos fundamentales del negocio. Además, los miembros de su equipo se sienten intimidados por este exceso de control y perciben que sus capacidades no son valoradas por sus supervisores, lo que produce un deterioro de su compromiso y una gran desmotivación entre los recursos humanos.
El microgestor nunca se percibe como tal sino que justifica su comportamiento alegando una personalidad estructurada, organizada y perfeccionista. A pesar de toda esta negación, las personas de su alrededor los perciben como directivos que evitan delegar y que se irritan cuando los demás toman decisiones sin consultarles, aunque éstas sean de carácter menor. Continuamente necesitan ser informados y reportados acerca de todo lo que sucede a en su entorno, lo que suele generar retrasos en la toma de decisiones así como ineficacias en la asignación de los recursos de la organización. No obstante, están dispuestos a asumir todas estas ineficacias porque priorizan la retención del control o la manifestación de su poder por encima del resultado económico de su gestión.
En las sesiones de coaching es posible percibir cómo se llega a la microgestión. A veces esta excesiva orientación hacia los detalles tiene su origen en las dudas respecto a las competencias de los colaboradores. También es posible detectar cierta inseguridad emocional, así como la necesidad de sentirse útiles o de ser percibidos como tales. En ocasiones, el microdirectivo no cree tener las competencias y capacidades necesarias para su puesto y se refugia en la supervisión directa de sus colaboradores. A veces simplemente adopta esta estrategia como forma de alinearse con la cultura organizacional o de responder a las presiones en torno a plazos, calidades o resultados. Incluso es frecuente que detrás de la microgestión exista una estrategia para es quedarse con los empleados más eficientes, recurriendo para ello a la creación de un entorno estresante con objetivos ambiciosos y mecanismos severos de control que alejan a los colaboradores con menos talento.
En cualquier caso, donde hay microdirección existe estrés y se genera un clima laboral que se caracteriza por la falta de compromiso y por la desmotivación. Las posibilidades de crecimiento personal y profesional se ven mermadas tanto por parte de los colaboradores como por parte del propio microgestor. Finalmente, la excesiva atención a detalles y tareas superfluas produce una pérdida de atención y de enfoque hacia los aspectos fundamentales de la organización.
El resultado del micromanagement es una organización disfuncional. Un mundo en el que la omnipresencia del directivo dispara el miedo entre los colaboradores, deteriora la confianza y genera resentimiento entre las relaciones personales. Un entorno poco sostenible que se aleja mucho de lo que debería ser una organización de alto rendimiento.
NOTA
Si está interesado en el micromanagement puede consultar en este enlace la entrada correspondiente a la edición en inglés de Wikipedia