Subió al coche poco después de haber aparcado (y menos mal) para descubrir que el freno de mano... Estaba ausente. Vamos, que no lo había puesto. Suerte de calle plana, planísima.
Llegó a la gasolinera y pidió una ficha de lavado. El dependiente le ofreció directamente la de mayor precio; o sea, que debió pensar "vaya señora marrana, lástima de coche" (y no lo culpo, ojo).
La jugada de súper campeona en realidad fue la de tirar la ficha de autolavado a la papelera y darse cuenta al intentar meter el brik de batido en la ranurita. Y el momento clímax llegó cuando tuvo que meter el brazo hasta el codo... en la basura, cubierto por su blusa blanquísima, para recuperar la fichita de lavado ultrasónico.
Puestos a ser positivos, habría sido mucho peor si la ficha hubiera estado reposando sobre una mierda de perro y no sobre algo que parecía papel.
#Microrealidaddeloscasi40
CON M DE MAMÁ