Revista Cultura y Ocio
Aún no la había inventado pero giraba ya dentro de su cabeza. Desde la colina contempló el disco dorado del sol poniente mientras caminaba. Lanzó una piedra que se desplazó velozmente girando ladera abajo... Al descender hacia el valle pisó sobre un tronco caído: era sorprendente lo fácilmente que le derribó. Aquel hombre del neolítico de ojos rasgados decidió que merecía la pena dedicar algunos días a construir un sol rodante.
Jesús Marcial Grande Gutiérrez